Su apoyo encubierto al mariscal Haftar, con aviones y mercenarios, busca recuperar la influencia perdida tras la caída de Gadafi
30 may 2020 . Actualizado a las 10:05 h.Rusia aún no ha intervenido oficialmente en Libia, pero con su apoyo abierto y encubierto -aviones y mercenarios, según EE.UU. y fuentes independientes- al mariscal Jalifa Haftar, intenta recuperar la influencia que perdió en el norte de África con el derrocamiento de Muamar Gadafi en el 2011.
El presidente ruso, Vladimir Putin, «utiliza en Libia la misma tecnología que en Siria, aunque por ahora está perdiendo ante [el presidente turco, Recep Tayyip] Erdogan», explica Yulia Latínina, conocida comentarista política del periódico Nóvaya Gazeta exiliada en el extranjero. «El objetivo final es tener una herramienta de presión sobre Europa», sostuvo.
Cuando Putin era primer ministro en el 2011, el entonces presidente ruso, Dmitri Medvédev, no vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU la creación de una zona de exclusión aérea en Libia, lo que dejó las manos libres a Occidente para derrocar a Gadafi.
Rusia, que acusó a EE.UU. y las potencias europeas de lanzar una «cruzada» en el país árabe, no solo perdió a su principal aliado en el Magreb desde tiempos de la Guerra Fría, sino también 4.000 millones de dólares en inversiones y contratos petrolíferos.
Aviones para Haftar
Desde entonces, Putin ha pergeñado una estrategia para restablecer los lazos históricos, políticos y militares con los países de la zona, en contrapeso a Occidente y al nuevo líder regional, Turquía.
De hecho, el comandante del Ejército de EE.UU. en África (Africom) denunció esta semana el despliegue de aviones rusos en territorio libio, algo que fue negado por diputados y senadores rusos, pero no por el Kremlin ni el Ministerio de Exteriores.
«Hemos podido seguir todo el recorrido de los aviones rusos. Desde la base de la Fuerza Aérea en Lípetsk, la escala en Irán, donde repostaron combustible, hasta la base rusa en Siria [Jmeimim] y después su llegada a Libia», señala Ruslán Levíev, director del equipo Conflict Intelligence Team, que investiga la presencia de militares rusos en el extranjero, sea el Donbás, Siria, Sudán o Libia.
Levíev, que colaboró con el portal Bellingcat en la identificación de los sospechosos en el caso Skripal, aseguró que hay imágenes de satélite de los Mig-29 y los Su-24, a los que hay que sumar fotos de esos cazas rusos en tierra en aeródromos bajo control de Haftar.
«Algunas fuentes hablan de seis Mig-29 y dos Su-24, aunque otros aseguran que Rusia envió hasta 14 cazabombarderos Mig», subraya.
Aunque EE.UU. asegura que esos aviones tienen como misión cubrir desde el aire el avance de los mercenarios rusos sobre el terreno, Levíev cree que Moscú apoya abiertamente a las fuerzas de Haftar y sus planes de tomar Trípoli, bajo control del Gobierno de Fayez Al Serraj.
«Putin continúa viviendo en un mundo bipolar. Su aspiración es ser un contrapeso a Occidente. Y en algunas regiones incluso superarle», asegura.
Mercenarios Wagner a sueldo de los Emiratos
Con todo, por el momento, la única presencia rusa, aunque no oficial, en el país norteafricano corresponde a los mercenarios del ya célebre grupo Wagner, que expertos rusos consideran más «un ejército privado», que una compañía militar.
Que los Wagner -grupo fundado por Yevgueni Prigozhin, conocido en Occidente como el chef del Kremlin- tenían tanques y artillería pesada, era algo conocido, pero la actual presencia de baterías antiaéreas Pantsir, una de los cuales fue capturada por las fuerzas leales a Trípoli, demostró el auténtico nivel del equipamiento de los mercenarios rusos en África.
Además, en los últimos meses han multiplicado su número. Frente al supuesto medio millar de finales del pasado año, ahora se habla de unos 2.500 rusos al servicio de Haftar.
Rusia ha hecho todo lo posible en los últimos meses por desligarse de los mercenarios rusos y el propio Levíev recuerda que, según Turquía, ahora no es Moscú, sino los Emiratos Árabes Unidos quien contrató a los Wagner para combatir en Libia. «Es la primera vez que Rusia no combate con el dinero de los pensionistas rusos», añade Latínina.
Erdogan gana el primer asalto
Al contrario que en Siria, en el conflicto libio Rusia se ha encontrado en el mismo bando que Arabia Saudí, enemigo acérrimo de Damasco, y otras potencias regionales como Egipto.
«Oficialmente, Rusia defiende un compromiso entre ambos centros de poder, Trípoli y Tobruk, el cese de las hostilidades y la creación de un gobierno de unidad nacional», explica Boris Dolgov, conocido arabista ruso.
En cambio, añade, en la realidad Haftar ha viajado a Rusia en varias ocasiones en los últimos meses y se ha reunido con el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú.
En las últimas semanas el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha intentado hacer malabarismos diplomáticos, más aún después de que las fuerzas gubernamentales lograran importantes éxitos en el campo de batalla.
«Con la ayuda masiva turca de armamento, suministros y milicianos islamistas procedentes de Siria, el Gobierno ha logrado recuperar varios aeródromos y llegar a la costa tunecina», destacó Dolgov. En opinión de Latínina, «Putin ya perdió la guerra ante Erdogan, que sufre la misma paranoia imperial que Putin».
«Debe estar muy enfadado. Perder ante los drones de Erdogan debe ser humillante. Pero es que siempre que se enfrenta a un rival equipado con armamento moderno, Putin pierde. Es una cuestión de atraso tecnológico», asegura.
Inundar Europa con refugiados
Latínina cree que el objetivo final de Putin no es recuperar el control sobre el petróleo libio. «Invertir en países como ese es un juego muy arriesgado. Ya perdimos 8.000 millones de dólares en Venezuela, a lo que hay que añadir el petróleo kurdo. En Libia perdimos mucho dinero y además le condonamos la deuda a Gadafi, pero el crudo libio no nos traería grandes beneficios y sí muchos quebraderos de cabeza», explica.
La comentarista cree que, en realidad, «Putin quiere inundar Europa con cientos de miles de refugiados del norte de África». «Lo que quiere el Kremlin es el trozo de costa desde la que puede amenazar a Europa. Quien controla ese trozo de tierra, tiene un as en la manga. Como hicieron los cartagineses con Roma», subraya.
Rusia tiene intereses económicos en Libia, una relación histórica con Trípoli y objetivo geopolíticos, pero Dolgov no cree que Rusia «pueda pelear en dos frentes».
«El mundo árabe está dividido. Turquía apoya al Gobierno de Tobruk y Rusia no permitirá que los islamistas lleguen al poder, sea en Damasco o en Trípoli. Pero difícilmente Moscú ayudará a su bando en Libia como hizo con Asad en Siria», asegura.
Recuerda que el Gobierno libio es reconocido por la ONU, por lo que pronostica que Rusia no asumirá grandes riesgos ni apostará por un abierto antagonismo con Turquía.
«Moscú intenta salvar la cara en la arena internacional. Que si no apoyamos a ningún bando, que si respaldamos un arreglo pacífico. Cuando sabemos que no es posible ganar con negociaciones de paz y soterradamente suministramos soldados y aviones a Tobruk, porque queremos que gane Haftar», sentencia Levíev.