En el país hay un millón de personas desparecidas tras cuatro décadas de atrocidades
03 may 2020 . Actualizado a las 09:48 h.En Irak, las inundaciones y los vientos del desierto alteran las estadísticas de los forenses. Cuatro décadas sumergiendo atrocidades en fosas comunes suman un millón de desaparecidos, desde las víctimas del régimen de Sadam Hussein (1979?2003) hasta las provocadas por Estado Islámico (2014-2017).
«No hay un número definitivo de fosas porque la naturaleza, el viento o las inundaciones, hacen que los restos mortales vuelvan a emerger a la superficie», explica Rasa Ostrauskaite, directora del Programa Iraquí de la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas (ICMP por sus siglas en inglés). Según sus cálculos habría 200 localizaciones (cada una puede contener varias fosas comunes) de víctimas de la era de Sadam Hussein y unas cien de la época de Estado Islámico (EI).
El Gobierno iraquí y el Gobierno Regional del Kurdistán de Irak colaboran con organizaciones como ICMP, que les ofrece apoyo técnico, para exhumar e identificar a las víctimas.
Hasta ahora, las autoridades iraquíes han abierto 216 fosas que contienen «decenas de miles de víctimas», según informa el jefe del Departamento de Fosas Comunes, Dheyaa Kareem Alsa’ade. En el año 2019, ICMP participó en la excavación de 40 localizaciones en Sinjar y en las que las autoridades creen que yacen tres mil de las víctimas del genocidio yazidí a manos de EI, una ofensiva que desplazó a medio millón de personas de comunidades étnicas y religiosas minoritarias. En marzo, ICMP y las autoridades gubernamentales comenzaron la exploración de la fosa cercana a la prisión de Badoush, donde se esperan encontrar los retos mortales de 600 prisioneros de dicha cárcel, masacrados por EI en el 2014. Las excavaciones se han suspendido por el avance de la pandemia del covid-19.
Para los forenses, se trata de una carrera contrarreloj. Cada tormenta o incendio altera la escena del crimen. Muchas fosas no están señalizadas ni protegidas tal y como marca la ley. Y eso es por tanto por el elevado número como por su extensión. El calendario también es un inconveniente. «No se puede excavar en períodos húmedos ni con temperaturas extremadamente altas por la descomposición de los cuerpos», explica la directiva de ICMP.
Muchas fosas se encuentran en áreas remotas, en el desierto o en zonas fronterizas donde células yihadistas permanecen activas. «Nuestros equipos han sido atacados por grupos terroristas», comenta Alsa’ade, quien recuerda que antes de que su equipo entre a la fosa, las fuerzas de seguridad las «limpian» de minas y de artefactos sin explotar.
«Es un proceso lento, no se pueden excavar todas las fosas a la vez porque el número de expertos es limitado» explica Rasa Ostrauskaite. ICMP ha formado 300 expertos, la mayoría antropólogos y arqueólogos. Pero Alsa’ade lamenta que «la falta de financiación de su departamento» impida que cumplan sus planes de exhumaciones y crítica la falta de protección de su equipo: algunos de sus trabajadores padecen enfermedades respiratorias producidas por el contacto con cadáveres en descomposición.
«A veces los cuerpos están enterrados en áreas poco profundas; encuentras restos entremezclados y para extraer ADN hay que recomponerlos, y eso requiere tiempo, ya que tienen que ser transferidos a la morgue en Bagdad», explica Ostrauskaite. Otro problema es la falta de una única base de datos de desaparecidos y familiares, ya que actualmente diferentes autoridades y organizaciones mantienen sus propios archivos.
Las pruebas genéticas a familiares de primer grado son clave para la identificación de los restos. Por ello, ICMP trabaja con la sociedad civil y asociaciones de familias para que «entiendan por qué es importante donar sangre y para explicarles como denunciar la desaparición». Con las muestras se establecen arboles genealógicos, pero en el caso de la comunidad yazidí se encuentran «familias al completo enterradas, con lo que tenemos que contactar con familiares lejanos, y esto complica el proceso», argumenta Ostrauskaite.