El periodista David Tejera relata su lucha contra el coronavirus

Julián Alía COLPISA

ACTUALIDAD

David Tejera, en una imagen tomada en Santiago hace unos años
David Tejera, en una imagen tomada en Santiago hace unos años Jorge Riveiro

El presentador de Cuatro, expareja de doña Letizia, asegura: «Ni imaginas la furia que te cabe dentro cuando mejoras algo. Furia contra los de ahora y los de antes»

14 abr 2020 . Actualizado a las 10:56 h.

No había puesto un solo tuit desde 2018, pero la irrupción del coronavirus hizo que el periodista David Tejera, que fuera pareja de doña Letizia y presentador de Noticias Cuatro, volviese a la red social. Así, el 12 de marzo se mostraba crítico cuando los medios de comunicación remitían a los 3.000 casos oficiales con los que contaba España. «Si no te analizan no hay positivo. La cifra de 3.000 es de broma», escribía Tejera afirmaba que en su entorno había más de una docena de personas con «síntomas clarísimos de coronavirus», él incluido, por lo que la dimensión debía de ser enorme.

Casi un mes después, el periodista regresó a Twitter para reconocer que le habían dado el alta en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, y para reiterar que debido a la falta de test «los datos siempre han sido una patochada, un engañabobos». Por último, Tejera se animó el domingo a compartir su Crónica de un contagiado cualquiera, en la que relata cómo ha sido su experiencia personal. En ella, cuenta que en el ambulatorio le confirmaron que los pulmones no estaban funcionando correctamente, y que ya en el hospital una doctora le anunció que tenía una mancha en los pulmones y que se tenía que quedar ingresado. Tras ello, recuerda que entró en una sala de urgencias abarrotada, que era «como las escenas de guerra», con cuerpos derrumbados en camas, sillones», y «sufrimiento por metro cuadrado».

Allí, con una vía en el brazo izquierdo y 39 grados, mientras veía llorar a gente mayor, le llegó la hora de que le metiesen «un bastoncillo larguísimo» en la nariz. Es decir, un test de COVID-19. Uno de los pocos de los que disponían y que tan pronto se terminaron. Le adjudicaron habitación, la 303, donde por la noche las enfermeras le tomaban la temperatura, medían su oxígeno en el dedo, su ritmo cardíaco, su presión arterial y le sacaban sangre. Cóctel de pastillas. «Lo normal es que en tres o cuatro días reaccionéis y podáis volver a casa a recuperar», les dijo la doctora a él y a su compañero de habitación, aunque «seguían los pinchazos y un cóctel de cinco pastillas enormes».

Todo ello mientras era consciente de la falta de material, el «no quedan batas aislantes», y las «órdenes de usar bolsas de basura para que los sanitarios se protejan». Un día después, le costaba respirar, ya casi no podía pronunciar palabra y empezó a pensar si volvería a ver a los suyos. Por suerte, dos días más tarde le comunicaron que lo peor había pasado. Poco a poco fueron quitándole las ayudas, empezó a moverse algo y finalmente le dieron el alta hospitalaria con medidas de aislamiento y medicación. Recuerda que salió a una calle desierta, «con el miedo de llegar a casa» y de contagiar a los suyos. «Ni imaginas la furia que te cabe dentro cuando mejoras algo. Furia contra los de ahora y los de antes. Furia cuando logras verles en las noticias... La vergüenza ajena. Ni imaginas. Solo quieres llegar a casa y no retroceder ni un palmo. Dormir», finaliza Tejera.