Confía en pactar con Bruselas un mayor margen de gasto y contar con el apoyo de ERC
20 ene 2020 . Actualizado a las 08:23 h.Pedro Sánchez es consciente de que su principal objetivo, que es durar y agotar la legislatura, pasa por conseguir aprobar por primera vez unos Presupuestos. Para ello, necesita transformar la mayoría relativa con la que ha sido investido en una mayoría absoluta de la Cámara Baja. No lo tendrá fácil, porque necesitará el voto a favor de ERC, cuyo líder, Oriol Junqueras supedita cualquier posibilidad de respaldar las cuentas públicas a que se produzcan avances concretos en la mesa de negociación entre el Gobierno y la Generalitat que ha pactado.
En este momento están vigentes las cuentas públicas del 2018, confeccionadas por el ex ministro del PP Cristóbal Montoro. Pero para sacar adelante promesas de su programa electoral como la subida de sueldo de los funcionarios, un nuevo incremento del salario mínimo interprofesional o la aplicación de una renta vital mínima, Sánchez necesita modificarlos. Todas las promesas están condicionadas por tanto a esa primera prueba parlamentaria.
Clave comunitaria
El Ejecutivo se concentra ahora en renegociar con Bruselas una flexibilización de la senda de estabilidad fiscal acordada para contar con un mayor margen de déficit y aprobar así un techo de gasto, requisito precio a las cuentas públicas Solo cuando consiga ese objetivo, que espera lograr «a la mayor brevedad», presentará un proyecto de Presupuestos para el 2020 que confía aprobar con los votos de al menos todas las formaciones que apoyaron su investidura.
Las previsiones son que hasta el mes de marzo no se conocerán los datos del déficit del 2019, por lo que hasta entonces no se podrá cerrar la negociación con Bruselas y plantearse el reto de unas nuevas cuentas públicas con la que poder desarrollar todo su programa. De lograrlo, el Gobierno tendría asegurada la continuidad al menos durante dos años más. Pero, en caso contrario, la situación del Ejecutivo de coalición se vería comprometida si sufre una derrota electoral en los Presupuestos con un voto en contra de ERC. Ese escenario, que el Ejecutivo descarta, abriría la puerta a un adelanto electoral en el que Sánchez pediría una mayoría sólida para impedir el bloqueo.
El Ejecutivo de coalición acaba siendo el más presidencialista de la democracia
Una exhibición de poder personal. Así resumen los días que Pedro Sánchez lleva al frente del Gobierno desde que fuera investido por el Congreso el pasado 7 de enero. El primer Ejecutivo de coalición desde la República, que el líder del PSOE decidió poner inmediatamente en marcha sin consultarlo con nadie en su propio partido, ha acabado siendo el más presidencialista de la reciente etapa democrática. Consciente del riesgo de que la entrada en el Consejo de Ministros del líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, ofreciera la imagen de un Ejecutivo bicéfalo con dos cabezas visibles, Sánchez ha querido demostrar desde el comienzo que solo él maneja el poder. Gestos de autoridad que van dirigidos a la opinión pública, pero también a sus socios de Gobierno y a sus propios compañeros del PSOE.
Un partido a su servicio
Primero, antes de ser siquiera propuesto por el rey, fue el fulminante pacto de gobierno con Unidas Podemos. Pero otros gestos, como el aplazar por sorpresa el anuncio de la composición de su Gobierno, a costa de dejar fuera de juego a Iglesias e incluso a sus más fieles, la vicepresidenta Carmen Calvo y el titular de Fomento, José Luis Ábalos, que llegaron anunciar un inmediato Consejo de Ministros que no tuvo lugar, dejan claro que no pretende estar al frente de un Gobierno colegiado, sino dirigir un equipo de subordinados.
Con ese objetivo, Sánchez, laminado cualquier atisbo de oposición interna en un PSOE que está solo a su servicio, ha creado un gabinete en el que, desplazado ya Josep Borrell del organigrama, no hay una sola figura de peso político socialista. Y la única que se acerca a ese perfil es Ábalos, de su absoluta confianza y dispuesto a ejecutar ciegamente lo que se le encargue. Sánchez se ha rodeado de técnicos más interesados en sus parcelas concretas que en la línea política.
Un presidente a lo Macron
Para contrarrestar el hecho de que, al contario, Iglesias haya llevado al Gobierno a dirigentes de marcado perfil político como Irene Montero, Yolanda Díaz y Alberto Garzón, el líder del PSOE ha devaluado su influencia con un Consejo de Ministros desproporcionado, con 22 responsables que más parecen una comisión de subsecretarios rindiendo cuentas al presidente. La creación de cuatro vicepresidencias desdibuja a Iglesias y, además, sus competencias son limitadas por la vicepresidenta para la Transición Ecológica.
Sánchez ha hecho una exhibición de fuerza desde que llegó al Palacio de la Moncloa
Sánchez aparece así como la pieza clave. No piensa ya solo en la acción de Gobierno de los siguientes cuatros años, sino en diseñar el lugar que ocupará España en el mundo en los próximas 30 años, emulando el estilo del presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron. Decisiones como la de designar fiscala general del Estado a su ex ministra de Justicia Dolores Delgado, pese al fuerte rechazo que generaba en el poder judicial, en la oposición y hasta de sus socios de Unidas Podemos, son gestos de autoridad que dejan claro que no teme, sino que busca, la imagen de un presidente total que controla sin complejos todos los resortes del poder.
Control personal sobre Cataluña
Sánchez, además, ha tomado personalmente las riendas del gran problema nacional, la crisis en Cataluña, en el que también le sobran Unidas Podemos y los barones de su propio partido, a los que ignora. Antes incluso de formar su Gobierno, llamó ya como presidente a Joaquim Torra para concertar una cita con él y tratar de encauzar por medio de una relación de tú a tú, más que de Gobierno a Gobierno, la solución a lo que ahora denomina como un «conflicto político».