La cumbre de la ONU apremia a los países a alcanzar objetivos mucho más ambiciosos para contrarrestar el acelerado calentamiento del planeta
02 dic 2019 . Actualizado a las 09:20 h.No hay más tiempo que perder. El cambio climático inducido por el hombre avanza mucho más deprisa que la adopción de acciones para contrarrestarlo. El futuro de la humanidad está en juego. De forma reiterada, este tipo de mensajes grandilocuentes son los que se escuchan por parte de los líderes políticos mundiales en el inicio de las cumbres del clima que cada año convoca la ONU dentro del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Y el discurso que se lanzará hoy en Madrid, en la inauguración de la COP 25, no será diferente. Solo que ahora el tiempo realmente apremia y nunca como en este momento la presión pública mundial fue tan intensa para exigir una verdadera acción política ni nunca los reiterados informes científicos fueron tan contundentes.
La COP de este año llega tras la Cumbre de Acción Climática de la Secretaría General de Naciones Unidas en la que se pidió a las 196 partes adheridas al convenio marco de la ONU -195 Estados y la UE como organización de integración económica regional- que vinieran a Madrid con un plan definido, no con un discurso. De hecho, los últimos datos científicos avalan que no hay tiempo que perder. Según el informe especial del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de agosto del 2019, la temperatura sobre el planeta ya ha aumentado 1,53 grados por encima de la época preindustrial, provocando la desertificación y degradación de los ecosistemas. Y no fue menos contundente el reciente trabajo sobre el océano y la criosfera, en el que se pronosticaba que, si el calentamiento global supera los 3 grados, el nivel del mar podría aumentar casi un metro para el 2100, escenario al que nos llevan las actuales políticas gubernamentales mundiales.
Por si fuera poco, a escasos días del inicio de la cumbre de Madrid, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha advertido que las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera han alcanzado la cifra récord de 415 partes por millón, por las 250 que se registraban hace 200 años al inicio de la Revolución Industrial. Nunca se habían elevado tanto. O al menos no lo habían hecho hasta hace entre tres y cinco millones de años, cuando la temperatura en el planeta era «de dos a tres grados más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual».
Aún hay más. Otro informe de la ONU anunciaba esta semana que la temperatura media del planeta subirá a finales de siglo 3,2 grados incluso si se cumplen los compromisos de reducción de emisiones enmarcados dentro del Acuerdo de París, aprobado en el 2015. Este estudio alerta de que los gases de efecto invernadero deben reducirse un 7,6 % cada año, entre el 2020 y 2030, para cumplir el objetivo de no superar una subida de 1,5 grados para este siglo. Para ello, las promesas de disminución de emisiones de la comunidad internacional deben ser cinco veces más ambiciosas que las actuales.
Si este es el escenario, ¿qué se espera de la cumbre de Madrid? En esencia, implementar el Acuerdo de París, por el que los países se comprometían a hacer todos los esfuerzos posibles para no superar en 1,5 grados la temperatura media global con respecto a los niveles preindustriales o, cuando menos, que no sobrepasen los dos grados, el límite que la ciencia ha fijado para que el cambio climático no sea irreversible y con consecuencias devastadoras. Si fuera así, se aumentará la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías, huracanes o inundaciones, además de una aceleración del deshielo. El gran temor es que el permafrost, el hielo perpetuo que encierra ingentes cantidades de metano en el ártico y el subártico, se descongele de forma generalizada y libere entre 1.460 y 1.600 gigatoneladas de carbono orgánico, lo que equivale a casi el doble del que está retenido en la atmósfera.
Pero tampoco basta con alcanzar un reglamento que defina la letra pequeña del acuerdo. Es necesario que los países se comprometan a establecer límites de reducción de gases de efecto invernadero mucho más ambiciosos. Con los que están encima de la mesa, la temperatura media global se elevaría en tres grados. Y ello sin tener en cuenta la advertencia del último informe de la ONU, que reclama un tope mucho mayor.
El mundo tiene que avanzar de forma acelerada hacia una economía libre de carbono, lo que supondrá una transformación radical en poco tiempo. Este es el mensaje.
Tampoco hay tiempo. A finales de año finalizará la vigencia del Protocolo de Kioto, el único que en la actualidad se está aplicando, tras ser ratificado en el 2005, para intentar frenar la escalada de emisiones. Solo que este pacto obligatorio no es global. Compromete a 55 países que, en conjunto, suman el 55 % de las emisiones liberadas a la atmósfera.
El Acuerdo de París sí tiene alcance mundial, ya que involucra a todos los países firmantes, incluido Estados Unidos, pese a que Donald Trump haya iniciado los trámites para la retirada de su país, que no será efectiva hasta noviembre del próximo año, a concretar una reducción de emisiones. Eso sí, se trata de contribuciones voluntarias.
En cualquier caso, la cumbre de Madrid se plantea el objetivo de concretar el reglamento de París para que ya en el 2020 entre en vigor de forma efectiva, con los objetivos climáticos fijados para cada país, que deben actualizarse cada cinco años. En la capital de España aún quedarán importantes escollos por resolver, como fijar los futuros mercados de comercio de carbono.
Respuesta política a una presión pública inédita
La cumbre del clima de Madrid, la COP 25, será diferente a cualquier otra. Y no precisamente por los sucesivos cambios de sede. Este año tocaba celebrarla en Latinoamérica y el Gobierno de Brasil había asumido el compromiso. Con la elección como presidente de Jair Bolsonaro, un negacionista en la línea de Donald Trump, todo cambió. Fue entonces cuando Chile aceptó tomar el relevo, hasta que la revuelta social que vive el país convirtió la celebración en inviable. Y solo el ofrecimiento del Gobierno de España en última instancia ha hecho posible que la conferencia se desarrolle en la capital de España.
Lo que realmente convierte a esta conferencia en diferente es la movilización sin precedentes que en el último año se ha vivido por parte de la opinión pública mundial y la sociedad en general. La respuesta ciudadana, en buena parte impulsada por la juventud, ha crecido de manera exponencial, pero pacífica, culminando con un número récord de siete millones de personas en la calle el pasado mes de septiembre.
«Hay que recuperar la década que hemos perdido en acción climática»
INGER ANDERSEN
El movimiento Fridays for Future, impulsado por la activista sueca Greta Thunberg, que encendió la chispa de la movilización entre estudiantes de todo el mundo, fue un punto de inflexión. La joven de 16 años se ha convertido en el símbolo en la lucha contra el cambio climático. Pero no está sola. Con una fuerza aún mayor y con acciones más espectaculares en todo el planeta, aunque fundamentalmente en Europa, la organización Extinction Rebellion, ha llamado a la lucha activa para salvar el planeta. Sus protestas, que llevaron incluso a la paralización del centro de Londres y de las principales líneas de transporte, fueron sonadas en los últimos meses. Y no faltarán a la cita de Madrid, donde han convocado a sus militantes de 19 países para irrumpir en las calles y espacios públicos con el objetivo de suscitar la participación y concienciación de la ciudadanía. «La COP 25 se enfrenta a un verdadero ultimátum para la humanidad y los ecosistemas: el tiempo que nos queda para evitar una catástrofe de proporciones inéditas es limitado». Este es su mensaje de llamada a la movilización.
La apuesta de las empresas
La transformación en defensa del planeta no solo ha estado protagonizada por los ciudadanía. También ha prendido más que nunca en las empresas. Si bien es cierto que desde hace años tanto las grandes compañías como las pequeñas han implementado medidas en favor de la sostenibilidad y para la reducción de emisiones de efecto invernadero, esta acción se ha visto reforzada ahora. La apuesta por la descarbonización y el impulso de las energías renovables es cada vez mayor. Un ejemplo notable fue el anuncio realizado el pasado viernes por Endesa de cerrar sus centrales térmicas de carbón para la producción de electricidad en el 2025.
Tanto Endesa como otras empresas importantes participarán en la cumbre de Madrid, donde a lo largo de las próximas dos semanas presentarán sus nuevos planes para reforzar su compromiso en la lucha contra el cambio climático.
Y lo mismo ocurrirá con las ciudades. La alianza de los municipios contra el calentamiento global crece cada día, con medidas que impactan en la ciudadanía y que permiten una reducción de las emisiones. Un ejemplo es Pontevedra, cuyo alcalde, Miguel Anxo Fernández Lores, fue invitado para exponer su experiencia en su apuesta por alcanzar una urbe sostenible.
La pelota queda en manos de los Gobiernos y los políticos, que nunca antes como ahora se habían encontrado con una presión pública semejante que los insta a tomar medidas contundentes. La organización espera a unas 50 autoridades, entre jefes de Estado y de Gobierno, a los que hay que sumar un gran número de ministros.
La primera respuesta a este llamamiento de la ciudadanía lo acaba de ofrecer el Parlamento Europeo, que el pasado viernes aprobó una resolución de emergencia climática por la que insta a la Comisión, los Estados miembros y a las instituciones globales a «llevar a cabo las acciones concretas necesarias para luchar y contener esta amenaza antes de que sea demasiado tarde».
Pero el verdadero compromiso de la UE debe materializarse en la cumbre de Madrid con un plan más ambicioso en el recorte de emisiones de efecto invernadero. «Nuestra casa está en llamas. El Parlamento Europeo ha visto el fuego, pero no basta con quedarse con los brazos cruzados. Para apagarlas, tenemos que tomar medidas inmediatas en línea con la ciencia», explica de forma gráfica Sebastian Mang, asesor de política climática de Greenpeace en la UE. Si Europa ha liderado siempre el combate contra el calentamiento global, en esta ocasión no solo tendrá que mantener su esfuerzo, sino aumentarlo.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, al igual que varios Gobiernos de la UE, entre ellos España, Francia, Países Bajos, Portugal, Suecia, Finlandia y Dinamarca, han propuesto que los socios comunitarios aumenten hasta el 55 % su objetivo de reducción de emisiones para el 2030 con respecto a los niveles 1990. De cara al 2050, la finalidad es alcanzar las emisiones cero. Sin embargo, el acuerdo inicial, sobre el que deberá dirimir la Comisión justo en la recta final de la cumbre de Madrid, solo alcanza una disminución del 55 %. España apoyará un acuerdo de máximos.
La presidencia de la conferencia sigue recayendo en Chile
Aunque la COP 25 se celebre ahora en Madrid, después de trasladarse a Santiago una vez el recién presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, declinase ser el anfitrión, la presidencia de la cumbre permanece en Chile. En la gestión que realice la ministra de Medio Ambiente de este país, Carolina Schmidt, recaerá en buena parte el éxito o el fracaso de las negociaciones con el fin de intentar que las 196 partes aumenten sus compromisos en la reducción de emisiones de efecto invernadero. En cualquier caso, la representante chilena contará con la colaboración de su homóloga, Teresa Rivero, la ministra de Transición Ecológica de España. Rivero cuenta con una experiencia muy amplia en las cumbres climáticas y está reconocida como una de las negociadoras más expertas, aparte de ser una profunda conocedora de los pormenores de cada una de las delegaciones. La presidencia de la conferencia es clave, como demostraron en la reunión del 2015 de París François Hollande y su ministro de Medio Ambiente. Gracias a ellos existe el Acuerdo de París.