«¡A este guapetón tan alto lo quiero para mí!»

Melchor Sáiz-Pardo MADRID / COLPISA

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El Urdangarin más jovial de los últimos años se ha ganado a la comunidad del Hogar Don Orione en sus primeras 8 horas fuera de la cárcel

28 nov 2019 . Actualizado a las 10:54 h.

Sonriente. Con muy buen aspecto a pesar de su delgadez. Con una expresión en la cara que no se le veía en público desde hace años. Incluso devolviendo el saludo a la prensa a la que esquivaba por todos los medios en sus últimos días en libertad.

Iñaki Urdangarin, dicen en el Hogar Don Orione, se metió en el bolsillo en cuestión de horas a los internos y el personal de la residencia de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, donde ayer comenzó a hacer voluntariado dos veces por semana (martes y jueves) con la autorización del juez de Vigilancia Penitenciaria y a pesar del criterio en contra de Fiscalía y, sobre todo, de Instituciones Penitenciarias. El Ministerio del Interior temía —con acierto— el circo mediático que a rodean estas salidas y que ayer comenzó a instalar su carpa con más de medio de centenar de periodistas a las puertas de la residencia religiosa. Pero a Urdangarin no pareció importarle todo el lío que se montó a su alrededor.

Los trabajadores que estuvieron con el exduque las seis horas que permaneció en el centro en su primer día de permiso de salida afirman que estuvo especialmente relajado. Incluso «muy risueño». Aceptando sin problemas las bromas más osadas como cuando uno de los internos, nada más llegar, se le abrazó al grito de «¡A este guapetón tan alto lo quiero yo para mí!». Urdangarin se halló cómodo desde el principio en el Hogar Don Orione, en un ambiente en las antípodas de la seriedad, oficialidad, soledad y secretismo de la cárcel de Brieva en la que lleva interno desde hace quince meses.

La obsesión del Ministerio del Interior para evitar cualquier imagen del preso o datos sobre su vida en prisión saltó por los aires en cuestión de minutos de la mano de Paco Sánchez, el dicharachero director de la residencia, convertido gustosamente en una suerte de maestro de ceremonias ansioso por enseñar las bondades de su centro, aunque quizás poco consciente de la envergadura del fenómeno mediático al que ha acogido como voluntario.

Urdangarin se puso manos a la obra nada más llegar, según relató Sánchez, quien incluso ofreció una rueda de prensa (con café incluido) en el salón de actos de la residencia para explicar los pormenores del primer día de voluntariado del exdeportista. «Iñaki está muy agradecido de poder ayudar. Está tranquilo. Está contento. Todo está siendo muy fácil. Hemos llegado a un acuerdo enseguida», relató Sánchez.

Urdangarin abandonó la cárcel a las nueve de la mañana a bordo de un coche al que se permitió entrar en el recinto penitenciario. Se trataba de un vehículo «k» (camuflado) oficial del Ministerio del Interior, con un chófer policía y otro escolta más.