La Patrulla Águila, una escuela de valientes que se la juegan a cientos de metros de altura

Alexia Salas MURCIA / COLPISA

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La Patrulla Águila en A Coruña durante el Festival Aéreo Internacional celebrado en julio del 2014
La Patrulla Águila en A Coruña durante el Festival Aéreo Internacional celebrado en julio del 2014 PACO RODRÍGUEZ

Han protagonizado vuelos históricos y aterrizajes al límite no tan aciagos como el del comandante Marín, que murió durante un entrenamiento en La Manga del Mar Menor

01 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Decisiones que se toman en décimas de segundo, a cientos de metros de altura y con la sangre corriendo por el cuerpo como una coctelera. Los pilotos militares evitan sin embargo hablar de héroes. Prefieren llamarse «profesionales», porque han sustituido la bravura de los aviadores pioneros por el exigente plan de estudios en la Academia General del Aire (AGA) de Murcia, el riguroso entrenamiento previo y una minuciosa preparación de cada vuelo.

Aún así, cabe preguntarse si los pilotos están hechos de una materia especial, a prueba de situaciones límite. La memoria de valor colectivo que ha quedado en casi un siglo de funcionamiento de la base de San Javier -desde 1929, aunque la AGA se creó en 1943-, incluye no solo panteones de pilotos, sino también un firmamento de estrellas que protegieron un aterrizaje aciago o un despegue desafortunado.

El comandante Retuerto fue el primero que incorporó en la Patrulla Águila el looping invertido. «Las sensaciones son superextrañas, estás viendo el cielo boca abajo y tienes que ir ajustando el avión trazando un círculo lo más redondo posible y confiar mucho en tus referencias», cuenta Rubén Pérez, exjefe de los águila. Durante cuatro años ejecutó acrobacias como el looping invertido. Pérez le enseñó a hacerlo al comandante Francisco Marín, ex águila, fallecido el pasado lunes tras estrellarse con un C-101, «para empezar y terminar a la misma altura». 

Fuerzas G

La presión de las fuerzas G (aceleración con la que caen los cuerpos) juega con el flujo sanguíneo de los pilotos mientras su cerebro usa el riego mínimo para otra maniobra. Si la complejidad de hacer dibujos en el aire en formación es alta, «por separado llevas al límite la presión negativa y positiva», explica el piloto, quien destaca la caída a velocidad cero que realiza como una hoja de árbol.

«Tienes que tener confianza ciega en el avión. Si retrasas milésimas de segundo la decisión de eyectarse puede ser fatal». No es raro que la mayoría de los accidentes se concentre en las primeras décadas del siglo XX. «La transición democrática lo fue también de material, los aviones incorporaron radios y había más rotación del profesorado», señala Sempere.

La llegada del Príncipe Juan Carlos fue una «revolución» en San Javier. La del Rey emérito fue la primera promoción que voló en la Mentor, que se despidió de la pista con la de su hijo Felipe. Cuentan que, para frenar la euforia de los alumnos, escondían en los aviones un medidor de alturas, que si daba una medida desproporcionada se traducía en un castigo. Algún instructor le sopló al entonces príncipe: «Alteza, que lleva ahí el cacharro».