La guerra comercial deja a Alemania al borde de la recesión

P. Baelo BERLÍN / CORRESPONSAL

ACTUALIDAD

IAN LANGSDON

Merkel, dispuesta a romper la disciplina fiscal para inyectar 50.000 millones a su economía

28 ago 2019 . Actualizado a las 09:08 h.

«Ellos se van de vacaciones y nosotros pagamos sus rescates». Los titulares de este tipo copaban la prensa alemana durante los años más duros de la crisis de deuda. Tanto los medios sensacionalistas como los más prestigiosos del país se hicieron eco de la postura del Gobierno de Angela Merkel, que bajo la batuta del entonces ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble predicaba con mano de hierro la austeridad que a su juicio incumplían sus vecinos del sur de Europa.

Pero ahora que, tras diez años de bonanza, la amenaza de recesión -el PIB germano cayó una décima entre abril y junio- se cierne sobre la economía alemana, el Ejecutivo de la gran coalición parece dispuesto a infringir su doctrina del equilibrio presupuestario. «No hay intención de seguir ahorrando en caso de que se confirme el pronóstico», aseguran fuentes de la cancillería que piden mantenerse anónimas. Se refieren al informe mensual publicado días atrás por el Bundesbank, según el cual la recesión podría golpear a la locomotora europea en el tercer trimestre. El banco central germano le echa la culpa al brexit, a la actual normativa sobre el uso de los motores diésel, y sobre todo, al proteccionismo de Estados Unidos, que ha provocado una guerra comercial sin precedentes con China y la consecuente caída de los pedidos industriales y de la demanda de los productos Made in Germany. Las exportaciones cayeron un 1,3 % en el segundo trimestre. 

«Alemania tiene recursos para enfrentar una crisis como la del 2008», asegura el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, para intentar tranquilizar a los mercados y al resto del continente, que teme un efecto contagio. Sin embargo, él es el primero que es consciente de que la economía alemana depende fundamentalmente de las exportaciones. De ahí que su departamento esté preparando un paquete de estímulos dirigido a fomentar la producción y el consumo, así como evitar un aumento del desempleo durante una fase de recesión.

Un plan de emergencia que incluye también medidas energéticas y laborales, y al que el Gobierno destinaría unos 50.000 millones de euros, según ha confirmado el propio Scholz. Sus palabras han abierto un debate entre los que reclaman más flexibilidad para impulsar la economía, y aquellos que apuestan por continuar limitando el gasto público, pese a que Alemania presenta un excedente presupuestario de 45.300 millones (el 2,7 % de su PIB), y una deuda dos puntos inferior al 60 % del PIB que fija Bruselas.

La propia líder de la CDU y delfina de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer, insiste en que el equilibrio presupuestario no es más que un objetivo político que nació con Schäuble en 2010 y que admite excepciones en momentos de crisis.