El reparto de poder en la UE, a merced de oportunismos y enemistades
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Los líderes europeos se reúnen en Bruselas para desbloquear la designación de los altos cargos
30 jun 2019 . Actualizado a las 09:04 h.Ola de calor y cumbre dominguera para acabar y empezar la semana en Bruselas. Ese es el plan veraniego que se han fijado los líderes de la UE tras el fracaso de la última reunión convocada para hacer el reparto de los altos cargos comunitarios.
Los Veintiocho acuden al Consejo Europeo de urgencia. Necesitan desatascar las negociaciones sobre quién se hará con los timones de la UE y necesitan hacerlo antes de las 10.00 del martes, cuando la Eurocámara tiene previsto votar a su futuro presidente. «Necesitamos un nombre», explicaron esta semana los portavoces de los grupos políticos. De lo contrario, el Parlamento Europeo se verá obligado a suspender la sesión. La institución no puede funcionar sin un capitán.
Sin encaje
Paquete conjunto. Pero, ¿qué piezas faltan para completar el puzle? Todas. Los puestos para dirigir la Comisión Europea, la Eurocámara, el Consejo Europeo, la cartera de diplomacia Exterior y el Banco Central Europeo (BCE) son un paquete que se negocia de forma conjunta y todavía no se ha hallado una fórmula para encajar la composición. La falta de consenso es tan flagrante que el presidente del Consejo, Donald Tusk, se ha visto obligado a alargar la cita hasta el desayuno de mañana, sin garantías de éxito. Los intereses contrapuestos, los personalismos, las rencillas partidistas, las animadversiones internas, los criterios de elección (geográfico y de género) y hasta el estado de salud de algunos candidatos potenciales podrían cortar la digestión a los Veintiocho.
Candidatos difuntos
Falta de consenso. El principal escollo sigue siendo la enorme hostilidad que despierta en toda la UE el candidato a presidir la Comisión Europea por el partido que venció en las elecciones (PPE), Manfred Weber. La alianza de socialdemócratas y liberales emergió para frenar su designación y arrebatar el monopolio del poder a los conservadores. Ni siquiera lo quieren algunos miembros de su propia familia política, como el Fidesz húngaro. En Bruselas y otras capitales europeas consideran al alemán un candidato difunto, un cromo con el que la canciller alemana, Angela Merkel, podría obtener su tesoro más preciado: la presidencia del BCE para alguno de sus protegidos. Por si quedaban dudas, el presidente francés, Emmanuel Macron, le dio la estocada final al segurar que «tengo poca experiencia política, pero, a diferencia de Weber, yo fui ministro», criticando su falta de experiencia ejecutiva. El problema es que la caída del alemán acabará arrastrando al candidato socialdemócrata, Frans Timmermans. El presidente español, Pedro Sánchez, admitió que no tiene apoyos suficientes y no los tendrá. Su nombre provoca urticaria en algunos países del centro y este de Europa por su batalla infatigable contra la deriva antidemocrática de gobiernos como el húngaro y el polaco. A pesar de estar virtualmente fuera de la carrera, la portavoz del grupo en la Eurocámara, Utta Tuttlies, asegura que «apoyamos plenamente a nuestro candidato».
Terceras vías
Liberal u otra opción. Nadie quiere a Weber y Timmermans no tiene apoyos, así que los ojos se han puesto en la actual comisaria de Competencia, Margrethe Vestager. Aunque la liberal cumple con varios criterios, hay tres problemas que dificultan su elección: su familia fue tercera fuerza en las elecciones, no apoyaron el proceso para designar candidatos y Macron no la ve con buenos ojos porque ha dado muestras de actuar por libre y sin plegarse a sus demandas. La urgencia de explorar otras opciones ha hecho emerger terceras vías. El negociador europeo del brexit, Michel Barnier, o incluso la actual jefa del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, han sonado para heredar el trono de Jean-Claude Juncker. En esta batalla por los mandos de la UE también entran primeros ministros. El belga Charles Michel o el holandés Mark Rutte están de salida en sus respectivos Ejecutivos. En las quinielas también han aparecido la búlgara Kristalina Georgieva para la diplomacia europea, un puesto al que sigue aspirando el ministro de Exteriores español, Josep Borrell.