Entona el mea culpa por no intervenir a tiempo en la campaña del brexit
08 may 2019 . Actualizado a las 07:59 h.La legislatura llega a su fin en Bruselas. A dos semanas y media de que los europeos acudan a las urnas, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, quiso salir ayer al ruedo para movilizar a los votantes. Y lo hizo tirando de hemeroteca, donde los claros y oscuros se alternan. El luxemburgués no tardó en entonar el mea culpa cuando se le preguntó si se arrepentía de algo. Lo tuvo claro: su falta de reacción cuando estalló el escándalo Luxleaks y su inacción durante la campaña del referendo para el brexit. «Me arrepiento de escuchar demasiado al Gobierno británico de (David) Cameron. El primer ministro de entonces me pidió que no interviniera. Fue un error no hacerlo porque hubiéramos sido los únicos en destruir las mentiras que se difundieron entonces. Me equivoqué al quedarme callado en un momento importante», admitió. Como a muchos otros líderes políticos, a Juncker todavía le cuesta entender qué es lo que quieren los británicos y por qué decidieron adentrarse en el laberinto del brexit. «Nadie entiende a Inglaterra, pero todo el mundo entiende el inglés», ironizó. Ayer también le embargó el desánimo al evocar el futuro rol de bloqueo del país en la UE. «¿Tiene miedo de que se queden?», fue interpelado. «No, ni esperanzas», replicó lacónico.
También tuvo tiempo para colgarse medallas y apuntar con el dedo a quienes hicieron de menos el proyecto europeo a lo largo de los últimos cuatro años y medio. Empezó por evocar su papel de mediador y defensor de Grecia cuando al país heleno lo dejaron a los pies de los caballos: «Uno de los principales logros ha sido mantener a Grecia dentro de la zona euro a pesar de todas las críticas y de las invitaciones a expulsarla. Estoy orgulloso de ello», subrayó sacando pecho e ignorando la complicidad de su Ejecutivo con las duras recetas decretadas desde Berlín.
El conservador no escondió su decepción por la falta de valentía política en la UE, donde muchos líderes han decidido abrazar las tesis de los ultras: «Algunos dirigentes gubernamentales y de las principales familias políticas muy a menudo siguen a los populistas», se quejó sin apuntar con el dedo al más paradigmático de todos ellos: el conservador húngaro Viktor Orban. También puso en cuarentena a los que, desde alas más moderadas, contribuyen a mortificar a las instituciones comunitarias para conseguir rédito político en sus países: «El voto reaccionario, ultranacionalista es también resultado de las políticas nacionales, que no han cubierto las expectativas de los ciudadanos (…) El discurso político en Europa ha perdido nivel, tanto en los Estados miembro como en la UE», se quejó antes de pedir a políticos y ciudadanos que combatan el próximo 26 de mayo a los radicales y extremistas «no con ataques personales, sino con hechos».