Pablo Casado y la fábula del rey desnudo

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado MADRID / LA VOZ

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Pablo Casado
Pablo Casado SUSANA VERA | Reuters

La cúpula del PP sugiere incluso que la resistencia demostrada por Sánchez puede ser un buen espejo en el que mirarse para intentar conquistar el poder tras haber tocado fondo

30 abr 2019 . Actualizado a las 11:03 h.

La resaca en Génova 13 tras el batacazo electoral fue dura. No podía ser de otra manera después de comprobar cómo se esfumaban 71 de los 137 escaños con los que contó la bancada popular en la pasada legislatura. «¿Cómo hemos llegado a esto?», se preguntaba una trabajadora de la sede central que todavía no daba crédito, y desprendiendo sus más que razonables dudas de volver a vivir algo parecido el 26 de mayo con las municipales, autonómicas y europeas. Ella misma ofrecía una respuesta: «Nos hemos ido demasiado a la derecha».

Es la sensación que reina dentro de la gran familia del PP. El rumbo emprendido por Casado cuando se hizo con el timón del partido el pasado verano, quien, ansioso por cortar la herida de Vox, despreció por completo el centro del tablero, ha sido el factor más determinante para que los populares cosecharan el peor resultado en toda su historia.

Tan pronto asumió la dirección de la nave, Pablo Casado se lanzó a moldear un PP a su imagen y semejanza. Incapaz de integrar a los representantes de otras facciones, el poco experimentado líder popular se rodeó exclusivamente de sus más fieles, todavía con menos experiencia que él. Envalentonado por unas primarias en las que se impuso con más astucia que apoyos, liquidó de la dirección y de las listas todo lo que sonase a marianismo. Sáenz de Santamaría, Maíllo, Montoro, Báñez, Hernando, Nadal y otros muchos fueron laminados o recolocados en plazas menores sin recibir siquiera una llamada. Por otra parte, y cegado por los consejos de Aznar, incorporó a su proyecto a varios pupilos del presidente de la FAES que en los últimos años se habían distanciado del PP molestos por la condescendencia que había mostrado Rajoy en determinados asuntos, como el desafío secesionista. A estos hijos políticos de Aznar hay que sumar el fichaje para sus candidaturas de independientes sin experiencia en la cosa pública. Como en El rey desnudo, acabó rodeado en su corte de aplaudidores y mediocres, incapaces de decirle al monarca que marcha por la vida sin ropa.

Casado y su guardia pretoriana ordenaron ayer un cierre de filas que confían en mantener hasta el 26M debido a que a nadie en el partido le interesa afrontar unos comicios sumidos en una guerra interna. Pero lo cierto es que las críticas, más o menos claras y abiertas, ya han comenzado a aflorar. Prueba de ello es que ayer salió de forma inesperada su número dos, Teodoro García Egea, para pedir tiempo y confianza en su líder. «Es un proyecto a largo plazo», alegó, dando a entender que ni se le pasa por la cabeza dimitir. «Durante los próximos cuatro años el líder de la oposición se llama Pablo Casado», intentó zanjar, alegando que otros dirigentes disfrutaron de «hasta cuatro» intentonas. Casado pide la paciencia que no tuvo en su día con el rival que este domingo le sacó los colores, ya que en junio del 2016 pidió la cabeza de Sánchez tras haber obtenido este 84 diputados, 18 más de los que ahora tiene el PP. No es «homologable», argumentó García Egea, agarrándose a la «fragmentación» política. Las tornas han cambiado de tal manera que ahora incluso se señala a Sánchez como un espejo en el que mirarse. «Habrá que leer Manual de resistencia» (su autobiografía), bromeaba ayer un alto cargo. De momento la autocrítica no existe tras una campaña con tantos errores como kilómetros.

Aznar sale en su defensa

El mea culpa brilla por su ausencia. Y la justificación que se ofreció ayer en Génova coincide plenamente con la lectura de la FAES de las elecciones. La fundación presidida por Aznar emitió un comunicado en el que achaca los resultados a la «suicida canibalización» del centroderecha, una «fragmentación» con la que urge acabar cuanto antes.

Además de su renuncia al centro y de su incapacidad para aglutinar a las familias del partido, el PP de Casado tropezó en otros aspectos. El pacto con Vox mediante el que conquistó Andalucía se convirtió en el triunfo de una batalla que le hizo perder la guerra. La foto de Colón resultó decisiva para que Sánchez lograse una elevadísima movilización del electorado de izquierdas. Casado también falló en las listas, con papeles protagonistas para Suárez Illana o toreros sin tablas para la primera división de la política. Todavía nadie se explica cómo se postuló como el primer candidato dispuesto a bajar el salario mínimo, ni cómo el último día de campaña le abrió las puertas del Gobierno a Vox.