El presidente gallego respaldó al nuevo líder popular para renovar el partido, no para dar el claro giro derechista que ha impuesto
01 abr 2019 . Actualizado a las 15:45 h.Fue cuestión de tiempos. Poco después de que Pablo Casado fuera elegido como nuevo líder PP, Alberto Núñez Feijoo me explicó que, aunque había sopesado si optar o no la presidencia del PP nacional, la premura con la que Rajoy planteó el congreso del partido, dejándole solamente quince días para presentar su candidatura, le facilitó la decisión de mantenerse en Galicia para completar su mandato, tal como había prometido. Sin asomo de crítica en sus palabras, había cierto tono de amargura en su explicación de que dejar abandonada la Xunta en dos semanas sin organizar su relevo y una renovación tranquila en el PPdeG habría sido una traición a los suyos.
Pero Feijoo dijo algo más. Aseguró que a él no le sorprendió la para muchos inesperada decisión de Pablo Casado de presentar su candidatura. El motivo era que, antes de pensar siquiera que Rajoy acabaría siendo apartado del Gobierno, llevaba tiempo hablando y compartiendo ideas con Casado sobre cómo debía ser el modelo futuro de partido una vez que Rajoy abandonara el liderazgo. Se sobreentiende que en esas conversaciones se daba por hecho que sería Feijoo quien acabaría presidiendo el PP. Y que era Casado quien le animaba a dar ese paso cuando correspondiera, garantizándole que contaría con su apoyo.
La moción de censura y la inmediata espantada de Rajoy, que forzó un relevo inmediato para retornar cuanto antes a su plaza de registrador de la propiedad, trastocó esos planes y aceleró los acontecimientos. Una vez que Casado comprobó que Feijoo no daba el paso de postularse cuando se abrió el plazo para ello, fue él quien presentó su candidatura. Feijoo, intentando mantener una neutralidad institucional, no expresó su apoyo al ahora líder del PP, aunque este fuera evidente, especialmente en la segunda vuelta de las primarias, cuando la alternativa era Soraya Sáenz de Santamaría. El apoyo de Feijoo, por tanto, fue clave en la victoria de Casado.
Lo que parece difícil de creer es que en aquellas conversaciones sobre el futuro del PP que ambos mantenían, el proyecto del que hablaban fuera el del brusco giro a la derecha que ha acabado imponiendo Casado. Y no tanto por sus posiciones de firmeza en torno a Cataluña, en donde puede haber claras coincidencias, sino en el hecho de que el nuevo PP haya reabierto debates como el del aborto, el de una recentralización de competencias o el cuestionamiento de la ley contra la violencia de género. Giros reaccionarios con los que Feijoo nunca ha comulgado.
El golpe final a esa especie de traición al modelo de partido que compartía con Casado ha sido el encumbramiento de Cayetana Álvarez de Toledo. La «Messi del PP», según el nuevo líder popular, se explayó en muchas ocasiones contra Feijoo, tachándolo de ser igual de dañino para España que los nacionalistas. Y tampoco ayuda el hecho de que se recupere a Aznar para decir que «en el PP de ahora» sí se puede confiar. Feijoo arrimará el hombro en la campaña, aunque este no sea su proyecto. Pero, de haber sabido hacia dónde iba a conducir Casado al PP, es dudoso que le hubiera ayudado a convertirse en el nuevo líder.
Pastor, única figura de talla en el Congreso si falla Casado
La diferencia entre el éxito y el fracaso no va a estar en número de diputados que obtenga cada partido. Si Pedro Sánchez, por ejemplo, ganara las elecciones y obtuviera además una cifra de diputados superior a los 110 que consiguió Rubalcaba, alguien podría considerarlo una gesta. Pero si no logra gobernar, sería un fracaso. Y si Pablo Casado obtiene el peor resultado histórico del PP, podría entenderse como un descalabro. Pero si logra gobernar, en Génova brindarán con champán. Pocos dudan de que Sánchez seguirá aunque fracase. En el PP, sin embargo, no está tan claro. Y, mirando lo que va a haber en el Congreso, entre los populares la única figura de peso político si Casado tira la toalla es Ana Pastor.
El regreso de Aznar rompe la idea del PP de alejarse de Vox
La reaparición de José María Aznar como mitinero del PP, y sobre todo las formas mostradas en esa especie de rehabilitación política, han causado algo cercano a la depresión en una buena parte del partido que, sin renegar en absoluto del pasado del PP, lleva tiempo intentando construir un modelo de fuerza política distinta que equipare a la derecha moderada española a lo que son las fuerzas conservadoras en el resto de la Unión Europea. Presentarse como una especie de matón político que reta a quienes critican al PP a decírselo a la cara y en la calle si tienen arrestos, no es precisamente la mejor fórmula para tomar distancia con quienes, como Vox, confunden pasión política con testosterona.
Iceta y Suárez destrozan la estrategia de Ferraz y Génova
Diseñar una campaña electoral es un trabajo complicado. No se trata solo de fabricar argumentarios, mantras y discursos, sino también de escoger el marco en el que cada partido quiere jugar la partida. Todo ese trabajo de planificación está muy bien sobre el papel cuando se presenta el plan. Pero siempre existe en cada fuerza política alguien capaz de tirarlo por la basura a las primeras de cambio. El PSOE pretendía que no se hablara de Cataluña. Pero ahí está Miquel Iceta para decir que puede haber referendo de independencia en diez años. El PP pretende pasar de puntillas sobre el aborto. Pero ahí esá Adolfo Suárez Jr. para comparar la ley del aborto con los neandertales.