Tusk condiciona la prórroga del «brexit» a que Westminster apoye el acuerdo

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el presidento del Consejo Europeo, Donald Tusk
El presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el presidento del Consejo Europeo, Donald Tusk JOHN THYS | AFP

May someterá el texto a votación lo antes posible para evitar el precipicio del día 29

21 mar 2019 . Actualizado a las 07:58 h.

La coreografía dramática del brexit continúa a nueve días de la despedida oficial. La ansiada carta de la primera ministra Theresa May pidiendo tiempo muerto llegó este miércoles a Bruselas, aunque muchos albergaron dudas hasta el último momento. «Perdemos mucho tiempo pensando qué quieren hacer los británicos y al final siempre hacen lo contrario (...) He renunciado a entenderlos», aseguraba este miércoles con pesimismo una alta fuente diplomática. Pero, contra todo pronóstico, la lógica se impuso y la misiva llegó a los cuarteles del Consejo Europeo.

Sobre la mesa de su presidente, Donald Tusk, dos peticiones: una prórroga corta hasta el 30 de junio y la aprobación formal a Veintisiete del pacto de Estrasburgo. Ese pacto, sellado entre May y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, para blindar la temporalidad de la salvaguarda de la frontera irlandesa, es el trampolín que quiere utilizar la premier para salvar las reticencias del portavoz de la Cámara de los Comunes, John Bercow, quien se niega a celebrar una tercera votación del acuerdo del brexit hasta que la líder tory consiga «cambios sustanciales» en la propuesta.

May se compromete a convocar la tercera votación «lo antes posible», pero Tusk dejó claro que los tiempos también los marca la UE. Los Veintisiete quieren ver a Westminster dando luz verde al acuerdo antes de lanzar el salvavidas al Reino Unido. «Una extensión corta es posible, pero condicionada al voto positivo de la Cámara de los Comunes al acuerdo de salida», deslizó este miércoles el polaco, quien evitó proponer una nueva fecha. Eso es algo que tendrán que debatir los líderes europeos este jueves por la tarde en Bruselas. Hasta allí se desplazará May para explicar con detalle sus planes. Tendrá que esmerarse porque cancillerías como la francesa y la holandesa ya no se fían de ella. «Preferimos una extensión corta, antes del 23 de mayo, pero en este momento ni es evidente ni es automática», asegura una fuente diplomática gala.

Líneas rojas

Francia, Holanda y España mantienen reservas en torno a una extensión corta que no sea meramente técnica. ¿Podría interferir en los comicios europeos? Eso es lo que temen. «No pondremos a la UE en peligro. Esa es nuestra línea roja. Necesitamos analizar las consecuencias legales. No se trata solo de una discusión política. También es legal. Las elecciones restringen considerablemente el tiempo de esa extensión», aseguran fuentes diplomáticas holandesas. El Gobierno de Mark Rutte quiere dejar el brexit listo en las dos primeras semanas de abril.

Pero, ¿y si a la tercera no va la vencida? ¿Qué pasa si May encaja una nueva derrota en Westminster? La pelota volverá al tejado de la premier quien, dado el ínfimo tiempo que queda para el divorcio, tendrá que optar por el freno de mano de urgencia al artículo 50 o el precipicio.

Todos los escenarios están abiertos y nadie descarta una salida accidental si los cálculos políticos fallan. «Aunque la fatiga creciente del brexit es visible y justificada, no podemos rendirnos y dejar de buscar una solución positiva hasta el último momento», trató de alentar este miércoles Tusk, ante el desánimo y la decepción generalizada. Los Veintisiete esperan que los corsés cada vez más ceñidos de la UE y May fuercen a los indisciplinados diputados británicos a aprobar esta vez el acuerdo de salida. Aunque sea tapándose la nariz.

Los «brexiters» ganan la batalla al Gobierno y al partido

Rita A. Tudela

Es el gran secreto a voces de Westminster y muchos empiezan a cansarse de que Theresa May ponga al sector más duro a favor del brexit por delante del bienestar del país y de estabilidad de su propio partido, pero este miércoles una vez más, con su solicitud a Bruselas de extensión del Artículo 50 del Tratado de Lisboa hasta el 30 de junio, quedó confirmado que son los brexiters los que llevan la batuta en la complicada negociación.

En la carta de la primera ministra británica al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, repite de nuevo que la prioridad de Londres es dejar la UE con acuerdo y no prolongar la extensión más allá de esa fecha. May explicó, entre gritos de «dimisión» de algunos diputados, que pretende presentar propuestas para una tercera votación. Si finalmente la supera, la extensión del brexit dará la Cámara de los Comunes tiempo para considerar el acuerdo de salida. Pero si no ocurre, Londres tendrá que decidir cómo proceder.

Desde la campaña People’s Vote, que ha convocado una manifestación masiva el sábado en Londres, defienden que se utilice la citada prórroga para que los británicos se pronuncien sobre los términos de la salida o si desean permanecer en ella. Su director, James McGrory, cree que una nueva consulta es «la única manera de salir de la catástrofe» en la que se encuentra el país.

Ajena a las peticiones, May mantuvo una reunión con los líderes de los principales partidos para discutir la carta que envió a Tusk. No todos recibieron con los brazos abiertos su estrategia, de hecho, la responsable de los Verdes, Caroline Lucas, criticó que quisiera buscar el consenso «solo después de que la carta hubiera sido enviada» y le reprochó que ni siquiera mandase una copia de la misma a los diputados.

Lucas y otros parlamentarios tienen claro que May envió su solicitud de prórroga para tener contento al poderoso Grupo Europeo de Investigación (ERG), el ala de los conservadores favorables a la salida dura, cuyos miembros piden en secreto a los países de la UE que veten cualquier extensión de brexit. La prensa británica especula que la iniciativa que lideran los diputados Daniel Kawczynski, Craig Mackinlay y Owen Paterson, les llevó a mantener reuniones con miembros de alto rango de los Gobiernos húngaro, checo y polaco. Uno de ellos, explicó al Daily Express que no estaba seguro del éxito de la operación, pero al menos «lo intentamos».