Los padres ha sido detenidos y están acusados de un presunto delito de homicio. Los servicios sociales habían abierto un expediente por los problemas mentales de ambos y la desatención a los niños
15 mar 2019 . Actualizado a las 20:44 h.Los dos niños de Godella (Valencia) hallados muertos este jueves habrían fallecido a golpes, ya que presentaban numerosas contusiones en la cabeza, según los primeros datos. Los cuerpos de los menores, una niña de cinco meses y un niño de tres años y medio, aparecieron enterrados en una fosa con evidentes signos de violencia, por la que la principal hipótesis apunta a una muerte violenta.
El padre ha quedado también detenido por su supuesta relación con este suceso, por el cual está arrestada ya desde ayer la madre de los niños. Ambos están acusados de un presunto delito de homicio y pasarán previsiblemente este sábado a disposición judicial.
«Están todos muertos», afirmó Gabriel cuando la Guardia Civil le preguntó dónde estaban sus hijos y su mujer. La terrible frase la pronunció el hombre con la voz entrecortada cuando dos agentes acudieron a la casa en ruinas del municipio valenciano de Godella donde malvivía la pareja con sus dos hijos, un bebé de tres meses y un niño de casi cuatro años, desde hace dos años.
Eran las siete y media de la mañana. Pocos minutos después, un amplio operativo policial comenzó para buscar a los dos menores y a su madre en esta zona de campos abandonado. Un perro adiestrado de la Guardia Civil encontró a la mujer sobre las once de la mañana. La joven estaba aturdida dentro de un bidón, pero los niños no estaban con ella. La angustiosa búsqueda de los menores continuó hasta las 19:30 horas, cuando los investigadores de la Guardia Civil lograron convencer a la madre para que les llevara hasta el lugar donde estaban sus hijos. Convencidos de que los pequeños se encontraban muy cerca de la caseta de campo, los guardias civiles que asumieron la investigación del caso trasladaron a la mujer al lugar y ella se derrumbó. Era la principal sospechosa de dos infanticidios. La joven no había colaborado tras ser interrogada en el cuartelillo, pero al final confesó e indicó a los agentes dónde había enterrado los cuerpos. Tras retirar la tierra con cuidado, los guardias civiles comprobaron la poco profundidad de la fosa. El macabro hallazgo dejó a los investigadores sumidos en una profunda tristeza.
Más de un centenar de efectivos habían participado durante cerca de doce horas en el dispositivo de búsqueda de los niños. Sus esfuerzos habían sido en vano. La desaparición en extrañas circunstancias de los niños, sin que sus padres aportaran datos sobre su paradero, movilizó a un gran número de patrullas de la Guardia Civil para rastrear pozos, acequias, piscinas y caminos, con el apoyo también de policías locales y bomberos de la Diputación.
En esos primeros minutos de angustiosa búsqueda, todos los esfuerzos de los agentes se centraron en localizar cualquier rastro de los pequeños o pista que permitiera encontrarlos con vida. Miembros de Protección Civil, guías con perros adiestrados y un helicóptero del instituto armado también se unieron al dispositivo policial a lo largo del día.
Ensangrentado y desnudo
El operativo de rastreo comenzó sobre las ocho de la mañana poco después de que un vecino llamara al 112 porque había visto cómo un individuo, que estaba ensangrentado y desnudo, salía de una casa de campo en ruinas y corría detrás de una mujer en Godella. Tras el preocupante aviso, varias patrullas de la Guardia Civil acudieron al lugar indicado por el testigo: una casa donde reside un matrimonio con problemas mentales, Gabriel y María, y sus dos hijos de corta edad.
Pero la mujer y los dos niños no se encontraban en el lugar. El hombre tenía sangre en su cuerpo y daba vagas explicaciones sobre el paradero de su mujer y los menores. Tras afirmar que estaban muertos, luego dijo que su esposa se había sumergido en el agua de una piscina para reencarnarse en su hijos.
Los agentes se quedaron perplejos cuando escucharon estas palabras. También vieron una pintada en uno de los muros de la casa: «Vais a morir todos». Ante la desaparición de los menores y las claras evidencias de que pudieran estar en peligro tanto ellos como la madre, la Guardia Civil montó un operativo de búsqueda con todas las patrullas que se encontraban en la zona y otras que acudieron de varios cuarteles cercanos. Aún así no fue posible hacer nada por los menores.
Una familia humilde con vida de ocupas
«Vais a morir todos». Esta extraña inscripción con pintura roja llena la parte superior de en una de las paredes de la ruinosa edificación en la que, al menos desde hace dos años, habitaba Gabriel, María y sus dos hijos de corta edad. Varios de los residentes y conocidos de la familia que accedieron a hacer declaraciones (otros prefirieron guardar silencio) reconoce que la casa ocupada en la que ocurrieron los hechos no era un lugar adecuado para que vivieran una bebé de cinco meses y un niño de tres años y medio.
Inicialmente se dijo que los servicios sociales habían abierto un expediente debido a los problemas mentales de los progenitores y la desatención hacia los menores que podía conllevar a la retirada de la custodia. Sin embargo, al menos hasta el miércoles por la tarde, los pequeños seguían habitando bajo este techo inmundo que era la casa que sus padres habían decidido ocupar. Sin que ninguna autoridad lo haya impedido.
Según el delegado del Gobierno, el texto amenazante sobre la pared no guarda relación con el caso, si bien aparece ahora como un nefasto presagio de la fatalidad de la que han sido víctimas dos inocentes. «No sé ni cómo podían vivir allí con los niños, si viven de ocupas, no tienen ni luz, ni agua...», lamentó un vecino que dijo conocer a la familia.
Paradójicamente, ese lugar es una isla de miseria en medio de dos de las urbanizaciones de chalés de mayor prestigio de la provincia de Valencia. El lugar en el que habitaban si siquiera tiene un nombre, como cualquier otra calle. A él se accede por un camino de piedra sólo apto para todoterrenos oculto por un campo de olivos abandonado y una agreste vegetación de matorrales que se eleva más de un metro sobre el terreno. Está a muy pocos metros de un prestigioso colegio de enseñanza en inglés de Rocafort. De nuevo, el contraste entre lujo y miseria.