Iglesias, Abascal, Mas o Valls han puesto en práctica el hiperliderazgo en varias ocasiones para fines electorales
09 mar 2019 . Actualizado a las 13:41 h.Salió tan mal que hasta Carmen Lomana se coló en primera línea de la foto porque pasaba por ahí. La número dos de Podemos, Irene Montero, admitió la equivocación de publicitar el regreso de Pablo Iglesias de su baja de paternidad con ese cartel, destacando el pronombre «él» a dos días de celebrarse el 8-M y como una figura mesiánica, liderando a las masas puño en alto. También lamentó la polémica generada: «Cometemos un error y somos portada». La imagen, sin embargo, incide una vez más en la importancia del líder en una formación que surgió en los círculos creados alrededor de áreas de debate, barrios y ciudades.
Y eso que la esfera comenzó a trazarse con el rostro de Iglesias en las papeletas de Podemos para las europeas del 2014. El politólogo era una figura creciente en la pequeña pantalla. Las cabezas asentían desde casa mientras debatía con quien fuese y donde fuese, desde un plató plagado de contrarios políticos hasta su propio espacio de reflexión en el programa digital que aún mantiene.
Junto a Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón o Lola Sánchez, decidió que era el momento de dar el salto a la política institucional. El escenario serían las europeas y el instrumento un partido, Podemos, al que ni le dio tiempo a elegir logo. La solución fue poner la cara de Iglesias. «Solo se cambió el símbolo para las papeletas como táctica electoral, no me agrada personalmente», admitió entonces. El cartel del miércoles tampoco le gustó.
El secretario general de Podemos sentó un precedente que continuó al año siguiente Ada Colau. También popular tras su actividad como portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la actual alcaldesa de Barcelona encabezó la lista de En Comú en las municipales del 2015. «Es la cara visible de un equipo plural», respondió luego de que la formación colocase su rostro en la papeleta electoral.
No era el caso de Artur Mas, que en el 2012 optaba a la reelección como presidente de la Generalitat por el extinto CiU, hegemónico en Cataluña. Aparecía con los brazos abiertos sobre un fondo de esteladas y el mensaje, en catalán, «La voluntad de un pueblo». Twitter ya empezaba a ser un termómetro de la actualidad en esa época y muchos vieron en Mas a un Moisés separando las aguas del Mar Rojo.
El «meme» Abascal
Esta semana, Santiago Abascal respondió a un mensaje de Pablo Casado sobre la reconquista encajándose en la cabeza un morrión, el casco típico de los conquistadores de Castilla -un siglo posterior a la llegada de Colón a América, por cierto-. El líder de Vox era, hasta las elecciones de Andalucía, la única figura del partido. Todo se centraba en él y, en ocasiones, se acercaba más a un meme de Internet que a un representante político.
Abascal ha publicado fotografías que terminaron compartiéndose en las redes como parodias. Potenció su figura de «hombre duro» corriendo por el monte sin equipación, bebiendo directamente de charcas o yendo a caballo en un vídeo promocional de la campaña andaluza, en la que volvía a sobar el concepto de la reconquista.
Lo que rozaba el humor acabó por construir una imagen de líder entre sus seguidores, siguiendo una táctica similar a la de Vladimir Putin, al que le gusta compartir fotografías pescando en Siberia con el pecho descubierto o de caza. Uno de los montaje más célebres que circulaban sobre él era cabalgando un oso, también sin prenda en la parte de arriba.
Las críticas suscitadas alrededor del cartel de Iglesias en todos los ámbitos -en principio, él mismo incluido- sugieren que los hiperliderazgos generados desde la izquierda ya no tienen un impacto positivo.
Esa aparente crisis en torno a la figura del jefe no parece afectar al otro bando ideológico. Más bien al contrario. Tras años como único rostro de Vox, en las últimas semanas han aparecido nuevos actores como Javier Ortega Smith o Rocío Monasterio. Eso sí, Abascal se encargó de eliminar cualquier intento de primarias para la candidatura a las generales del 28 de abril.
De Valls a Jesús Gil
Los personalismos no se quedan solo en la foto. El exprimer ministro francés Manuel Valls llegó a Barcelona para presentarse como candidato por Ciudadanos, pero finalmente optó por «una plataforma transversal». Los actos de campaña del aspirante llevan el eslogan Valls BCN 2019, barriendo cualquier trazo naranja del partido de Albert Rivera.
Antes de la llegada de esta nueva política, en España existieron casos de personalismos como el de Jesús Gil, exalcalde de Marbella y fundador de un partido que llevaba su nombre. Otro similar fue Ruiz Mateos, que montó una agrupación con su nombre luego de que le expropiasen el holding de empresas Rumasa.