El diseñador y jurado de «Maestros de la costura» reivindica su vocación de «modista»
09 feb 2019 . Actualizado a las 13:43 h.A Lorenzo Caprile (Madrid, 1967) no le gusta coser. Su parte preferida del oficio de diseñador es modelar sobre el maniquí, montar las piezas, crear una escultura con tela. Con ello se ha convertido en un referente de la moda española, medalla de oro al mérito en las Bellas Artes y creador de espléndidos vestuarios para obras de teatro y musicales. Con su pasión por la moda y sus dotes para la comunicación se convirtió en la gran revelación televisiva como jurado de Maestros de la costura, cuya segunda temporada sigue animando con su temperamento. El programa emitirá su siguiente entrega en La 1, el próximo miércoles, con un homenaje a David Delfín, la confección de un estilismo de baño y la actuación de Brisa Fenoy.
-Unos 12.000 aspirantes quisieron concursar en la segunda edición. ¿Podía intuir que había tanta afición a la costura?
-Afición a la costura no lo sé, pero sí que en el aire había una vuelta a trabajar con las manos, a hacer tus chapuzas en casa, a la carpintería, al corte y confección. La productora del programa, que es muy hábil, supo olfatear estos apetitos sociales y darles forma. Pasó lo mismo con MasterChef. Es una reacción al consumismo desenfrenado, al usar y tirar sin valorar las cosas que usas todos los días.
-Y personalizar la ropa para no llevar todos la misma camiseta.
-Ahí está el auge de la ropa de segunda mano. En esta segunda edición hay muchas pruebas basadas en reciclar prendas vintage, como se dice ahora en esta manía petarda de llamar a las cosas con un nombre extranjero porque parece más elegante. Es una reacción para tener algo único a un precio asequible y no ir igual que tus amigos, que todos sabemos a dónde van a comprar.
-Hablando de nombres, usted siempre se definió como «modista» mucho antes de que existiera el lenguaje inclusivo.
-Es que no tiene nada que ver con eso. En castellano, muchísimos de los sustantivos que definen los oficios y las profesiones terminan con el sufijo -ista, que significa talento para algo, vocación o habilidad. Y no tiene género, igual que ahora hemos tenido «huelga de taxistas» y no «huelga de taxistas y taxistos». No es porque yo haga como los de Podemos, que dicen eso de «somos todas». Es como trapecista, pianista, articulista, electricista, novelista... no tienen género, gracias a Dios. Pero tenemos una única excepción, una aberración lingüística, que es modisto, y que me resisto a usar porque tiene una connotación machista -otra palabra sin género acabada en -ista- que me parece repugnante. Porque una cosa es ir al modisto hombre, que es de Caprile para arriba, y otra cosa es ir a la modista mujer, que es de menor categoría. No tiene nada que ver con el género, que, dicho sea de paso, todas estas tonterías del lenguaje inclusivo me parecen una gilipollez. Hay muchísimos problemas más urgentes en España y gente necesitada que lo está pasando realmente mal como para que se estén destinando partidas de dinero público a comisiones, libros y folletos. No creo que haya ningún clamor social para corregir la ley de la economía del lenguaje, que es que si puedes utilizar una palabra en lugar de tres, utiliza una.
-¿Se ve con más tablas en esta segunda temporada del programa?
-Me veo igual, quizá un poco más refunfuñón. En eso Julia Otero, mi maestra en el mundo de los medios, me dio la regla de oro de la comunicación, que es que si tú te lo estás pasando bien el público se lo va a pasar igual de bien o mejor. Y yo me lo paso fenomenal y eso se nota.
-En el primer programa amenazó a un concursante con dejar salir «al Caprile que a nadie le gusta ver». Pero ese es el Caprile que le gusta ver al público.
-Sí, porque en el programa te involucras tanto que se te olvida dónde estás y reaccionas igual que en el taller. Lo que pasa es que mi equipo ya conoce mi carácter explosivo y sabe que pego cuatro gritos y luego se me pasa.
-¿Qué le pone más nervioso de los concursantes?
-Que no piensan, que se lanzan. Para ahorrar ochenta minutos es mejor perder cinco al principio y planificar un poco.
-¿Concilia bien la dedicación al programa con el trabajo en su taller?
-¡Fatal! Y doy las gracias a mi clientela, que tiene mucha paciencia, es fiel y me espera. Este es un programa que exige mucho, son muchas horas y, además, nosotros también nos exigimos mucho a nosotros mismos, porque nos implicamos. Para los tres es nuestra vida, es un trabajo muy vocacional.
-Tras las dudas del principio, el sector de la moda se ha volcado con el programa.
-Las dudas iniciales fueron lógicas, porque era algo nuevo y no se sabía lo que estábamos haciendo. Yo mismo fui escéptico al principio. Luego han visto que es un programa respetuoso, con una factura impecable y que te van a ver dos millones de personas todas las semanas.
-¿Y que diría para seducir a quienes aún no lo ven?
-Que quedan seis programas con pruebas muy jugosas, muchas aventuras, giros y una final apasionante, con dos finalistas... ¡Mira! Otra palabra acabada en -ista que me viene fenomenal, porque así no se sabe si va a ser hombre o mujer.
«Me espanta coser; lo hago porque me lo han pedido»
El jurado se ha remangado en la segunda edición de Maestros de la costura y, además de juzgar, también cose en algunas pruebas.
-¿Qué tal le sienta colocarse al otro lado?
-Me espanta coser, no me gusta nada. Para qué te voy a contar una milonga cuando no es verdad. Lo hago porque me lo ha pedido la productora y no se me ha dado mal. Pero disfruto más cortando, modelando en el maniquí, con el patrón, con el aspecto tridimensional y escultórico. El traje de Anne [Igartiburu] de las últimas campanadas, que era una cosa rarísima, lo fuimos montando sobre ella, esculpiendo el tejido sobre su cuerpo. No había patrón.
-Siempre es usted el rey de la elegancia en Nochevieja frente al alboroto de Cristina Pedroche.
-Para gustos, los colores, y yo a Cristina Pedroche la defiendo a capa y espada. Es joven, guapa, tiene cuerpo para lo que le echen, es gamberra y está fenomenal. Si no hace esas travesuras a su edad, ¿cuándo las va a hacer? Lo patético sería que Anne y yo, con nuestra edad y trayectoria, hiciéramos ese tipo de bromas. Y más para La 1...
-Y siempre la viste de rojo, como su icónico vestido de la reina.
-Bueno, en aquel momento no era ni princesa de Asturias, era la señorita Letizia Ortiz. Sí, quizás es el más icónico de mi carrera.
-¿El hecho de ser tan mediático lo limita a la hora de seguir vistiendo a personas como ella?
-No lo creo. Primero, porque la reina dejó de venir a este taller hace muchísimos años, cuando yo no era lo que soy ahora, si es que ahora soy algo. Si algún día decide volver, las puertas están más que abiertas, pero no me quita el sueño. Después de tantos años estoy acostumbrado a clientas que te adoran, te dejan en el olvido, vuelven, desaparecen... Voy a decir una cosa muy políticamente incorrecta: «La donna é mobile». Y no es una crítica, las mujeres son de una manera, los hombres de otra y ya está.