El futuro de ese gran país llamado Venezuela aún no está escrito, pero todo apunta a que las cosas van por el buen camino. Ninguno de los acontecimientos que se han registrado a partir de la juramentación de Juan Guaidó como presidente interino permiten pensar con un mínimo de objetividad que el podrido Maduro tenga bases reales para abrigar esperanzas de seguir como okupa del palacio presidencial de Miraflores hasta el año 2025.
No hay datos objetivos que permitan abrigar esperanzas de que vaya a ser desaloja mañana, pero todo apunta a que, si aún queda un poco de sentidiño a él o su guardia pretoriana, habrán empezado a hacer las maletas para una eventual salida rumbo a La Habana, México D.F. o Montevideo, únicos destinos que parecen tener a su disposición en el momento actual.
A medida que han ido transcurriendo las horas desde la gran erupción del volcán Juan Guaidó el pasado 23 de enero, no se observa ningún indicio de que Maduro haya avanzado en el control de la situación. Más bien todo lo contrario. Las noticias que llegan de los que están viviendo sobre el terreno el momento actual del país ofrecen un dato novedoso: son los malandros, los delincuentes que hasta ahora han crecido a la sombra del régimen, los que están plantado cara a la represión en los barrios populares de Caracas y en ciudades del país que en las últimas décadas han sido feudos del chavismo-madurismo atrincherado en Miraflores.
Las próximas horas pueden ser decisivas para que se clarifique un poco más el inestable panorama actual. Habrá que ver qué hace Maduro cuando acabe el plazo de 72 horas concedido a los diplomáticos norteamericanos para que abandonen el país. Por lo de pronto, la Casa Blanca ya ha designado como encargado de coordinar la crisis venezolana a Elliott Abrams, el mismo que resolvió la de Panamá hace 20 años cazando a lazo al narcogeneral Noriega, lo cual, obviamente, no es un mensaje conciliador.
Por otra parte, los posicionamientos de la comunidad internacional no están evolucionando precisamente en favor de Maduro. Ni siquiera ha conseguido el apoyo explícito del Gobierno de Zimbabue. Se tuvo que conformar con el del Partido Comunista de ese país africano que es conocido por haber alcanzado unos índices de inflación similares a los de Venezuela.
En el contexto internacional también cabe destacar el posicionamiento del partido de Pablo Iglesias que, en coherencia con sus orígenes, se ha vuelto a posicionar al lado de Maduro.