Teresa Romero: «Desde que me dieron el alta médica no he vuelto a trabajar con pacientes»
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La auxiliar, primera contagiada de ébola fuera de África, sigue a tratamiento psicológico
06 ene 2019 . Actualizado a las 12:54 h.Con la perspectiva que dan los cuatro años transcurridos, la auxiliar de enfermería Teresa Romero Ramos, la primera contagiada de ébola fuera de África, reconoce que ha tenido mucha suerte. Admite que la suya fue una experiencia traumática, que la ha hecho más fuerte y que ha supuesto cambios importantes en su vida. Uno de ellos, que ha dejado de fumar. Romero, que sigue viajando siempre que puede a Becerreá para visitar a su madre, Jesusa Ramos, no da importancia a las secuelas físicas que le quedaron después de permanecer ingresada más de un mes, aunque sí a las psicológicas, de las que continúa tratándose. Su nueva mascota se llama Alma. Es una perrita que fue a buscar a una protectora de animales en enero del año 2015, con la que trató de curar la ausencia de Excalibur, el perro que fue sacrificado poco después de que ingresara en el mismo centro en el que trabajaba.
«Sigo aquí, donde empecé y donde he estado toda mi vida, dando guerra», señala desde Madrid en referencia al hospital Carlos III. La auxiliar de enfermería continúa trabajando en el mismo centro, en el que empezó su carrera profesional como auxiliar de enfermería hace 28 años y en el que se contagió del virus del ébola. Ella formaba parte de los equipos que atendieron a los dos misioneros repatriados de África. «Desde que me dieron el alta médica -señaló- no he vuelto a trabajar con pacientes porque adaptaron el puesto a mi nueva situación. Estoy muy bien donde estoy ahora», confiesa.
«Hago vida normal -explica-, sigo con mis rutinas, aunque he de reconocer que tuve mucha suerte». «Hace cuatro años que pasó -añade- y me acuerdo todos los días. No lo he olvidado, y, aunque las heridas se van cerrando, siempre me acordaré de aquellos días. La única forma que hay de que los olvide es que tenga alzhéimer», señala con convencimiento.
Un antes y un después
La auxiliar de enfermería reconoce que hay un antes y un después de su ingreso, el 2 de octubre del año 2014. «Es cierto -cuenta- que, cuando estás al borde de la muerte, después ves la vida de forma diferente porque las cosas cambian inevitablemente cuando pasas por una experiencia traumática». «A mí me ha marcado», insiste.
Teresa Romero está feliz de que su vida haya vuelto a la normalidad. «Físicamente -confiesa- he tenido bastante suerte y no me han quedado secuelas importantes. Psicológicamente me sigue costando entender cosas. No solo fue la enfermedad, sino que hubo añadidos varios y sigo tratándome. Estoy bien gracias a eso». «Lo puedo contar y escribir un libro si quiero. Estoy agradecida, a pesar de haber vivido cosas que podemos llamar no tan amables. Pese a ellas, la vida continúa. Hay que seguir. A pesar de las trabas no nos podemos dar por vencidos».
Enfrentada a la muerte
Teresa Romero pasó por la experiencia de enfrentarse durante varios días a la muerte, completamente aislada en una habitación, hasta que los tratamientos -uno de ellos el suero de la religiosa Paciencia, infectada en Sierra Leona y que también se curó- hicieron efecto y los resultados de las analíticas determinaron que la carga viral era cero. Pero también tuvo que enfrentarse a otras situaciones que la marcaron: el sacrificio de su perro Excalibur, sin antes pasar una cuarentena, o las acusaciones vertidas por el consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, que responsabilizó a la auxiliar de enfermería de su contagio. Días después pidió disculpas públicamente por las declaraciones realizadas en su momento, en las que criminalizaba a la que fue nombrada hija adoptiva de Becerreá en diciembre del año 2015. También recuerda con horror la presión mediática a la que fue sometida durante esa etapa.
La auxiliar de enfermería tenía previsto viajar Navidades a Becerreá para pasar las fiestas con su madre y no descarta hacer un tramo del Camino Norte, que empezó el año pasado en Oviedo y que no acabó. Llegó hasta Lugo. «Hice algunos tramos en taxi porque estaba cansadísima y tengo que repetirlo desde Borres, en Asturias, caminando. Son etapas muy solitarias. Un día no encontré a nadie y otro solo me crucé con un navarro».
Lo que no perdonará en estas vacaciones de Navidad es beber de las fuentes de Becerreá, de las que se acordó cuando estaba aislada en el hospital. -«¿Todavía os acordáis de eso?», -pregunta- y su visita a O Cebreiro. «Es un sitio -confiesa- que para mí tiene mucha magia».