Los socorristas siguen buscando posibles supervivientes en las islas más remotas, pero el balance de muertos sigue creciendo
27 dic 2018 . Actualizado a las 16:18 h.Los socorristas indonesios intentaban este miércoles, pese a las lluvias torrenciales, auxiliar a los habitantes atrapados en islas remotas y llegar a los pueblos más aislados, tras el tsunami desatado por un volcán que dejó más de 400 muertos.
Los aguaceros dificultaron los esfuerzos de los equipos de rescate, a la vez que agravaron las condiciones de vida de los supervivientes del tsunami que el sábado por la noche golpeó las costas del estrecho de la Sonda, entre las islas de Sumatra y de Java. «Las fuertes lluvias han provocado la crecida de un río y hay inundaciones en varios lugares», declaró un portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Catástrofes. «Esto perjudica los esfuerzos por evacuar a la gente y ayudar a los supervivientes».
Las autoridades pidieron a los habitantes permanecer lejos de las costas porque el volcán Anak Krakatoa continúa rugiendo en el estrecho de la Sonda y el viento estaba esparciendo «ceniza y arena» hacia las localidades vecinas de Cilegon y Serang en la isla de Java. Recomendó a los habitantes que utilizaran máscaras y gafas de protección.
Un último balance revisado al alza da cuenta de 430 muertos, 1.495 heridos y 159 desaparecidos. «Es posible que empeore» a medida que los socorristas llegan a las regiones más remotas, advirtió el portavoz.
Según los expertos, la catástrofe del sábado se debió a una erupción moderada del Anak, que causó un hundimiento submarino de una parte del volcán y el desplazamiento de grandes masas de agua.
Esfuerzos desesperados
Los cooperantes humanitarios advirtieron de que los recursos de agua potable y de medicamentos eran insuficientes, lo que hizo saltar las alarmas por una posible crisis sanitaria, mientras que miles de desplazados, hasta 20.000 según el balance del Gobierno, viven en refugios atestados o en hospitales. Muchos perdieron sus viviendas. Cientos de indonesios siguen atrapados en minúsculas islas en el estrecho de la Sonda.
Los perros rastreadores de los rescatistas trataban de encontrar a los desaparecidos mientras que las familias, desconsoladas, esperaban ante los centros de identificación de cadáveres. Las esperanzas de hallar supervivientes entre los escombros son prácticamente nulas. «Es terrible», se lamentaba un voluntario al pie de una pila de cadáveres, según recoge la agencia AFP.