El BCE pone fin este mes a sus compras de deuda, pero reinvertirá el dinero de los bonos que vayan venciendo
09 may 2019 . Actualizado a las 13:45 h.No es Mario Draghi un hombre de estridencias. Lo suyo no es el ruido. Le basta con la contundencia. Y ahora que toca retirada tras años sosteniendo la vela de la maltrecha economía europea, el BCE se irá del mercado al estilo de su presidente. De puntillas. Sin que se note. Pero se irá.
Lo acordó ayer su consejo de gobierno: llegó la hora de poner fin a los estímulos extraordinarios. Una era a la que Estados Unidos echó el cierre hace ya más de cuatro años. Traducido: las compras de deuda tienen los días contados. En cuanto termine diciembre, se acabó. No habrá más.
Y no va a pasar nada. Primero, porque es una decisión con la que ya contaban los inversores. Y, segundo, y sobre todo, porque el BCE irá reinvirtiendo la deuda que vaya venciendo «durante un período prolongado». Más allá de la primera subida de tipos. Esa que nadie espera que se produzca antes del verano que viene. Y que, si las cosas empeoran (Italia, brexit...), podría posponerse incluso hasta el 2020.
Y, en todo caso, seguirá reinvirtiendo el dinero de esos bonos que expiren «durante el tiempo que sea necesario para mantener unas condiciones de liquidez favorables». Solo el año que viene reinvertirá 200.000 millones de esa deuda que vence. No es poco.
O sea, que hay red de seguridad. Y para rato. Así es Draghi.
El italiano no inventó eso de las compras de deuda. De hecho, el BCE se metió en esa harina con varios años de retraso respecto a otros grandes bancos centrales del mundo. Antes hubo de vencer las reticencias de Alemania y de otros socios del norte, donde la sola idea de que el guardián del euro se gastase el dinero en esos menesteres producía casi desmayos. Al italiano -a ojos germanos todo un desaprensivo dispuesto a jugarse los ahorros de los ciudadanos- le llovieron las críticas. Pero no se arredró. Y se salió con la suya.
Empezó a comprar bonos en marzo del 2015. Desde entonces, se ha gastado en ello 2,6 billones de euros, más del doble del PIB español. La Reserva Federal lo hizo entre el 2008 y el 2015 por valor de unos 4 billones de dólares, en diciembre del 2015 comenzó a subir los tipos de interés y reinvirtió los bonos que vencían durante los dos años posteriores al primer alza del precio del dinero. Y lo hizo para evitar una gran depresión económica, como la sufrida tras la crisis financiera de 1929.
Revisión a la baja
A Draghi le pidieron ayer los periodistas que hiciera balance de la medida, ahora que toca a su fin. Socarrón, como acostumbra, primero le advirtió a quien se lo preguntó que en esto no puede él ser objetivo. Y luego soltó: «En algunos momentos, fue el único motor de la recuperación económica. Ha sido crucial». Contundente, como acostumbra también. Con todo, son muchas las dudas que todavía se ciernen sobre la economía mundial. Y las nuevas previsiones económicas de la autoridad monetaria lo certifican. Por tercera vez consecutiva, vuelve a revisarlas a la baja. Poco, pero a la baja. Se espera que el PIB de la eurozona crezca un 1,9 % este año, una décima menos de lo estimado en septiembre. En el 2019 el avance será del 1,7 % (una décima menos); en el 2020, del 1,7 % (se mantiene) y para el 2021, del 1,5% (es la primera vez que se publica este dato).
«Pensamos que disponemos de todos los instrumentos para abordar posibles contingencias en el actual clima de gran incertidumbre», recalcó Draghi, que se felicitó de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la UE «que convierte el QE [las famosas compras de deuda] en un instrumento más de la caja de herramientas del BCE».