La victoria en las presidenciales vendría precedida de las de los tres hijos mayores del ultraconservador
21 oct 2018 . Actualizado a las 09:26 h.La tensión política que vive Brasil en los días previos a la segunda vuelta de las presidenciales divide familias. El aspirante a gobernador de Minas Gerais, Augusto Anastasia, vio como su propia hermana le retiraba su apoyo por simpatizar con Jair Bolsonaro. En el estado de Ceará, Cid Gomes conquistó el puesto de gobernador que una vez ocupó su hermano Ciro, al que urgió a apoyar al izquierdista Fernando Haddad en la lucha contra el ultraconservador. Hay desavenencias en muchos hogares brasileños. Menos en el de Bolsonaro, donde la política es la gran empresa familiar.
Porque el capitán en la reserva tiene en su mano vestir la banda presidencial si confirma el más de 50 % de votos que le dan las encuestas Sería el cuarto y el más importante triunfo de los Bolsonaro en estas elecciones. En la primera vuelta sus tres hijos mayores (Carlos, Flávio y Eduardo) sacaron adelante sus candidaturas para los diferentes niveles de la Administración. Se prolonga así una estirpe que inició el patriarca hace 30 años, cuando fue elegido concejal en Río de Janeiro. Bolsonaro hizo suyo el discurso de peculiar antisistema de derechas que elevó a arte Donald Trump, con la salvedad de que el brasileño lleva siete legislaturas en la Cámara de Diputados.
A pesar de sus creencias religiosas, el candidato se ha casado cuatro veces y tiene cinco hijos Debió de gustarle el ambiente político de Brasilia porque ha convencido a dos de sus hijos a opositar a puestos en los principales órganos federales. Flávio Bolsonaro es un flamante nuevo senador, y a sus 37 años se perfila como una figura clave en las difíciles negociaciones que necesitará su padre para sacar adelante leyes en la Cámara Baja. Luego está Eduardo, que a sus 34 años se convirtió en el diputado federal con más votos de la historia de la democracia brasileña. Por debajo parece quedar Carlos, de 35 años, concejal en Río de Janeiro, cargo que logró siendo el más joven edil de la historia del país.
Flávio, Eduardo y Carlos tomaron las riendas de la campaña de su padre después del atentado que sufrió, eclipsando al candidato a vicepresidente, el general Hamilton Mourão. Ninguno de los tres parece aflojar en la línea dura de Bolsonaro. Carlos reaccionó a la manifestaciones de mujeres de todo Brasil contra su padre haciendo un fotomontaje con una participante llena de moratones tras ser torturada. Flávio justificó a los seguidores que destrozaron un homenaje a la concejal de izquierdas asesinada Marielle Franco. Eduardo aspira a ser presidente del Parlamento si no es inhabilitado por usar dinero público para ir a practicar tiro en el sur de Brasil.
En fermentación está el cuarto descendiente, Renan. A sus 20 años, estudia Derecho y su oportunidad puede llegarle en las municipales de Río en el 2020.
Largo historial amoroso
Para ubicar a Renan hay que repasar el historial amoroso del patriarca, que a pesar de sus fuertes creencias religiosas no dudó en dejar a dos de sus mujeres por otras más jóvenes (una de ellas ya embarazada antes de la separación). Fue el caso de Ana Cristina Valle, a la que Bolsonaro conoció en 1997 en la Cámara de Diputados y con la que tuvo a Renan mientras se separaba de su primera mujer y madre de sus tres primeros hijos, Rogéria Nantes Nunes Braga.
Estas dos mujeres también intentaron hacer carrera política. Rogéria fue concejala en Río de cuatro años. Su marido no lo llevó muy bien. Se separaron y nunca más fue electa. Más tumultuoso fue el caso de Ana Cristina, que huyó con su hijo Renan a Noruega en el 2007 y llegó a acusar a Bolsonaro de querer matarla. Hace poco se retractó, lució el eslogan Mulher inteligente vota Bolsonaro y dijo que todo era mentira. Al mismo tiempo, pidió permiso a su expareja para usar su apellido e intentar convertirse en diputada estatal. No lo logró.
Poco antes de viajar a Noruega, Ana Cristina supo que Bolsonaro había conocido a una joven en el mismo lugar de trabajo en que la conoció a ella. Michelle de Paula tenía 27 años menos que Jair y era una prometedora asistente en el Congreso. Con ella tuvo una hija, Laura. «Fue un momento de flaqueza», dijo para explicar que le saliera una mujer tras tener cuatro varones.
El ultraderechista golea entre los astros del fútbol
Rivaldo triunfó en el fútbol después de salir de Recife y emigrar a la industrial São Paulo para hacerse profesional. Por el camino, se quedó huérfano y perdió todos los dientes, podridos por la desnutrición. Ejemplo perfecto de las desigualdades que exprimen la realidad social de Brasil, Rivaldo pone más énfasis en sus creencias religiosas que en la dura vida que vivió en sus inicios, y por eso apoya a Jair Bolsonaro.
A Rivaldo, como a otros excolegas de profesión, le seduce más el discurso de que Brasil necesita «resolver problemas» y no cultivar «valores» del ultraderechista. El que fuera jugador del Deportivo y del Barcelona mostró su apoyo a Bolsonaro porque «no hay que educar a los niños a respetar a homosexuales, negros, blancos o indios», sino a ser «seres humanos», suscribiendo la idea de que ha sido el PT quien ha dividido a la sociedad y no Bolsonaro con sus polémicas declaraciones. «Si tuviéramos que aprender valores del presidente del país, estaríamos todos presos en Curitiba», concluye Rivaldo, haciendo referencia a Lula da Silva.
Menos prolijo en palabras y también alejado de los púlpitos evangélicos que su compañero campeón del mundo en el 2002, Ronaldinho se limitó a poner una foto en Instagram con la camiseta de Brasil (uniforme oficial de la derecha desde hace cuatro años) y el dorsal 17, el número de la candidatura de Bolsonaro.
Ronaldinho estuvo cerca de entrar en política como candidato a algún puesto por el estado de Minas Gerais. Como en su época en activo, era su hermano Roberto de Assis quien llevaba las negociaciones para ingresar en Podemos, un partido conservador que ya había acogido a otros exfutbolistas como Edmundo, Romario y Bebeto. El primero de este trío de delanteros míticos de los 90 manifestó también su cariño por Bolsonaro. De los otros dos, Romario tiende a acercarse al exmilitar, mientras que de Bebeto nada se sabe.
Pocos más arriesgados que Jadson, el jugador estrella del Corinthians, que mostró su apoyo al ultra, revolviendo en su tumba a Sócrates, que había alzado la bandera de la democracia en tiempos de la dictadura vistiendo la misma camiseta en el Timão.
La máxima de no mezclar deporte con política es una utopía en Brasil, donde los gestos públicos de apoyo a Bolsonaro de jugadores en activo como el leñero Felipe Melo (uno de los jugadores mejor pagados del Palmeiras), el evangélico Lucas Moura o varios miembros de la selección masculina de voleibol levantaron una polvareda que después pasó a mezclarse con el barro del día a día hasta desembocar en la votación del 28 de octubre.