Austria, sostenida por un partido xenófobo, asume la presidencia temporal de la UE respaldando a los gobiernos de Hungría y Polonia
11 oct 2018 . Actualizado a las 08:07 h.Austria tomó el mando de la presidencia temporal de la UE con la promesa de «tender puentes» en una UE descompuesta y dividida entre acreedores y deudores, entre solidarios e insolidarios, entre federalistas y ultranacionalistas, pero su canciller, Sebastian Kurz, dejó claro ayer de qué lado van a dejar que se incline la balanza cuando los Veintiocho se sienten en el Consejo a negociar sobre inmigración.
En contra de ese consenso y entendimiento a los que apelaba en el estreno de la presidencia, el conservador rompió ayer la baraja para respaldar a los países que se han sublevado contra el Pacto Global sobre Migración, un acuerdo internacional sellado el pasado abril con la única ausencia notoria de EE.UU.
Todos los países europeos suscribirán el pacto, a excepción de Hungría, que ya descartó de forma taxativa su apoyo, Polonia, Dinamarca y la propia Austria. Los gobiernos de los tres países están buscando argumentos para negarse a poner su rúbrica a un acuerdo que busca, entre otros compromisos, mejorar el trato a los inmigrantes.
«Vemos algunos puntos de forma muy crítica. Haremos todo lo posible por mantener la soberanía del país y garantizar que Austria puede decidir por sí misma las cuestiones migratorias», trató de justificar Kurz. El canciller no tiene claro cómo eximir a su país de sus responsabilidades internacionales. Ayer consultó al gobierno suizo para tratar de coordinar sus movimientos. El Ejecutivo de Berna sin embargo se ha mostrado favorable a su firma, no por cuestiones de humanidad o solidaridad, sino porque cree que no es más que un brindis al sol, una promesa sin base jurídica vinculante que les permitirá esquivar la hoja de ruta en cualquier momento sin consecuencias.
«No puede haber ninguna formulación que pueda ser interpretada de modo que signifique que la inmigración pueda ser un derecho humano. Ese no debe y no puede ser el caso», insistió el vicecanciller austríaco, el ultraderechista Heinz-Christian Strache.
El gobierno de Viena se sostiene sobre el partido xenófobo y anti-inmigración FPÖ. Esa coalición está marcando el rumbo del Ejecutivo. Pero esa impronta también se está notando en el Consejo, donde llevan el timonel de las negociaciones sobre la reforma del asilo. Fuentes diplomáticas aseguran que el enroque de los países anti inmigrantes (Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría), al que se ha sumado también Italia, y la falta de ambición de la presidencia austríaca están bloqueando un dosier vital para poder prevenir nuevas crisis de orden interno. Tras varias prórrogas, esas mismas fuentes dan por hecho que no habrá un acuerdo hasta la siguiente legislatura. Países como Francia y España demandan solidaridad por parte de todos, ya sea ayudando con la reubicación o destinando apoyo financiero, pero otros como Hungría se niegan. «Los que no quieren solidaridad en forma de reubicación, no la quieren en casi nada», se quejan fuentes de la negociación.