El ultraderechista brasileño lleva 25 años en el parlamento pero su fama se multiplicó con la crisis de fe de los brasileños en el sistema
08 oct 2018 . Actualizado a las 07:51 h.Jair Messias Bolsonaro nació hace 63 años en São Paulo y lleva 25 en la Cámara de Diputados de Brasil, pero casi tres cuartas partes de ese período los pasó de manera cercana al anonimato. El crecimiento de la popularidad de este capitán del ejército en la reserva es un fenómeno más sociológico que político, triunfante ya en las quinielas para ocupar el sillón presidencial. Pero a los sociólogos les preocupa que el mensaje de un candidato abiertamente homófobo, con posiciones muy controvertidas sobre los negros, simpatizante de la dictadura brasileña y condenado por machista, cale en la sociedad brasileña.
El expresidente sumó otro revés con el rechazo del Supremo Tribunal Federal al recurso para mantener viva su candidatura tras el revés e la máxima autoridad electoral del país. Justo el mismo día, el Instituto Brasileiro de Opinião Pública e Estatística (IBOPE) publicaba una nueva encuesta que otorga el 22 % de intención de voto a Bolsonaro, líder claro en la primera vuelta. Pero también es el político que más rechazo genera (un 44 %).
Bolsonaro es el número uno del Partido Social Liberal (PSL), su novena sigla desde que terminó su carrera en el ejército de Tierra por encabezar un motín reclamando mejores salarios. A finales de los 80 se convirtió en edil de Río de Janeiro y poco después saltó a la Cámara de Diputados, donde encadena siete mandatos, en el 2014 como el más votado del estado de Río. Un éxito para quien, en su gran entrada en la escena nacional, declaró en una entrevista en una televisión pública: «A través del voto, nada cambiará en Brasil. Solo cambiará cuando estalle una guerra civil, y mueran 30.000 personas, comenzando por [el expresidente] Fernando Henrique Cardoso». Bolsonaro nunca ocultó su simpatía por el régimen militar de Brasil entre 1964 y 1985, e incluso llegó a decir que, si llegase a la presidencia, él mismo daría un golpe militar.
Desencanto con el sistema
El desencanto de la población con la corrupción y el sistema judicial brasileños fue el caldo de cultivo para este populista de extrema derecha, que hace de su ideología marcial y de su rígida postura en el catolicismo apostólico romano las bases de su programa. Bolsonaro reconoció en una entrevista reciente que no tiene «mucha idea de economía», pero tiene claro que quiere para Brasil «privatizar la mayoría» de empresas públicas. «Siento pena por el empresario, es una desgracia ser un patrón en este país con tantos derechos laborales», dijo para criticar las bajas de las mujeres embarazadas.
Sus posturas misóginas y de odio de género le han costado ya alguna condena cuando espetó a otra diputada: «Hace unos días me llamaste violador, y yo dije que no te iba a violar porque no te lo mereces». Acusó a la expresidenta Dilma Rousseff de ser homosexual, y sobre el colectivo gay dejó clara su postura cuando confesó que sería !incapaz de amar a un hijo que fuera homosexual». Entre las acusaciones que Bolsonaro ha hecho a la izquierda está la de dividir a la población entre heterosexuales y gays, entre negros y blancos, criticando el sistema de cuotas raciales que abolirá de ganar las elecciones. «No sirven ni para procrear», dijo tras una visita reciente a una comunidad de descendientes de esclavos.
El programa político de Bolsonaro prevé liberar el permiso de armas de fuego, militarizar los ministerios y levantar la prohibición del castigo físico a los niños. También prometió crear colegios militares en cada estado, con un súper colegio en São Paulo. Su semilla ha calado en un país dividido en bloques que el capitán en la reserva odia (la izquierda) y desborda (la derecha).