La heredera de Lula da Silva en la dinastía electoral del PT busca regresar al primer plano como aspirante a senadora por el estado de Minas Gerais
05 oct 2018 . Actualizado a las 07:55 h.Dilma Rousseff quiere volver al Senado. La última vez que pisó la cámara alta fue en el 2016, cuando 60 de 81 senadores votaron a favor de apartarla de la presidencia, el punto álgido de la tormenta política que sacude Brasil desde hace casi cuatro años. Ahora, la heredera de Lula da Silva en la dinastía electoral del Partido de los Trabajadores busca volver al primer plano como aspirante a senadora por el estado de Minas Gerais, pero con un discreto papel en la telenovela de tintes tremendistas que son las elecciones presidenciales del domingo.
Oficialmente, Rousseff aspira a un puesto por el estado de Minas Gerais, el segundo en población del país, para «interrumpir un proceso de deterioro de las condiciones económicas, políticas, sociales y hasta cívicas» en Brasil. Así presentó su candidatura para el Senado, algo para lo que tuvo que mudar su domicilio de la sureña Porto Alegre (poco receptiva al PT) a Belo Horizonte. «Los electores no quieren nombres desgastados. No quieren a alguien que luche por el poder, hoy gobernador, mañana senador. Ya han notado que no tienen compromiso con el elector», respondió su principal rival, el conservador Carlos Viana.
El ataque al desarraigo de Dilma con el territorio al que quiere representar es recurrente entre los rivales, que ven impotentes cómo todas las encuestas dan a la expresidenta un 30 % de intención de voto, 10 puntos más que el segundo. Rousseff, sin embargo, no figura en los principales reclamos del PT en el tramo final de campaña. Sí aparecía al lado de Lula en los últimos actos públicos de su mentor. Y siempre que puede la expresidenta recuerda la teoría del golpe que la apartó primero a ella del Palácio da Alvorada y después a Lula de la carrera electoral. Pero con Fernando Haddad, el candidato del PT, no parece haber la misma sintonía.
Choque con Haddad
A pesar de compartir dos actos electorales en Minas Gerais, los analistas recuerdan que Dilma abogaba por otro compañero de partido, Jacques Wagner, como reemplazo de Lula. Además, Haddad publicó una dura carta contra Dilma cuando, como alcalde de São Paulo, acudió a un encuentro con la entonces presidenta. «Me acompañó hasta la puerta y me dijo algo que no he olvidado: ‘Espero que nuestra próxima reunión sea más productiva’», recordaba Haddad. Sea por este desencuentro o por el hecho de que la gestión económica de los últimos meses del Gobierno Dilma generó más desencanto, la figura de Rousseff no está siendo tan usada.
Rousseff tiene casi en la mano el cargo de senadora y, a sus 70 años, volverá a Brasilia para articular una presencia del PT en la Cámara Alta que puede ser vital en un escenario político muy fragmentado. Claro que, como casi todo en Brasil, pesa sobre ella la amenaza de un revés judicial. Este miércoles, la justicia electoral autorizó su candidatura al Senado porque cree que no se aplica lo que dice la Constitución, que un impeachment supone inhabilitación para cargo público por 8 años. Pero lo condiciona a una decisión del Supremo que puede ser surrealista: podría incluso decidir que el impeachment de Dilma fue ilegal. Hasta diez recursos intentaron frenar su vuelta, el último de Danielle Dytz Cunha, hija de Eduardo Cunha, quien lideró la revocación y que ahora verá desde la cárcel el regreso de Rousseff.