La paradoja de la basura espacial

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

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El último informe sobre restos espaciales de la Nasa reconoce que actualmente hay más de 18.000 objetos con un tamaño mínimo de diez centímetros orbitando el planeta

03 oct 2018 . Actualizado a las 12:01 h.

La Nasa cumple 60 años explorando el cosmos. La agencia norteamericana nació en octubre de 1958 para contrarrestar el programa espacial soviético, que se anotó los primeros hitos al poner por primera vez en órbita a un animal, la perra Laika, y a un ser humano, Yuri Gagarin. Hoy la política está al servicio de la ciencia y no al revés. Los principales desafíos pasan por repetir la hazaña de la Luna en Marte y averiguar si hay vida en el sistema solar. El océano de Europa, uno de los satélites de Júpiter, parece el principal candidato para albergarla. Además la Nasa atiende a dos amenazas globales; el cambio climático y el aumento de la basura espacial.

En el espacio exterior existen tres tipos diferentes de órbita según la altura. La más alta es la geoestacionaria, donde la fuerza de gravedad se anula con la de giro y por tanto los satélites siempre apuntan a la misma zona de la Tierra. Por debajo se encuentran las órbitas medias y bajas. «Están pobladas de satélites porque para las agencias resulta más barato llegar hasta allí y mantener comunicación con ellos. Ahí es donde se concentra también la basura espacial», admite el astrónomo BorjaTosar.

El último informe sobre restos espaciales de la Nasa reconoce que actualmente hay más de 18.000 objetos con un tamaño mínimo de diez centímetros orbitando el planeta. La basura espacial representa un contratiempo que no está exento de cierta paradoja. La misma tecnología que ha dado paso a la civilización moderna puede acabar con ella. «Los miles de objetos que orbitan el planeta viajan muy rápido, a 27.000 kilómetros por hora. Esto provoca que las piezas se conviertan directamente en proyectiles. Por tanto, encontrarse con basura espacial se asemeja a ser ametrallado. Un pequeño artefacto puede acabar con un satélite e incluso poner en peligro las misiones tripuladas», reconoce Tosar. Además, la basura en el espacio no deja de crecer. Ya lo avisó en los años 70 Donald J. Kessler, un científico de la Nasa que propuso un escenario en el que los objetos en órbita se multiplicarían en una especie de reacción en cadena. Esa predicción se está cumpliendo. «La basura, al chocar, genera más desechos, que al colisionar producen todavía más desperdicios. Estamos ante una reacción en cascada que es responsable de que hoy haya miles de fragmentos alrededor del planeta», asegura el astrónomo.

Los satélites que están ahora mismo operativos y que cumplen alguna función suponen un porcentaje menor del enorme enjambre de chatarra que da vueltas al mundo. Las agencias espaciales vigilan y controlan la caída de estos aparatos, que suelen precipitarse sobre el mar, aunque siempre hay sorpresas. En noviembre de 2015 cayeron varios objetos de gran tamaño en Murcia sin ningún aviso previo. Afortunadamente impactaron en una zona despoblada. La contaminación que genera el hombre antropoceno se acumula en la Tierra y fuera de ella.