El escándalo de los abusos sexuales ha dado al ala conservadora de la Iglesia católica un arma contra el papa, quien ha convocado a los obispos para cortar el problema de raíz
16 sep 2018 . Actualizado a las 08:47 h.Hace unos días el periódico norteamericano The Wall Street Journal publicó que Legatus: Ambassadors for Christ in the Marketplace, un colectivo que agrupa a los principales líderes empresariales católicos estadounidenses -su presidente es Thomas Manghan, fundador de Domino´s Pizza-, había decidido suspender el diezmo anual que destina al Vaticano. Los 820.000 dólares recaudados durante este 2018 pasarán mientras a un fideicomiso.
No es una cantidad muy elevada en el conjunto global de ingresos que tiene la Santa Sede, pero el gesto es una señal que pone de manifiesto la frustración que ha generado en muchos católicos la lluvia de escándalos sexuales que han salpicado a la Iglesia católica en todo el mundo. Chile, Irlanda, Estados Unidos, Australia, Alemania... Unos hechos que, al mismo tiempo, parecen estar utilizando algunos de los sectores más conservadores del clero para empujar al papa Francisco a dimitir.
«Para entender o que está pasando hai que facer primeiro unha perspectiva histórica -explica el teólogo Andrés Torres Queiruga- porque a igrexa tivo unha eclosión de esperanza co Concilio Vaticano II que despois foi freada durante os dous últimos pontificados que apagaron o entusiasmo e renovación da Igrexa. Iso levou a unha parálise e a facer a institución moito máis burocrática. Agora chega un papa cun espírito que enlaza co Concilio Vaticano II, que quere volver a darlle protagonismo ao pobo de Deus, é normal que esa curia que está tan acomodada teña unha reacción de rexeitamento. Pasoulle a Xesús. El non quería fundar unha nova relixión, o que pretendía era renovar o xudaísmo. Tratar de facer unha relixión de servizo e de entrega humilde e solidaria non foi nunca fácil».
La revancha del exnuncio
Según los teólogos consultados, la prueba más evidente de ese frente conservador, que no quiere a Francisco en Roma ya desde que fue proclamado papa en el 2013, es la carta del exnuncio del Vaticano en Estados Unidos, Carlo María Viganò, un hombre cercano a Benedicto XVI, que luego fue destituido por Francisco. ¿Por qué? Porque es la primera vez en la historia moderna de la Iglesia que un alto cargo de la curia, además de acusar, «con ambigüedad calumniosa», como matiza Torres Queiruga, al sumo pontífice de conocer los abusos sexuales cometidos en Estados Unidos, se atreve a reclamar en público que el pontífice se vaya: «Francisco debe ser el primero en dar un buen ejemplo a los cardenales y obispos que encubrieron los abusos del cardenal Theodore McCarrick y renunciar junto con todos ellos», dice en su carta.
El documento, al que el papa no contestó para no dignificarla ni dar cancha a una corriente en la que también está el cardenal Raymon Burke, fue redactado el 22 de agosto con la ayuda del periodista conservador Marco Tosatti y publicada cuando Francisco estaba de viaje en Irlanda. El periodista, como comentó él mismo luego a The New York Times, trató de suavizar el texto en el que el exembajador de la Santa Sede en Washington también acusa al pontífice de proteger a la «corriente homosexual» del Vaticano. Pero más allá del desacuerdo con las políticas renovadoras llevadas a cabo por Francisco, como permitir comulgar a los divorciados o lanzar frases cómo «¿Quién soy yo para juzgar?» al hablar de los homosexuales, el desafío lanzado por Viganò parece encerrar una revancha personal, como sugiere The New York Times. Lo que no ha revelado es su paradero. No lo ha hecho, añade el artículo del rotativo norteamericano, por temor «a su propia seguridad».
Porque ¿quién es Viganò?: «É un home que naceu nunha familia de clase alta e entrou na igrexa coa idea de facer carreira. Pero non o logrou e está frustrado porque lla cortaron. Está resentido e tenlle unha manía enorme aos homosexuais. Non só iso. Conta co apoio do Tea Party e da dereita política norteamericana», comenta Torres Queiruga. Porque en esta guerra civil o revuelta interna -no está muy claro aún qué es- promovida desde los brazos más conservadores de la poderosa Iglesia católica norteamericana que ve tambalear su estatus con ayuda de algunos peones en el Vaticano, la política tiene mucho peso. En España, como apunta Torres Queiruga, «os bispos máis que opoñerse ao papa non son capaces de seguilo. E máis aló de cardeal Rouco Varela e duns poucos bispos, non están contra o papa». Una prueba del apoyo que tiene son las palabras del arzobispo de Santiago al invitar a «estar atentos a cualquier señal que Pedro pueda hacernos para ayudarle».