Dos dimisiones en tres meses y una continua sensación de improvisación y bisoñez lastran al Ejecutivo del PSOE
12 sep 2018 . Actualizado a las 06:52 h.Pocos Gobiernos han sido recibidos en España con más entusiasmo que el que logró formar en tiempo récord Pedro Sánchez tras su inesperada llegada a la Moncloa mediante una moción de censura. Se habló entonces de un «Gobierno bonito» al que le llovieron elogios, incluso desde medios tradicionalmente hostiles al PSOE y hasta de algún dirigente del PP. Se trataba, se aseguraba, de un grupo de profesionales ampliamente cualificados para las carteras que se les habían encomendado, con el añadido exótico de un astronauta como responsable de Ciencia y Universidades. El único punto negro de aquel Ejecutivo parecía entonces la excentricidad de designar a un frívolo presentador de televisión y escritor más bien mediocre como ministro de Cultura y Deportes, aspecto este último por el que Huerta había dejado amplio rastro digital de su absoluto desprecio.
El escándalo de Màxim Huerta
Pero si ningún Gobierno fue recibido con tantas expectativas, tampoco ninguno las defraudó tan pronto. De entrada, se supo ya que Pedro Sánchez había nombrado ministro de Agricultura a Luis Planas a sabiendas de que estaba imputado por un delito medioambiental durante su etapa al mando de la Consejería de Agricultura de Andalucía. Algo que casaba mal con su discurso de regeneración de la política. Pero el primer gran mazazo llegó cuando Màxim Huerta se convirtió en el ministro más breve de la democracia, al dimitir, solo seis días después de tomar posesión de la cartera de Cultura y Deportes, tras descubrirse que había sido condenado por fraude fiscal. Dos sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) que habían sido emitidas solo un año antes, en mayo del 2017, dejaban claro que el ministro había defraudo a Hacienda 218.322 euros con una sociedad que montó en el 2006. El tribunal dejaba claro que lo hizo a sabiendas, de forma «voluntaria y culpable» y que no podía apreciarse «buena fe en su actuación». El fichaje mediático del presidente del Gobierno se vio obligado a pagar 366.000 euros.
Pese al escándalo, Huerta intentó resistir y Sánchez intentó también sostenerle, pero su dimisión fue inevitable porque su caso desguazaba el discurso de limpieza democrática con el que llegaba el nuevo presidente.
Pero Carmen Montón contribuyó a que Sánchez batiera otro récord, con dos ministros obligados a renunciar en apenas tres meses. El caso de Montón y de su máster era especialmente dañino para el líder del PSOE, que había utilizado el caso de Cristina Cifuentes para debilitar a Rajoy y tenía en los problemas de Casado con su título su principal arma política contra el nuevo líder del PP. De nuevo aquí Montón intentó una inútil resistencia, como inútil fue que Sánchez alabara su «extraordinario trabajo» y asegurara su continuidad solo tres horas antes de que renunciara.
De experimentados a bisoños
Por en medio queda también la sensación de descontrol y continua improvisación del resto de los ministros, con casos como el de la titular de Justicia, Dolores Delgado, que dejó desamparado al juez Pablo Llarena ante la Justicia belga para luego rectificar; la suspensión de la venta de bombas a Arabia Saudí decretada por la responsable de Defensa, Margarita Robles, que tuvo que ser inmediatamente rectificada ante el riesgo de provocar un gigantesco perjuicio económico y de empleo para la industria naval en los astilleros de Cádiz y los de toda España; el que la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, admitiera que le habían colado un «gol por la escuadra» con la creación de un sindicato de trabajadoras sexuales que acabó pagando con su dimisión la directora general de Trabajo, Concepción Pascual, o el hecho de que el propio Sánchez anunciara un impuesto al diésel por la mañana y por la tarde la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, asegurara que era solo un «globo sonda».
Los grandes profesionales están demostrando ser más bien un grupo de bisoños políticos. Y el Gobierno bonito de Sánchez está empezando a ponerse feo.
La renuncia deja expuesto a Casado por su polémico máster
Las declaraciones del líder del PP, Pablo Casado, dando por buenas las pobres explicaciones que había ofrecido Carmen Montón y asegurando que él no haría con los demás lo que le habían hecho a él, dejan claro hasta qué punto su polémico máster en la Universidad Rey Juan Carlos es el principal lastre que arrastra el nuevo líder de los populares. Pedro Sánchez y toda la maquinaria electoral del PSOE trabajaban a destajo para situar los privilegios académicos de Casado en el centro de la diana de las próximas campañas electorales. El apoyo que Sánchez dio a Montón generó cierto alivio en el PP, que veía así empatado el partido y conjurado el peligro de que el máster perjudicara su campaña. Pero la alegría duró poco. La dimisión de Montón, sumada a la anterior de Cristina Cifuentes, dejan ahora a Casado expuesto en solitario, al ser el único de los tres implicados que se mantiene en su cargo. El futuro del presidente del PP queda ahora en manos del Supremo, que, en caso de imputarle, pondría su continuidad como líder popular en serio peligro.
En el PP tratan de marcar distancias con el caso de su presidente
No es ningún secreto que en el PP no están nada cómodos con la renuncia presentada ayer por Carmen Montón como máxima responsable del Ministerio de Sanidad. El presidente del partido, Pablo Casado, ordenó no atacar este flanco. Sus estudios en la misma universidad también se encuentran bajo sospecha, por lo que quedaba completamente inhabilitado a la hora de exigir responsabilidades. De hecho, populares y socialistas llegaron a un pacto de no agresión en esta materia, una de las grandes razones por las que Sánchez, que llegó a la Moncloa con un discurso de ejemplaridad, se había decantado por aguantar a Montón.
En Génova 13 dedicaron gran parte del día a explicar que los casos de Montón y Casado no se parecen. «Como un huevo y una castaña», manifestó el secretario general del PP, Teodoro García, quien tras conocer la salida de Montón aseguró que «los inocentes no dimiten». Fuentes cercanas detallaron que Casado dijo la verdad reconociendo que no había asistido a clase, que su expediente no fue modificado, que su titulación no era finalista y que él sí se matriculó en plazo y forma.
«Lo siento en el alma»
Con el PP en fuera de juego, la pelota cayó sobre el tejado de Podemos y Ciudadanos. En la formación morada, Pablo Iglesias reclamó la dimisión inmediata tras enterarse de que gran parte del trabajo de fin de máster había sido copiada. «Lo siento en el alma porque pudo haber sido una buena ministra», dijo.
Al cierre de esta edición, en C’s no manifestaron ningún tipo de reacción oficial por medio de los canales habituales.