Sáenz de Santamaría se esforzó hasta el final en pactar una lista de unidad, pero la negativa de Casado, seguro de su victoria, aboca hoy al PP a una votación que puede dividir al partido
21 jul 2018 . Actualizado a las 08:19 h.Solo quedará uno. Salvo sorpresa mayúscula de última hora, no habrá lista de unidad. Soraya Sáenz de Santamaría lo intentó hasta el último minuto, pero Pablo Casado llevó su desafío hasta el final y ambos se enfrentarán hoy en una votación histórica para el PP, en la que se decidirá cuál de los dos será el sucesor de Mariano Rajoy. Y, lo que es más relevante, se definirá si el partido apuesta por el continuismo en la forma de hacer política del expresidente del Gobierno que representa Sáenz de Santamaría, basada en la gestión del poder por encima de la ideología, o si emprende un giro que intente devolver al PP a sus esencias ideológicas más tradicionales, que es lo que simboliza la candidatura de Casado.
Pero, antes de eso, el partido dedicó toda la jornada de ayer a rendir homenaje a Mariano Rajoy y a escuchar lo que su presidente quería decirles en su despedida. Su discurso fue escrutado con lupa para buscar a en él un sesgo a favor de uno u otro candidato. Pero Rajoy llevó su neutralidad hasta el punto de que ni siquiera nombró a ninguno de los dos aspirantes en toda su intervención, y tampoco abogó por una lista de unidad, aunque pidió a todos «responsabilidad».
«Me aparto, pero no me voy»
En lugar de ello, optó por reivindicar sin complejos su gestión, sin mencionar siquiera los casos de corrupción, aunque también por saldar cuentas con su predecesor, José María Aznar. «Me aparto, pero no me voy», dijo el expresidente del Gobierno, que consideró «un honor» ser militante del PP y afirmó que seguirá siéndolo «siempre». «Y desde luego seré leal. Y todos sabéis lo que es ser leal», añadió, dejando claro que no se comportará con su sucesor como Aznar con él.
Destacó en su discurso los logros de la política económica de su Gobierno asegurando que los populares dejan una España «incomparablemente mejor de lo que nos encontramos». Se enorgulleció también de la firmeza demostrada frente al desafío separatista. «Cataluña no se independizó, y no porque no lo intentaran», reiteró, señalando que tras la aplicación del artículo 155 «todos sabemos que la democracia española puede defenderse con el arma más democrática y contundente que existe, que se llama la ley». Y reivindicó su política antiterrorista. «Nunca he caído en la tentación de negociar con ETA. Jamás», dijo, añadiendo que «hemos derrotado a ETA a cambio de nada».
Rajoy mostró sin embargo su amargura por la forma en la que ha tenido que abandonar el Gobierno. «No ha sido porque España torciera su rumbo. Ha sido porque las cosas iban demasiado bien para el gusto de algunos». Y tachó a la suma de partidos que aprobaron la moción de censura contra él como «una confabulación de perdedores e independentistas sin más afán y proyecto que acabar con el Gobierno del PP». «Se han colado por la puerta de atrás porque los electores les han prohibido la entrada por la puerta delantera», concluyó.
«He tenido el honor de ser político. Y a mucha honra», dijo, reivindicando su dedicación al servicio público frente a «la moda de los políticos con mucha pose, mucha sensiblería y muy poquita sustancia». Admitió que ha tenido que tomar decisiones difíciles, pero añadió que lo que ha hecho «grande» al PP ha sido precisamente «la ausencia de miedo a la hora de tomar decisiones, incluso las impopulares». «Buscar el aplauso a todas horas es incompatible con la búsqueda del bien común», señaló en referencia socialista Pedro Sánchez.
Y, en un final muy emotivo para un político con fama de flemático lamentó no haber dedicado el tiempo que hubiera querido a su familia y dio las gracias de manera «muy especial» a su mujer, Viri, que, según dijo, le ha permitido no llevar nunca un problema de casa al trabajo porque «alguien se encargaba de solucionarlo con discreción y cariño».
El discurso de Rajoy fue acogido con alivio por la candidatura de Casado, que temía que algún guiño a Sáenz de Santamaría pudiera decantar la votación. La batalla psicológica continuaba en los pasillos hasta el último minuto, con los dos equipos atribuyéndose la mayoría de los 3.082 compromisarios, aunque el optimismo de los partidarios de Casado era mayor. Algunos de ellos aseguraban que, ya a la desesperada, Sáenz de Santamaría ofrecía cargos a los pablistas para lograr una lista de unidad.
La tarea de unir el partido
Aunque todos apelaban a la necesidad de que el partido salga unido de este congreso, gane quien gane, la idea que flota entre los populares es la de que esa unión será más complicada en el caso de que Sáenz de Santamaría se haga hoy con las riendas del partido. Y no porque ella no la desee, sino porque el grupo de los que no la apoyan es mucho más crítico con ella de lo que lo son los partidarios de la exvicepresidenta con su rival, Pablo Casado.