Duque y los dictados de Uribe

Héctor Estepa
héctor estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

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Juan Zarama

Los dilemas del nuevo presidente de Colombia

19 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Voy a entregar absolutamente todas mis energías para unir a nuestro país. No más divisiones. Pensemos en un país con todos y para todos», proclamó Iván Duque tras reunir el 54 % de los votos en las elecciones del domingo.

Con 41 años y el segundo dirigente más joven de la historia del país, por detrás de Alberto Lleras (1958-1962), elegido cuando tenía 39 años, el nuevo presidente de Colombia no tendrá fácil, sin embargo, eliminar las rencillas en un país profundamente polarizado tras el pacto con la ex guerrilla de las FARC y los procesos electorales de este año, en el que también se ha renovado el Congreso. Tampoco le será sencillo unir a los colombianos bajo el paraguas de su mentor, el ex presidente Álvaro Uribe.

Una de las preguntas que se hacen los politólogos colombianos es hasta qué punto seguirá Duque las directrices de su padrino en la vida pública, líder de un movimiento muy organizado, el uribismo, seguido fervorosamente por entre el 30 % y el 40 % de la población, pero denostado por el mismo porcentaje de ciudadanos. Si Duque quiere conseguir el apoyo de la otra mitad del país, deberá conseguir moverse con éxito entre el sector uribista más radical, sus seguidores más moderados, y la oposición. Todo un reto.

Uno de sus principales desafíos será cumplir la prometida modificación de los pactos de paz con las FARC evitando, al mismo tiempo, que los ex combatientes vuelvan a las armas o sean reclutados por las bandas del crimen organizado que todavía ejercen control territorial en varias zonas del país. «La paz es un anhelo que implica que pasemos la página de esa fractura donde se nos quiso dividir entre amigos y enemigos de la paz. Hoy somos todos amigos de construir la paz, y debe ser una paz que ante todo preserve ese deseo de permitirle a la base guerrillera su desmovilización efectiva», dijo volviendo a sugerir que las modificaciones afectarían solo a la cúpula de la antigua guerrilla.

Duque tendrá, además, que conseguir la aprobación de los cambios al pacto de paz evitando afectar la gobernabilidad en un Congreso muy fragmentado. El futuro presidente se ha asegurado el control de 78 de los 108 miembros del Senado con la adhesión a su campaña, en segunda vuelta, del Cambio Radical y el Partido Liberal. Pero el apoyo no será gratuito. Esos dos partidos, claves para asegurar el control parlamentario, avalaron el acuerdo de paz y lo refrendaron el 30 de noviembre de 2016. Está por ver si prestarán su voto a las modificaciones propuestas por Duque y si los cambios afectarán a la gobernabilidad.

También deberá retomar las negociaciones que el Gobierno de Juan Manuel Santos deja con la guerrilla del ELN, ahora el mayor grupo subversivo del país. La postura de Duque es clara: se sentará a la mesa si sus interlocutores suspenden todas sus actividades criminales y se concentran con previa supervisión internacional. Parece difícil que los líderes de la guerrilla acepten esas condiciones.

Duque tendrá frente a él a una oposición derrotada, pero fortalecida tras los ocho millones de votos registrados por Gustavo Petro. Multiplicó por cuatro el mayor número de sufragios conseguidos por la izquierda en las últimas presidenciales. El antiguo guerrillero del M19 no se lo pondrá fácil al nuevo presidente en el Senado.