Los desmovilizados de las FARC intentan reintegrarse a la vida normal
28 may 2018 . Actualizado a las 08:08 h.Vergenes Jurado pasa totalmente desapercibida entre los más de ocho millones de personas que habitan en Bogotá, capital de Colombia. Madre de dos hijos, se levanta todas las mañanas a primera hora para ir a trabajar en un restaurante del sur de la capital colombiana. Limpia y prepara los aliños que horas más tarde disfrutarán los comensales. Pero Vergenes no es una persona normal. Pasó doce años en la guerrilla de las FARC, y ahora intenta reincorporarse a la vida civil. «Fui enfermera en la insurgencia durante diez años. Vi a compañeros morírseme en los brazos. Fue bastante complicado, pero lo superé», comenta.
Dejó la guerrilla tras quedar embarazada por segunda vez. La primera, dice, le habían obligado a abortar. Interrumpir el proceso de nuevo podía ser peligroso para su vida, así que desertó. Lleva nueve años en Bogotá. Pasó por varios trabajos, decidió estudiar cocina, es pasante ahora en el restaurante y la prueba de que los miles de guerrilleros de las FARC que dejaron sus fusiles en el 2017 pueden llegar a tener una vida normal, aunque no exenta de excepcionalidad.
«No le puedes decir a cualquiera que eres ex guerrillera de las FARC. En este trabajo saben de donde vengo, que estoy desmovilizada… pero en otros trabajos que he tenido nunca les dije de donde venía. Temía que me dijeran que no les servía. O que les daba miedo darme empleo. Entonces no me atreví nunca a hablar», confiesa la ahora cocinera.
No son días fáciles para los recién desmovilizados. El retraso en la implementación del acuerdo de paz ha desmotivado a muchos. También la no aprobación de los paquetes de proyectos productivos prometidos, que iban a garantizar su sostenibilidad económica. El 10 % de los alrededor de 12.000 combatientes que colgaron el fusil integran ahora unas disidencias que se están haciendo fuertes en algunas zonas del país. Los expertos se afanan en decir que es lo normal -esperaban entre un 10 % y un 15 % de reincidencia-, pero es cierto que la situación preocupa en regiones como Nariño o el Guaviare.
Vergenes cree que el perdón es posible en Colombia. «Con un poco de lucha se puede conseguir la reconciliación. Yo lo he logrado. Hemos abierto mucho camino para quienes se están desmovilizando ahora».
No se arrepiente, eso sí, de su paso por la guerrilla. «Para mi fue una experiencia muy bonita porque uno aprende a valorar la vida y lo que uno consigue».
Buena actitud
Mario Contreras, el dueño del restaurante donde trabaja Vergenes, destaca la buena actitud con la que llegan los ex combatientes. «Siempre han estado acostumbrados a trabajar en el campo. Las labores de aquí no son pesadas para ellos. No son una carga, sino una actividad que realizan con entusiasmo y ganas. Aprovechan bien esa segunda oportunidad, porque cargan con un estigma y se esfuerzan por retirar esa imagen que hay de ellos».
La Agencia para la Reincorporación y la Normalización es el organismo que ayuda a los ex combatientes a regresar a la vida civil. Según Joshua Mitrotti, su director general, es un camino largo. «Es un proceso donde no todos somos amigos, pero donde las dinámicas de relación en torno a la violencia y la ilegalidad quedan atrás, y construimos relaciones distintas de confianza y ciudadanía. Estoy convencido de que lo podemos hacer», explica.
«Llegan con miedo. Es normal. Pero hay unos avances importantísimos en construcción de confianza y, sobre todo, que muchos de ellos están pensando hoy en política pública. En cómo desde el marco de la democracia y el sistema vigente pueden transformar dinámicas para que este país sea más incluyente y equitativo», añade. Ex guerrilleras como Vergenes dieron algunos de los primeros pasos hace ya años.