El banco ha franquiciado un centenar de oficinas -19 en Asturias- y en las próximas semanas lo hará con otras 15. Sindicatos y vecinos temen la perdida de vinculación con el territorio y critican la precarización laboral
25 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.La oficina de Cajastur abrió sus puertas a principios de los años 70 exactamente en la misma ubicación que todavía ocupa a día de hoy. Aquel primer empleado, que era natural de ese mismo pueblo y que terminó siendo su director, ni siquiera disponía de una línea de teléfono. Tenía que salir a la centralita de telefónica, a unos metros, para poder hacer una llamada y consultar cualquier duda. Han pasado casi 50 años desde entonces y esa oficina de la antigua Cajastur acaba de convertirse en una franquicia de Liberbank y de pasar a manos de un agente, un autónomo que trata de rentabilizar su inversión. Así ha cambiado en estas cinco décadas la política de la entidad bancaria. La primera era una época de crecimiento y de una gran labor social, con apego al territorio. La de ahora es la del declive económico y las grandes marcas financieras con escaso arraigo. Lo que ha sucedido en Carbayín, en el concejo de Siero, forma parte de un proceso iniciado en el año 2016. El banco asegura que es una forma de mantener su presencia en localidades con pocos habitantes y que, además, da una oportunidad de negocio a jóvenes titulados. Los sindicatos y las asociaciones vecinales implicadas ven justo lo contrario, la desregulación completa del mercado laboral y el desmantelamiento de una red rural que durante mucho tiempo sintieron como propia. Son dos visiones diametralmente opuestas de un mismo proceso.
Los números
Esta experiencia con el modelo de agentes comenzó a probarse en diciembre de 2016 con una oficina piloto en Cancienes (Avilés). Actualmente, ya se ha extendido a 98, con un total de 91 agentes, ya que alguno ha cogido más de una y también hay dos agrupaciones empresariales que han asumido más de dos. El proceso de conversión parece haberse acelerado en las últimas semanas. De hecho, Liberbank reconoce que es cuestión de días la apertura de otras 14 ó 15 oficinas por agentes. Está cerrando la negociación. De esas 98 ya transformadas en franquicias, 19 se encuentran en Asturias. Son las de Carreña de Cabrales, Bárzana, Lastres, San Juan de Beleño, Panes, Trevías, Olloniego, Colombres, La Espina, Carbayín, Cancienes, Sevares, Taramundi, Arenas de Cabrales, Luiña, Tuilla, San Claudio, Cerredo y Teverga. Las dos comunidades con más externalizaciones son Extremadura y Castilla-La Mancha con 29. Le sigue el Principado con 19 y Cantabria con 10.
El proyecto inicial era para las comunidades consideradas territorios de arraigo de las antiguas cajas que constituyeron Liberbank: Caja Extremadura, Caja Castilla-La Mancha, Caja Cantabria y Cajastur. Pero este modelo también se está extendiendo a otro tipo de zonas. En concreto, también se están franquiciando oficinas en ciudades que no son territorio natural de Liberbank, es decir, fuera de las cuatro comunidades de sus cajas de ahorros fundacionales. Se han formalizado 11 operaciones de este tipo. Algunos ejemplos son Badalona, Valladolid, Hospitalet o Rivas Vaciamadrid. En total el 15% de las 752 sucursales del banco están ya en manos de agentes.
La sorpresa
La asociación de vecinos La Malpica, de Carbayín, no se quedó de brazos cruzados cuando supo, hace unas semanas, que la oficina iba a pasar a manos de un tercero. Organizó una concentración y solicitó varias entrevistas con cargos intermediarios para que les explicaran qué estaba pasando. En su caso contaron con más margen que en otros pueblos, donde no se supo nada por adelantado el cambio de modelo. Los empleados recibieron una carta con su nuevo destino. La oficina se cerró 24 horas para realizar el cambio. Al día siguiente, los clientes se encontraron con una cara nueva que les explicó quién era. El colectivo vecinal no está muy de acuerdo con este tipo de estrategias, ya que la falta de información oficial genera desconfianza. En Carbayín pudieron hablar con el responsable de las agencias, que depende de una Subdirección General de Agentes que se ha creado, y con un responsable de zona.
¿Quién son esos agentes que están ya detrás del mostrador en Asturias? Los datos que ofrece Liberbank muestran que son más hombres que mujeres (12 frente a 7), la mayoría con edades comprendidas entre los 30 y los 39 años y con estudios universitarios superiores. El 90% cuenta con experiencia previa en el sector de servicios financieros, bien en otros bancos o en el mercado de los seguros. «La totalidad de ellos son personas enraizadas en la zona, con domicilio y vinculaciones familiares en los municipios, lo que garantiza la cercanía y el trato personalizado», indican desde el banco. No dicen lo mismo todas las fuentes consultadas por La Voz. Sí tienen formación y experiencia pero esa vinculación territorial o no existe o, al menos, parece muy difusa en muchos de los casos. Hay un dato curioso, además: dos de ellos son exempleados de Liberbank.
¿Dónde está el negocio?
Uno de los miedos de los vecinos es precisamente dejar su dinero en manos de desconocidos que no pertenecen a la entidad. En los últimos años, como consecuencia de la crisis, las preferentes, la deuda subordinadas o las cláusulas suelo, la desconfianza con los bancos se ha disparado. En el caso de Carbayín, la asociación quería garantías, saber quién lo iba a gestionar, conocer su relación con Liberbank, si iban a cambiar las condiciones,... Se preguntan dónde está el negocio. Si para Liberbank no es rentable, por qué lo va a ser para un agente. Temían que esos números cuadraran a su costa. Los directivos trataron de tranquilizarles y de explicarles que era un proyecto con vocación de futuro.
En las videoconferencias que Manuel Menéndez mantiene ahora periódicamente con los empleados, para tratar de cicatrizar unas relaciones maltrechas, ha abordado precisamente el proceso de franquiciado. Los trabajadores pueden hacerle llegar preguntas. Una de las que respondió era una en la que se le preguntaba por el perfil de las oficinas que iban a seguir ofreciéndose, según explica a La Voz, un testigo. Menéndez respondió que no había una definición exacta y que si había una oferta interesante la estudiarían.
Aunque los contratos firmados entre los bancos y los agentes son privados, existen una serie de parámetros comunes. Liberbank señala que la Subdirección General encargada de esa área se asegura del cumplimiento de las políticas del banco y de la calidad de servicio al cliente, pero siempre preservado la autonomía e independencia de los agentes que asumen el negocio. Fuentes consultadas explican que se negocia en función de la cuenta de resultados de cada oficina, descartando los costes de personal y algún otro gasto que depende de la entidad, pero añadiendo el gasto de funcionamiento, como la luz, el agua o la limpieza. La entidad entrega la cartera de clientes, la estética de marca y el soporte informático. Los agentes reciben una cantidad mínima y, además, un porcentaje sobre beneficios.
¿Si todavía son un buen negocio, por qué el propio banco no mantiene las oficinas? Esa pregunta que lanza los vecinos la responde Marco Antuña, de la Corriente Sindical de Izquierdas. «Ellos cuentan dos cosas. Lo primero es que los trabajadores de Liberbank salimos muy caros porque tenemos sueldos muy elevados. Lo segundo que tienen mucho margen de crecimiento si venden productos porque dicen que nosotros no los vendemos», lamenta Antuña. No lo comparte. «El banco se está desligando del territorio. Está muy lejos de las antiguas cajas donde los empleados teníamos mucha cercanía con los clientes y hasta un compromiso personal con ellos. Los trabajadores estábamos realmente implicados», argumenta.
Precarización laboral
El seguimiento realizado durante el primer año, según un balance de la propia entidad, ha confirmado que las agencias han conseguido mejorar sus resultados y los datos de las oficinas espejos, que son otras de características similares que siguen siendo sucursales tradicionales. Los sindicatos no niegan estos datos pero apuntan que el proceso avanza a costa de la precarización. Tanto CSI como CCOO, por boca del responsable de la sección sindical en Liberbank, Luis María Rodríguez, señalan que no tienen nada en contra de los agentes, que son profesionales que tienen derecho a firmar un contrato y tener una oportunidad. Prefieren de hecho este sistema a una política de cierres en cascada. Pero apuntan que esta concesión no puede ocultar algo que subyace, la pérdida de empleo y la precarización de las condiciones laborales.
«Se ha destruido empleo de manera constante, con planes prejubilaciones, bajas incentivadas y cero contrataciones. Cuando yo entré, nos incorporábamos hasta 160 por año. Ahora ninguno. Y después está el cambio de un contrato digno y estable por la precarización. No podemos olvidar que cambian una relación laboral por una mercantil, que es la que firman con los agentes. Sin compromisos», explica Marco Antuña. Esta política no le ha pillado por sorpresa. Recuerda que Manuel Menéndez ya intentó algo parecido, pero más rudimentario, en el 2000, cuando compró la ficha del Banco del Noroeste y lo convirtió en el Banco Libertad, con la intención de ponerlo a funcionar con agentes. «La diferencia está en que entonces no lo hacía nadie y ahora se está generalizando. Entonces le dio carpetazo y nos costó 3.000 millones de la época», añade. Entiende que el mercado ha cambiado y que en el siglo XXI la banca electrónica es necesaria. «Pero también la presencia en el territorio. Esa ha sido siempre nuestra seña de identidad. Parece absurdo perder esa vinculación», insiste.
CSI cree que peor aún que la externalización es el cierre. Lamenta, además, que la clausura de sucursales esté pasando más desapercibida pero el listado comienza a ser grande. Antuña recuerda las ocho que han desaparecido en Gijón, una en El Entrego, una en Pola de Siero, una en La Felguera,... Son localidades de cierto relieve con más de una oficina pero es un paso más en ese desmantelamiento que denuncia el sindicato.
Luis María Rodríguez, de CCOO, precisa que los sindicatos no han tenido ningún margen de maniobra en todo este proceso, ya que se trata de una decisión de organización interna. Recuerda que los empleados han estado sufriendo un ERTE detrás de otro y que nadie se ha salvado de la quema. Lamenta la caída del empleo y la pérdida de condiciones. Asume la explicación oficial de que el margen de intermediación ha caído, que la rentabilidad es baja y de que los agentes pueden implantar otro modelo de gestión más rentable. Sin embargo, Rodríguez apunta dos matizaciones. La primera es la labor social que siempre han jugado las oficinas de la antigua Cajastur, con su cercanía. La segunda es que esos números no son públicos y que una oficina no rentable puede ser perfectamente una que gane un 10%. Cree que pueden estar tendiendo a un modelo como el existente en Francia, Alemania o Inglaterra, donde existen muchas menos sucursales por cada 1.000 habitantes. Pero espera que no sea así y que en los próximos años no se afronte una reconversión de ese tipo. Con ese panorama, la aparición de la figura del agente es, a su juicio, un mal menor.