La fiesta de Richard Gere y la gallega Alejandra Silva tuvo todos los elementos para ser un auténtico enlace de cuento
17 may 2018 . Actualizado a las 08:54 h.Pasa a veces. Que cuando estás tú tan feliz viviendo tu sueño y sintiéndote el prota de la película viene el de al lado y se cuela en la foto. Algo así le pasó a Meghan, al menos mediáticamente hablando, porque ella estará tan metida en faena con la boda que igual ni se ha enterado. Pero a nosotros la portada del Hola nos ha hecho olvidar Londres por un rato para viaja a... Disneyland? Y es que la boda de Richard Gere y la gallega Alejandra Silva tuvo todos los elementos para ser una auténtica boda de cuento. Preciosa pero tan dulce que empalaga.
boda budista
En el rancho de Nueva York. A ver, que a mi el escenario me parece perfecto: el rancho que la pareja tiene a las afueras de Nueva York, todo rodeado de árboles y junto a un lago. Muy parecido a Galicia. El lugar de la ceremonia, oficiada por un sacerdote budista, fue muy sencillo: con sus banquitos planos de madera y las banderas tibetanas de la oración de colores como único adorno. Lo que ya me ataca al páncreas es el excesivo dulzor de sus declaraciones. Ahí va un ejemplo, de la novia: «Muero de amor. Me siento como en un auténtico cuento de hadas. Cada mañana él me pregunta: ‘¿qué te haría feliz?, y cada día me compone una canción». Richard, para estar a la altura, asegura: «Soy el hombre más feliz del universo, ¿cómo podría no serlo? Alejandra es bella, lista, sensible, divertida... ¡y también es española! Tierra de reyes y reinas, de Cervantes y Buñuel. ¡Insuperable!». Me quedo sin palabras.
tres vestidos
Alejandra gana a Meghan. Claro que la boda de Alejandra y Richard no se puede comparar con la de Meghan y Harry en presupuesto ni en invitados célebres. Pero la mujer de Richard Gere marcó un gol: ganó en el número de vestidos. Usó uno para la ceremonia (el de boda de su madre, precioso), otro para la celebración familiar, (de encaje, de Yaniv Persy) y un tercero del mismo diseñador para la fiesta posterior (horroroso, lleno de perlas colgando). Meghan, por su parte, que sepamos de momento tiene previsto utilizar solo dos: el de la ceremonia, -que, dicen, no será tan pomposo como los de lady Di o Kate Middleton- y el de la fiesta posterior, que promete ser bastante más informal y atrevido. Para el segundo casi todos los rumores apuntan hacia Roland Mouret, íntimo de la actriz, más que nada porque se fue de la lengua y lo dejó caer.
el fiestón
Desmadre hawaiano. Pues lo que no tengo claro es si este vestido es el que Meghan llevará en el fiestón post-boda que los novios darán a sus amigos íntimos (un momento en el que sí me apetecería colarme). Serán unos 200 invitados los que podrán disfrutar de la fiesta hawaiana que se celebrará en Frogmore House, una mansión construida en 1689 cerca del castillo de Windsor y que fue un regalo del rey Jorge II a la reina Carlota. Este señorial enclave se convertirá por unas horas en una réplica del club Mahiki, uno de los preferidos de Harry y otros famosos como Beyoncé o Rihanna, además de toda la alta sociedad londinense.
Yo me apunto, si hace falta, a hacer un en directo de la calidad del vodka on the rocks y la variedad de bebidas tropicales.
la «meghanmanía»
Londres, parque temático. A dos días de la boda, Londres es ya claramente un parque temático donde la meghanmanía se ha desatado. Te puedes encontrar sin problema a los novios de cera, en tamaño natural, cuando sacas al perro; tomarte un café con el rostro de los novios dibujado en la espuma o, por supuesto, comprarte cualquiera de las diez mil chilindradas que forman parte del merchandising oficial. Aunque ya advierto que no es fácil alcanzar el nivel de tuneo de los fans de la boda real que están ya durmiendo en la calle para coger sitio en el castillo de Windsor. Esos sí que se lo toman en serio, y no les importa dormir al fresco (7ºC) en su saco con tal de entrar en el recinto para ver a los novios aunque sea un rato.
la luna de miel
Destino exótico. Ya voy a ir dejando la boda por hoy, que de tanto ponerme en el papel de los novios me he visto ya rumbo a Namibia, el exótico destino de su luna de miel. Eso sí, van a esperar a después del verano para irse, y así aprovechan cuando vuelva el mal tiempo a Londres, porque dicen las malas lenguas que a Meghan, acostumbrada al sol californiano, el eterno gris de su nueva ciudad de residencia se le hace muy cuesta arriba. La entendemos. Sobre todo los que llevamos aquí suplicando para que salga el sol de una vez en Galicia. Que ya va siendo hora.