Los estudiantes de la Universidad Rey Juan Carlos hablan sobre los efectos del «mastergate» de Cifuentes.
17 abr 2018 . Actualizado a las 18:11 h.El terremoto Cifuentes ha sacudido con fuerza. Su demoledora onda expansiva ya tiene consecuencias directas en la política; en la Asamblea de Madrid, en donde se atisba una moción de censura que devuelva al PSOE a la Puerta del Sol tras más de dos décadas en la oposición; o en el corazón del PP, descabalgando a una de sus más firmes promesas para su regeneración y dividiendo al partido sobre la mejor estrategia a seguir para abordar la crisis.
Los temblores han atravesado el país de punta a punta. Galicia ya se ha cobrado su primera víctima, pero el resto de políticos del país afeitan su hoja de servicios ante el miedo a ser el siguiente. Hasta ahora, la maquillaban. Los currículos han pasado del exceso al defecto. El caso Cifuentes también ha afectado más allá de la política. La lupa está sobre la Rey Juan Carlos (URJC), pero en paralelo se ha abierto un debate sobre la salud del sistema universitario español. Los estudiantes de la URJC denuncian que los casos de enchufismo y clientelismo no son exclusivos de este centro.
Pasan unos minutos de las nueve de la mañana del lunes y en la línea nueve del metro apenas viajan estudiantes hacia el campus de Vicálvaro, al sureste de la capital madrileña y en donde se localiza el epicentro del terremoto. Aunque parece que no las ha frecuentado mucho, aquí están las clases en las que se impartía su máster. Y aquí asegura haber defendido su trabajo de fin de curso, que sigue sin aparecer por ninguna parte. Pegada a una de las bocanas del metro se encuentra el antiguo cuartel de artillería que desde 1998 es la sede de las facultades de Ciencias de la Comunicación y de Ciencias Jurídicas y Sociales, nomenclatura bajo la que se esconden las clásicas de Derecho o Humanidades.
En el gran patio interior cuadrado en el que desembocan todas las aulas solo hay un estudiante que aguarda por un compañero. Justifica así la poca actividad del centro: «Es lunes, y el que ha madrugado es para ir a clase. Además, en esta época hay mucha gente de prácticas», dice. Efectivamente. La cafetería está casi vacía. Ni rastro de una pandilla jugando una partida de cartas. Solo dos mesas ocupadas por estudiantes que no pierden de vista los móviles mientras mojan el croisán en el café. De la pared cuelgan carteles con la oferta para la comida: plato del día y bebida, cuatro euros. El sol gana terreno en el patio. Cada vez aparecen más alumnos en busca de sus rayos, al fin, primaverales.
Dos con estética punk de las juventudes comunistas se lían un cigarrillo mientras celebran lo bien que les habían quedado las pancartas que blandieron el día anterior por la calle Alcalá arriba en la manifestación republicana por el 14 de abril. Se les acerca un tercero, inquieto, en busca de fuego. Es Javier González, un veterano, que admite «malestar» entre el alumnado.
Durante muchos años compaginó los estudios con el trabajo. Ahora profesionalmente se encuentra «en standby», dice, para dedicarse de lleno a los libros. Es licenciado en Derecho por la URJC, en donde ahora estudia el máster de acceso a la abogacía.
Javier González
Máster de acceso a la abogacía
Hay que ser honesto en lo que hagas»
Bruno Álvarez
Estudiante de Derecho. Baiona | 21 años
Quedamos con Bruno en el centro del patio. Justo en la estatua dedicada al escritor Miguel de Cervantes, marcada con pegatinas con en las que se exige la dimisión de la presidenta madrileña. Acude puntual. Tiene media hora entre clase y clase. Se presenta con una sonrisa agradable y con un educado «Bos días». Es de Baiona. Tiene 21 años y cursa tercero de Derecho. «Es vergonzoso que un cargo público no tenga un título que dice tener, y peor es que encima ese título sea falso y no quiere admitirlo. Si realmente es falso que lo admita y dimita, tal y como acaba de hacer unos días el número dos de En Marea. É sinxelo», opina a raíz del caso.
Algunos no se matricularán aquí porque se supone que regalan los títulos»
Pasamos al edificio de al lado por un jardín que comunica las clases con una residencia en la que un grupo de alumnos juegan una partida de pinpon en una de las mesas que hay al aire libre. No es el camino más directo, pero por aquí también se puede acceder a la biblioteca, en donde hay un centenar de alumnos, la mayoría, repartidos en pequeños grupos de trabajo dentro de peceras insonorizadas en las que pueden elevar el tono sin molestar al resto. En la vitrina de la entrada hay un puñado de novedades en narrativa. Destaca El club de los mentirosos, de la escritora texana Mary Kerr. A un par de pasos está el acceso principal al salón de actos, en el que se anuncia una conferencia sobre corrupción de la exfiscal general del Estado Consuelo Madrigal.
Resulta imposible conseguir el testimonio de algún profesor. En el colectivo ha calado la ley del silencio impuesta por el rectorado hasta que se avance en las investigaciones abiertas por la Fiscalía y por el propio centro universitario. Ni uno se presta a hablar con la grabadora encendida. Mucho menos a una fotografía. Pocos se limitan a admitir malestar e indignación.
Celia Varona y Marcelo Brage
Portavoz del Concejo de Estudiantes Independiente. Burgos | 22 años. Estudiante de Periodismo e Historia. Ferrol | 23 años
De vuelta al patio central, nos atiende Celia Varona, portavoz del Concejo de Estudiantes Independiente, organización que junto a otros colectivos estudiantiles como Respública o las feministas de Cariátide, ha impulsado las últimas manifestaciones contra la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Celia, al enterarse de que somos de La Voz, acude a la cita con su compañero Marcelo Brage, natural de Ferrol, estudiante del doble grado de Periodismo e Historia y otra de las voces críticas contra Cifuentes.
A nadie le ha pillado por sorpresa»
Pero van mucho más allá. «Estamos indignados. Es sangrante estar aquí muchos años con el esfuerzo de nuestras familias para que luego llegue gente y solo por su nombre o por su cargo les regalen títulos», dice él. «La mancha, es algo estructural, no coyuntural. La URJC es el feudo de las polítcas neoliberales del PP, pero creo que la corrupción en la universidad es algo que afecta a todas las del estado», comenta ella.
Carmen García
Estudiante de Periodismo. Lugo | 22 años
Por la tarde nos atiende la lucense Carmen García. Quedamos en pleno centro de Madrid. Concretamente en la librería Central, de Callao. Por la mañana no estuvo en Vicálvaro. Ya ha terminado las clases y para acabar el grado en Periodismo solo le falta acabar el trabajo de fin de grado, que, garantiza, se tiene que currar. Mientras lo desarrolla, realiza prácticas en la redacción de El Economista, en donde se encarga del área educativa.
Hay que hacer un cambio en toda regla, no solo en la política.»
Está muy contenta, y asegura que en unos pocos meses de prácticas ya ha aprendido más que en toda la carrera. Llama a cambiar el sistema universitario español de arriba a abajo. «Estoy segura de que esto pasa en otras universidades, pero no sale a la luz. Hay que mirar qué está fallando en la administración y en el núcleo de la universidad», apostilla.