Un estudio revela que la celebración del 14 de febrero supone un incremento del 5 % en los nacimientos
19 feb 2018 . Actualizado a las 11:30 h.El Servicio Nacional de Salud (NHS) inglés acaba de dar a conocer un llamativo y revelador estudio: la celebración de San Valentín supone un incremento del 5 % en los nacimientos nueve meses más tarde, según los datos recogidos por dicha agencia en 2015. Vaya, que nos ponemos muy «tontitos» cuando de celebrar el amor se trata. Lo que, por otro lado, convierte el 14 de febrero en el segundo evento del año más proclive para el sexo tras la Navidad, que por algo es la celebración de la Natividad.
Vaya por delante que esta evidencia no causa sorpresa, sino que viene a confirmar algo que ya se suponía: que cualquier celebración es buena para ponerse a procrear. Sin ir más lejos, en España, la victoria final en el mundial de Sudáfrica desembocó en un pico de natalidad nueve meses después que dio pie -qué bien traído, teniendo en cuenta que todo surgió del zapatazo de Iniesta- a acuñar la etiqueta de “generación de la roja”.
No obstante, la constatación, a través de los fríos datos numéricos, de que somos tan predecibles, tan sugestionables y por tanto igualmente manipulables, da que pensar en la posibilidad de que se pudiese, se pueda -¿o ya se esté pudiendo?- controlar los patrones de natalidad de una población actuando sobre ella de forma subliminal, mediante intervenciones sutiles. Por ejemplo, favoreciendo el triunfo mundialista de una determinada selección; o el del representante del país de turno en Eurovisión. O convirtiendo una romántica balada en hit radiofónico. O distinguiendo en los Oscars un titánico romance como el de Di Caprio y Kate Winslet. O emitiendo en prime time la final de First Dates. Y de igual manera, también se podría reducir la libido dando una gran cobertura en los telediarios a casos como el virus Zika y sus efectos sobre el feto. O con la emisión de películas como El aceite de Lorenzo.
Por otro lado, la conclusión alcanzada por el NHS británico también da que pensar -al menos a mi- de qué somos hijos, y a convertirnos en detective de nuestra historia. Por ejemplo, si yo nací en agosto de 1974, ¿sucedió algo nueve meses atrás que «motivase» a mis padres? Al consultar los almanaques de 1973 uno descubre que en diciembre el consejo de ministros ordenó reducir el consumo energético en calefacción a consecuencia de la acuciante crisis mundial del petróleo que disparó el precio de los combustibles. Y ya se sabe que no hay nada como otro cuerpo para entrar en calor. Pero 1973 también fue el año de El último tango en París, prohibida por la censura en España, lo que motivó que muchos españolitos cruzasen la frontera a Francia para verla, y del mismo modo, la entrada de copias pirata de allende los Pirineos. Lo que me hizo recordar haber oído a mis padres contar que ellos vieron la película de forma clandestina en casa de un pariente que se había hecho con una de esas copias. No he querido indagar en las fechas exactas por temor a descubrirme otro de los cien mil hijos de San Marlon Brando.