El Rusiagate golpea al entorno de Trump

Adriana rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

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JONATHAN ERNST | Reuters

Manafort y su socio, en arresto domiciliario tras ser acusado de 12 cargos, entre ellos conspiración contra EE.UU. y lavado de dinero. Un tercer exasesor se declaró culpable de mentir sobre los lazos con el Kremlin

31 oct 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

Las primeras acusaciones y detenciones en el marco de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses golpearon ayer de lleno el entorno de Donald Trump. Su exjefe de campaña Paul Manafort y su socio Rick Gates fueron acusados de doce cargos, entre ellos los de conspiración contra EE.UU. y lavado de dinero. Un tercero, George Papadopoulos, se declaró culpable de mentir sobre sus contactos con personas vinculadas al Kremlin.

Manafort y Gates se entregaron a primera hora al FBI y comparecieron después ante la jueza Deborah A. Robinson, del tribunal del Distrito de Columbia, ante la que se declararon no culpables. Tras la comparecencia, la magistrada ordenó arresto domiciliario para ambos, les retiro el pasaporte y estableció una fianza de 10 y 5 millones de dólares, respectivamente.

En la acusación, Mueller asegura que Manafort lavó más de 18 millones de dólares ganados por asesorar a otros Gobiernos y de las cuales no informó a Washington. «Usó su dinero escondido en el extranjero para llevar un estilo de vida de lujo sin pagar impuestos.», cargó en su escrito. En el caso de Gates, habría transferido más de tres millones desde sus cuentas en el extranjero.

Estos cargos no implican a Trump, pero el hecho de que Manafort fuese su jefe de campaña hasta agosto del 2016, no deja en buen lugar a alguien que prometió «drenar el pantano». Cada vez más ahogado por el avance de las investigaciones, el republicano trató ayer de poner el foco de atención en el timing: «Esto fue años atrás, antes de que Paul Manafort fuera parte de mi campaña», se justificó en Twitter. La defensa se mantuvo en la Casa Blanca. «Todo es una farsa», dijo la portavoz Sarah Sanders tras insistir que los cargos son individuales y que en las 31 páginas del escrito no se menciona a la campaña electoral republicana.

A pesar de ser cierto, el nerviosismo aumenta en el ala oeste tras saberse que Manafort podría negociar con los fiscales aportar datos sobre el Rusiagate a cambio de un trato favorable. La posible colaboración ya la mantienen otros. Es el caso de la pieza sorpresa del puzle, el exconsejero de política exterior de la campaña, George Papadopoulos, que se declaró culpable de mentirle al FBI. «Impidió la investigación en curso sobre la existencia de vínculos entre la campaña y los esfuerzos del Gobierno ruso para interferir en las elecciones», declaró el fiscal especial en un escrito de un caso separado y que la Casa Blanca trató de minimizar. «Su papel era muy limitado», dijo Sanders sobre el exasesor y a pesar de ser una evidencia clara de la conexión directa entre la campaña con Rusia.

Mueller va en serio

Tras las primeras detenciones, a todos les ha quedado claro que Mueller va en serio. En el Partido Republicano están los que prometen proteger su investigación y los que sostienen que es el fiscal especial el que está contaminado. Esta estrategia se basa en las informaciones que apuntan a que la campaña de Hillary Clinton financió el informe contra Trump encargado al exespía Christopher Steel. Medios como The Wall Street Journal han servido de plataforma para pedir la renuncia de Mueller. Es más, el domingo el rotativo redobló su artillería con un artículo de los republicanos David Rivkin y Lee Cassey pidiendo a Trump que indulte a todos los involucrados en el escándalo incluido él mismo, con la esperanza de neutralizar la investigación de Mueller.

Los demócratas no pasaron por alto este esperpéntico movimiento y llamaron a tomar medidas contra la Casa Blanca si Mueller es despedido. Pero las pesquisas también sacuden sus propios cimientos. Tony Podesta, hermano del exjefe de campaña de Clinton, abandonó ayer su empresa Podesta Group después de saberse que la compañía era una de las dos que trabajaron con Manafort y Gates, entre el 2012 y el 2014, para mejorar la imagen del Gobierno ucraniano.

Una jueza bloquea el veto presidencial al reclutamiento de los transgénero en el Ejército

Una jueza federal bloqueó ayer el veto de Donald Trump al reclutamiento de los transgénero. La jueza Colleen Kollar-Kotelly, del tribunal del distrito de Washington, ordenó un «retorno al estatus quo», es decir, a mantener la medida adoptada por Barack Obama, que determinaba que esos reclutas podían ser aceptados a partir de julio del 2017.

La resolución establece que Defensa no puede aplicar el veto presidencial y debe seguir proporcionando tratamiento médico a los militares transgénero. El juez ha admitido de esta forma una denuncia presentada por activistas que ahora celebran como una victoria para la causa LGTB.

El Gobierno previsiblemente recurrirá la decisión, si bien el jefe del Pentágono, Jim Mattis, ya había retrasado la aplicación de la medida hasta el 1 de enero del 2018, según informa el portal de noticias Politico.

La polémica se remonta a julio, cuando Trump tuiteó de forma vaga su propuesta. «Nuestros militares deben estar centrados en la victoria y no pueden cargar con los tremendos costes médicos y la alteración que los transgénero supondrán en el Ejército», alegó entonces el presidente. A finales de agosto firmó un documento donde ordenó al Pentágono a no aceptar más la admisión de estos reclutas, pero dejó en sus manos la decisión sobre cómo cubrir los costes de cambios de sexo a los ya incorporados.

Las estimaciones sobre el número de militares transgénero oscila entre 1.320 y 15.000, sobre un total de 1,5 millón de soldados.

Lucha en el Sahel

El Gobierno de EE.UU. ha prometido 60 millones de dólares (unos 52 millones de euros) para apoyar la fuerza militar conjunta establecida por cinco países del Sahel para luchar contra los yihadistas. «Esta es una batalla que tenemos que ganar y esta aportación jugará un papel clave para alcanzar el objetivo», afirmó el secretario de Estado, Rex Tillerson, quien calificó de «socios regionales» a los miembros del G5 Sahel: Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger. EE.UU. ya tiene sobre el terreno a tropas y drones para respaldar la lucha contra los yihadistas.

Paul Manafort: El estratega en la sombra

Paul Manafort siempre fue un hombre influyente en Washington. Sus relaciones con el poder comenzaron hace cuatro décadas cuando asesoró primero al presidente Gerald Ford y más tarde a Ronald Reagan. Los contactos realizados entonces desde la Casa Blanca, le proporcionaron una agenda de clientes deseada por muchos y que finalmente se llevaría al sector privado. Fueron estas actividades las que levantaron las sospechas del fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller. En concreto, las relaciones que mantuvo con el fuera presidente de Ucrania, el prorruso Víktor Yanukóvich.

Manafort trabajó para él hasta el 2014, año en el que Yanukóvich huyó y se asiló en Rusia. Fue entonces cuando Manafort retomó la política impulsado por un antiguo socio, el polémico Roger Stone, quien le convenció para sumarse a la campaña de Trump. Tales eran las ganas de mantenerse cerca del poder, que ofreció al hoy presidente dirigir su campaña sin remuneración alguna. El neoyorquino escuchó sus deseos y, tras cesar a Corey Lewandowski, le fichó. Meses más tarde, el exasesor también daría un paso a un lado, tras filtrarse sus lazos con Ucrania y los 12,7 millones de dólares que recibió por asesorar al presidente prorruso.

G. Papadopoulos: Un contacto con el Kremlin

El asesor de política internacional de la campaña de Trump fue el primer arrestado por el Rusiagate. George Papadopoulos se reunió con un profesor y una mujer rusos y cercanos al Kremlin en abril del 2016 en Londres. Ambos prometieron al exasesor «miles de correos» con información comprometedora de Hillary Clinton. Mintió primero sobre la reunión al FBI, para después, y tras de ser detenido, reconocer el contacto.

Rick Gates: La mano derecha de Manafort

Su amistad con Manafort se remonta al 2005. La buena sintonía entre ambos, hizo que Gates siguiese a Manafort hasta la campaña de Trump, donde lideró la agenda de la convención republicana y fue número dos del comité de inauguración presidencial. Su ascenso político se estancó cuando el fiscal Mueller descubrió sus movimientos como agente del partido prorruso de Yanukóvich, sin informar al Gobierno de EE.UU.