El populismo está a punto de engullir a la República Checa

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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DAVID W CERNY | Reuters

Un magnate imitador de Trump, favorito para ganar los comicios

19 oct 2017 . Actualizado a las 17:16 h.

A caballo entre Donald Trump y Silvio Berlusconi, el multimillonario checo Andrej Babis, prepara su aterrizaje en la más alta esfera de la política de su país. El puesto de primer ministro podría estar al alcance de su mano en las elecciones que tendrán lugar el viernes y el sábado en la República Checa.

Los sondeos recopilados por Electograph apuntan a una victoria clara del líder del partido Alianza de Ciudadanos Descontentos, que podría sobrepasar el 25 % de los votos, lejos de sus inmediatos perseguidores, los socialdemócratas del CSSD, quienes se preparan para encajar, de nuevo en la UE, una de las peores derrotas de los últimos tiempos si no consiguen rebasar el 12.5 % de los votos que le otorgan las encuestas. En el pozo del olvido quedarán otros partidos como los democristianos, quienes podrían quedarse sin representación parlamentaria.

La situación es un déjà vu para los líderes comunitarios. El «efecto Trump» parece haberse trasladado a este lado del Atlántico. Aunque hasta ahora el pulso populista se había logrado neutralizar en países como Francia y Holanda, todo parece indicar que en Centroeuropa las cosas discurren por otros derroteros y que el húngaro Viktor Orban o la polaca Beata Szdylo no son desgraciadas excepciones.

Nada importa que el liberal independiente sea un magnate forjado al calor de los buenos contactos cosechados mientras fue afiliado del Partido Comunista de la antigua Checoslovaquia. Ni que Babis fuese cesado el pasado mayo de su cargo como ministro de Finanzas por sospechas de fraude y evasión fiscal. Tampoco le ha importado al electorado que abandere las demandas de la clase obrera desde su sillón de oro. El magnate checo, propietario de cinco medios de comunicación y un conglomerado de empresas químicas y alimentarias, ha sabido jugar su mejor carta, la del miedo, para seducir a los votantes. Lo hizo desde que fundó su partido en el 2011, aprovechando la corriente de hartazgo y enfado contra los partidos tradicionales.

A pesar de la ferocidad de sus críticas, de los dardos lanzados contra democristianos y socialdemócratas, Babis acabó formando coalición con ellos en el 2013. Y no le pasó factura. Es más, su popularidad ha ido aumentado gracias a sus discursos incendiarios contra la corrupción de sus opositores, contra la adopción del euro o las cuotas de refugiados. Una retórica que le ha granjeado grandes apoyos entre una ciudadanía que vive ajena a todos esos fantasmas que agita Babis. Su economía sigue al alza, el desempleo es el más bajo del bloque y la población es muy homogénea, ni tienen migración ni han abierto la puerta a los refugiados, como bien sabe la Comisión Europea, que le abrió un procedimiento sancionador al país por sabotear en programa de reubicaciones desde Italia y Grecia.

Ese rechazo o miedo a perder las raíces lo ha sabido leer muy bien Babis, quien tira de propuestas populistas y conservadoras para vender imagen de fortaleza y estabilidad. Él mismo se vende como un «hombre hecho a sí mismo» y recuerda que a él le deben los ciudadanos la subida de las pensiones. «Estas elecciones están vacías de temas reales, la división entre derecha e izquierda ha desaparecido completamente y los temas principales son dos: Babis y el comercio del miedo», aseguró a Efe el analista de la New York University de Praga, Jiri Pehe, para quien la construcción de amenazas invisibles como el terrorismo (inexistente en el país), el Islam o las consecuencias para las economías familiares de adoptar el euro son parte del juego político de Babis.