El actor gallego se ha sometido a una estricta dieta para meterse en la piel de un fotógrafo catalán que acabó en un campo de concentración nazi. De tan demacrado, está irreconocible
20 oct 2017 . Actualizado a las 12:19 h.A Mario Casas no le falta empeño. Empecinado en sacudirse el encasillamiento que suele salir en toda conversación que se acuerda de él -el guapito de turno, chulo y conquistador, dispuesto a quitarse la camiseta a la primera de cambio-, el actor gallego lleva una temporada aceptando papeles que no solo suponen un complejo reto interpretativo: reclaman también drásticos cambios físicos. Quizá la de Toro fue de todas sus recientes metamorfosis la más llamativa. Él mismo reconoció, tras el rodaje, que la película le había exigido muchísimo, mental pero también físicamente. Haciendo honor al su personaje, Casas se puso literalmente como un auténtico toro, desarrollando una descomunal musculatura que generó furor y alarma a partes iguales en las redes sociales. Un año más tarde, mutó en un hipster de libro para El Bar, de Álex de la Iglesia.
Luego tuvo que ganar unos cuantos kilos -12, concretamente- para interpretar a un alimañanero acostumbrado a vivir solo en el monte en Bajo la piel del lobo, del asturiano Samu Fuentes. Y ahora, las exigencias del guion de su último proyecto le han sometido a una estricta dieta que ha obrado en su saludable cara buenos estragos.
Mario Casas está (casi) irreconocible, demacrado y escuálido. Así, ojeroso y consumido, con el pelo rapado al uno, se muestra en su última fotografía publicada en Instagram. En ella aparece caracterizado como el fotógrafo Francisco Boix, personaje histórico al que el coruñés da vida en El fotógrafo de Mauthausen, un catalán que, además de retratar la Guerra Civil española, fue testigo del horror del exterminio nazi, preso en un campo de concentración alemán.