La considerada la mujer más rica del mundo por la revista Forbes ha fallecido a los 95 años
28 abr 2023 . Actualizado a las 11:33 h.Liliane Bettencourt, hija del fundador del imperio cosmético L'Oréal y considerada la mujer más rica del mundo por la revista Forbes, ha muerto este jueves de madrugada a los 95 años en su domicilio, según ha informado su familia.
«Liliane Bettencourt falleció esta noche en su domicilio. Habría cumplido 95 años el 21 de octubre. Mi madre se ha ido apaciblemente», ha anunciado su hija, Françoise Bettencourt Meyers, en un comunicado recogido por medios galos. La hija ha aprovechado la nota para confirmar, «en este doloroso momento», la «fidelidad» familiar a L'Oreal y expresar la absoluta «confianza» al actual presidente de la compañía, Jean-Paul Agon, así como a los equipos de la empresa «en el mundo entero».
Bettencourt heredó la casa cosmética tras la muerte de su padres, Eugène Schueller, en 1957, pero en los últimos años ha sido más noticia por su deterioro cognitivo -un juez llegó a ponerla bajo tutela de un familiar- y por los procesos abiertos en relación al supuesto aprovechamiento que hicieron de su delicado estado personas de su entorno.
Asus 87 años, Liliane Bettencourt atraviesa una de las etapas, quizás la última, más complicada de su dilatada, intensa y exclusiva trayectoria vital. La mujer más rica de Francia, única heredera del creador y
Liliane Bettencourt: La dama de L'Oreal
Digna Casas
Liliane Bettencourt atravesó en el 2010 una de las etapas más complicada de su dilatada, intensa y exclusiva trayectoria vital. La única heredera del creador y fundador de L’Oreal, con una fortuna superior a los 20.000 millones de euros, se veía envuelta en uno de los escándalos de mayor impacto en la vida política y económica del país. Lo que comenzó como el temor de su única hija por que su madre desvencijase la fortuna de la familia al desviar unos mil millones de euros en forma de regalos y propiedades a su amigo íntimo, un fotógrafo 23 años más joven que la anciana, desató semejante tormenta que llegó a amenazar la presidencia del mismísimo Sarkozy, a quien se le acusó de recibir unos 150.000 euros para financiar su campaña electoral.
Liliane Bettencourt fue una mujer discreta que siempre permaneció al margen de la vida pública, de gran vocación emprendedora inculcada por su padre -un químico hijo de una panadero alsaciano que hizo su fortuna al inventar un tinte capilar que vendería a los peluqueros parisinos- y anfitriona de las reuniones políticas que protagonizaba en casa su marido (del que tomó su apellido), un político suizo -lo conoció en el país helvético donde se trató de tuberculosis poco después de empezar a trabajar en una fábrica de tintes colocando las etiquetas a los envases- que ocuparía responsabilidades ministeriales con el general De Gaulle y Georges Pompidou. El posible colaboracionismo con losnazis perseguiría a André Bettencourt toda su vida. Fue precisamente ese contexto político en el que se desenvolvió la familia el que dio pie a que la entrega de sobres con fajos de 10.000 euros formase parte de los regalos que recibían sus invitados políticos (sobre todo de derechas) tras un almuerzo o cena con los Bettencourt. Liliane fue una mujer elegante y discreta que recibió de su padre una educación basada en el rigor y la disciplina y al que profesó una admiración sin límites por ser su mejor y único apoyó al quedar huérfana de madre con apenas cinco años. Fue su referencia hasta su fallecimiento, pocos años después de su matrimonio, y desde entonces la dueña de L’Oreal iría incrementado el imperio con la incorporación de firmas y su participación en Nestlé, hasta lograr uno de los emporios más descomunales propios de las grandes y exclusivas fortunas, pero siempre manejado desde la discreción.
Tampoco fue una mujer de lujos y dispendios (únicamente se le atribuye una piscina con agua de mar en su casa de Bretaña), pero sí amante de la cultura y el arte (vivió rodeada, en su mansión parisina, de Picassos, Van Gohgs, Monett o Lêgers). Tanto ella como su marido gustaban de frecuentar el París nocturno y fue en ese escenario donde conocieron al fotógrafo y artista Francoise Barnier. Su relación fue inescrutable y, a pesar de algunos viajes íntimos, solo tras la muerte de André, el fotógrafo ocuparía lugares cada vez más predominantes en la vida de Liliane. Y todo ello no pasó inadvertido para su hija, Françoise (casada con el nieto de un rabino) y la próxima heredera del imperio que compartirá con sus dos hijos. Casualmente, comenzaron entonces las grabaciones del mayordomo, una guerra judicial contra su madre para incapacitarla y contra su amante por presunto usurpador de la fortuna L’Oreal. En las cintas de grabación aparecía la mujer del ministro de Trabajo, que asesoraba a Liliane para que resguardase parte de su fortuna en paraísos fiscales, y la madeja también llegó a salpicar a Sarkozy por supuesta financiación ilegal de su partido.