Cinco días de absoluta soledad y abstinencia tecnológica en la tele
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«In Solitary», el llamado experimento «antisocial» de Channel 5, es criticado por tortura y crueldad con los participantes
13 sep 2017 . Actualizado a las 07:44 h.En un mundo donde las personas están más conectadas que nunca, una cadena británica apuesta por un reality calificado de experimento «antisocial» que desafía a varias personas a pasar cinco días en un confinamiento solitario sin ningún tipo de contacto con el exterior ni con ningún producto tecnológico. Los participantes de In Solitary, emitido por Channel 5, tienen todo lo que necesitan para sobrevivir, pero se quedan completamente solos en un almacén desierto en las afueras de Belfast bajo la atenta mirada de un equipo de psicólogos dirigido por Pauline Rennie-Peyton, quien supervisa su comportamiento.
Entre los voluntarios están Lloyd de Yorkshire, enganchado a las redes sociales y que se ofreció voluntario para estar lejos de su móvil durante unos días. También están Lucie, que sufrió una ruptura matrimonial tras cuatro meses y quería ver si era lo suficientemente fuerte, y Charmayne, una enfermera que comenzó a llorar a los pocos minutos diciendo que quería irse a casa.
El reto no parece fácil. Otra de las participantes, Sarah, de 36 años, echaba de menos a su hijo de 8 años y los terapeutas pensaron en sacarla por razones médicas. Durante varios minutos los espectadores la vieron pasearse como un «animal enjaulado en un zoo» y vomitar tras un fuerte ataque de ansiedad.
A las pocas horas de ser dejado solo y en silencio, su compañero George Lamb decidió abandonar la prueba. «Quería quedarme hasta que sentí que entendía la situación, pero mirando las cosas con retrospectiva, debería haber permanecido allí más tiempo», comentó al salir.
Lamb reconoció que nunca estuvo tranquilo dentro del habitáculo de paredes blancas y sin luz natural, teniendo siempre la vista en la puerta con la idea de salir. «Lo sentí como si fuera un castigo», describía Lamb las horas que pasó en la habitación cerrado con llave y con acceso solamente a una cama, un baño y tres artículos personales no electrónicos elegidos por él: algunas cartas, papel para escribir, y, como buen amante del arte, algunos pinceles para sacar su lado más creativo, pero lo cierto es que tras usarlos apenas una hora, los dejó a un lado.
Tras su salida, en las redes sociales le preguntaron qué había comido durante su encierro, a lo que contestó paquetes de comida preparada a los que tenía que añadir agua caliente. También confesó que la higiene se limitaba a unas «toallitas húmedas». Algunos espectadores criticaron duramente a los organizadores por ser un programa «cruel» y «torturar» a los participantes. «¿Les dais solo una taza de té del día y me estás diciendo que no es una tortura?», escribió uno.