El juez de la Audiencia Nacional trabajó a las órdenes de Eduardo Zaplana, uno de los políticos a los que cita en el sumario
30 abr 2017 . Actualizado a las 10:11 h.El pasado 19 de abril, el juez Eloy Velasco Núñez (Bilbao, 1963) madrugó más de lo normal. Desayunó fuerte y se preparó para un día especial. Sabía que no solo sería largo, sino que marcaría un punto de inflexión en su vida personal y profesional. Muy temprano, ordenó la detención del expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González y de otras once personas, desatando así el que puede acabar siendo uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia de España: el caso Lezo. Pero, tras pasar todo el día coordinando la operación e interrogando a los testigos, tuvo tiempo de presentar esa misma noche su último libro, centrado en la responsabilidad de las personas jurídicas. Y, de postre, concedió una entrevista a un diario nacional. «Me he levantado a las cinco de la mañana, estoy cansadísimo», admitió al final del día. No era para menos.
La anécdota refleja la particular forma de ser de este magistrado atípico, al que los que lo conocen definen como un hombre impulsivo y de fuerte carácter y que, como muchos otros, ha recorrido el camino de ida y vuelta desde la judicatura a la política para volver a ponerse la toga. Velasco no elude el protagonismo y acostumbra a dejar su huella con declaraciones poco convencionales dentro y fuera de los juzgados, que en algunas ocasiones rozan el límite de lo que puede ser aconsejable para mantener la imparcialidad. Pero, aunque ahora mismo se ha convertido en la mayor pesadilla para el PP, hubo un tiempo en el que Velasco trabajó para los populares. Y lo hizo, además, a las órdenes de uno los políticos a los que cita en su investigación del caso Lezo, Eduardo Zaplana, en cuyo Gobierno fue director general de Justicia de la Generalitat valenciana desde 1995 hasta el 2003. No sería raro que el juez acabara interrogando a quien fue su jefe. «Yo he tenido que meter en prisión a gente vinculada al partido político del Gobierno al que de alguna forma pertenecí y creo que ahí demostré que un juez es primero profesional y luego tiene ideas particulares», afirmó ya en mayo del 2015 para defender su total independencia.
Aseguran que Velasco declinó de hecho la oferta de ser consejero en Valencia para no tener que permanecer apartado de la judicatura varios años si aquella aventura política no llegaba muy lejos. Y así fue, porque acabó siendo destituido por Francisco Camps, sucesor de Zaplana, por sus continuas broncas con el entonces secretario de Justicia valenciano, Fernando de Rosa. En el 2004, se incorporó al Juzgado de Instrucción 24 de Madrid.
Ha pedido un cambio de destino
En el 2008 era ya juez de la Audiencia Nacional, en donde ha instruido algunos de los casos más sonados. Fue él quien envió a prisión al expresidente de la patronal Gerardo Díaz Ferrán. Y luego instruyó la operación Púnica, la otra gran trama de corrupción del PP de Madrid.
Pero, siempre inquieto, el juez Velasco planea ya abandonar el juzgado número 6, sin importarle dejar abiertos y empantanados dos sumarios tan sonados como el caso Púnica y el caso Lezo. Ha pedido un cambio de destino para incorporarse a la Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional. Un trabajo que, en sus propias palabras, es «menos de actuar y más de escribir», pero que deberá ganar en un concurso en el que no lo tiene fácil. Y es que a Velasco, como a todo juez estrella, no le faltan enemigos. Algunos de ellos lo acusan de ser poco trabajador y de tener desatendido su juzgado. Con el caso Lezo, desde luego, trabajo no le falta.
Un magistrado que no elude las críticas directas al poder político
«Los jueces tenemos que interpretar la ley conforme al pueblo. Somos gente del pueblo y el pueblo no perdona apropiaciones económicas o desfalcos como los perdonábamos antes». Frases como esta, que forma parte de la entrevista que concedió al diario El Mundo el mismo día que lanzó la operación Lezo, han convertido a Eloy Velasco en un personaje polémico tachado de juez estrella. Un papel con el que, lejos de sufrir, parece encontrarse a gusto. Aunque hay quienes lo acusan de ser un magistrado algo vago y desvelan, por ejemplo, que es el juez que menos casos atiende y el que menos resuelve en la Audiencia Nacional en los últimos años, él se queja de la excesiva carga de trabajo que implica llevar su juzgado y de la falta de medios a su disposición para instruir casos muy complicados. Algo que, según dice, le impide hacer bien su trabajo, por lo que ha solicitado un cambio de destino.
«Cada víctima merece más»
«Me gustaría tener tiempo, porque cada ciudadano, cada víctima merece mucho más tiempo del que yo puedo dedicar», dice el magistrado. Los responsables de esa falta de medios los encuentra el juez precisamente en la clase política, con la que parece estar desengañado. «Los políticos se han retratado, les interesa más controlar a los jueces que dotarles de medios», aseguró en una entrevista en el 2015.