No será fácil para Atenas que deberá emprender otro programa de reformas en el terreno de las pensiones y los impuestos
08 abr 2017 . Actualizado a las 09:26 h.Con el brexit, Donald Trump y las elecciones francesas a la vuelta de la esquina, Grecia ha quedado totalmente eclipsada. Y no porque la situación se haya enderezado desde que el país heleno estuviera con un pie fuerza del euro en julio del 2015. A pesar de las promesas de Bruselas, los griegos no levantan cabeza ni con el tercer rescate ni con las recetas de la troika. El desempleo sigue por encima del 23,5 %, las previsiones de crecimiento se van estrechando y el Gobierno de Tsipras teme entrar en terreno negativo una vez más en estos siete años de penumbra económica en la que el país ha destruido un 25% de su PIB. La situación es límite y así se lo hizo saber ayer a sus socios del euro el ministro de Finanzas heleno, Euclides Tsakalotos, para exigir a las instituciones acreedoras que desbloqueen la segunda fase del rescate. Sin esos fondos, Grecia volverá a estar al borde de la suspensión de pagos. La patata caliente ha ido pasando de mano en mano del FMI al BCE y del BCE al Eurogrupo que finalmente llegó ayer a un acuerdo político para superar el bloqueo. No será fácil para Atenas que deberá emprender otro programa de reformas en el terreno de las pensiones y los impuestos. Recortes en el primero y aumentos en el segundo. Un esfuerzo de hasta el 2% del PIB hasta el 2020. Una vez que Tsipras saque adelante el paquete de ajustes, la troika volverá a Atenas y habrá que revisar los objetivos fiscales. Solo después de que se haya avanzado en esa negociación se abrirá el cielo para explorar la ansiada reestructuración de la deuda. «Para Grecia es muy importante hacerlo cuanto antes», admitió el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Berlín espera que las decisiones se tomen después de las elecciones alemanas.
No dimite
¿Dimitirá Dijsselbloem por sugerir que los países del sur se gastan los fondos del norte en «alcohol y mujeres»? «Desde luego que no», zanjó ayer el holandés después de un tenso rifirrafe a la entrada de la reunión con el secretario de Estado adjunto de Finanzas portugués, Ricardo Mourinho. El luso le interpeló ante las cámaras para exigirle disculpas: «Quiero decirle que fue profundamente chocante aquello que dijo de los países que fueron rescatados. Pida disculpas ante los ministros y la prensa. ¿Va a decir algo?», le espetó. Visiblemente incomodado, Dijsselbloem reprochó sus formas y contraatacó: «No le voy a pedir disculpas». Aunque nadie pidió expresamente su dimisión a puerta cerrada, su cargo al frente del organismo está más que cuestionado por sus constantes provocaciones y su reciente fracaso electoral en Holanda donde los socialdemócratas son hoy la séptima fuerza del Parlamento.