Los cerca de 19.000 empleados de las plantas de Rüsselsheim, Kaiserslautern y Eisenach tienen garantizado el puesto hasta el 2018, pero después todo es incertidumbre
07 mar 2017 . Actualizado a las 08:48 h.La reacción del Gobierno de Angela Merkel a la compra de Opel no se hizo esperar. La ministra de Economía, Brigitte Zypries, dijo ayer sentirse «aliviada» y «un tanto tranquilizada» por los términos del acuerdo preliminar alcanzado entre General Motors y PSA, según el cual la filial alemana seguirá siendo una marca autónoma con su propio sello de identidad. «Un primer paso» para contar con un «actor global» en el continente, aseguraron Zypries y los líderes de los tres estados federados donde Opel tiene fábricas. Sin embargo, también pidieron que el grupo automovilístico francés incluya a los representantes de los trabajadores en el proceso de negociación, que debe regirse por la transparencia.
Los cerca de 19.000 empleados de las plantas germanas de Rüsselsheim, Kaiserslautern y Eisenach tienen garantizado el puesto hasta el 2018. Pero después todo es incertidumbre. El presidente de PSA, Carlos Tavares, explicó que las fábricas no peligran, siempre y cuando recuperen competitividad de aquí a los próximos tres años. Un ultimátum que imprime aún más presión sobre los trabajadores, especialmente sobre los de Rüsselsheim, la mayor central de Opel, con 15.040 empleados y la que vio nacer en 1862 la marca en forma de fabricante de máquinas de coser.
Hasta 1911 el negocio familiar no dio el salto al sector de los vehículos de motor, que en la década de los veinte lo consagró como la primera automotriz de Alemania. En 1929 fue adquirida por General Motors. A la bonanza de posguerra le siguió una auténtica debacle en los ochenta de la que el fabricante no se ha recuperado.