El ex primer ministro italiano abandona la secretaría general para forzar un congreso en cuatro meses
20 feb 2017 . Actualizado a las 07:38 h.El Partido Democrático (PD) se escinde y va a ser muy difícil parar el proceso de descomposición interna al que parece abocado. Ayer, durante la asamblea general, su secretario Matteo Renzi, presentó la dimisión abriendo así el camino que lleva a la celebración del congreso en un plazo de cuatro meses. Durante su intervención invitó a la minoría en la oposición a no amenazar porque «peor que la escisión es solo el chantaje. Acabemos con esto porque fuera nos toman por locos y le estamos haciendo un regalo a Grillo».
El ex primer ministro no quiere abandonar la escena aunque haya dimitido tras el varapalo del referendo y por ello anunció que se presentará a la reelección como secretario del partido. «Tenéis el derecho de ganarme, pero no el de eliminarme». Un serio aviso al grupo de rebeldes encabezados por los presidentes de Apulia, Michelle Emiliano, y de la Toscana, Enrico Rossi, así como por el diputado Roberto Speranza y el ex secretario Pier Luigi Bersani.
El partido ha llegado a un punto en el que cada vez tiene menos margen para encontrar soluciones de compromiso y evitar la ruptura. Emiliano intentó una mediación asegurando que «la unidad está en nuestras manos, tengo confianza en Renzi», mientras se mostraba dispuesto a retirar su candidatura a la secretaría del partido. No parece que esta sea la línea de Rossi, cuya salida del PD está más cercana que nunca cuando aseguró que en el partido «se ha alzado un muro, los tiempos son maduros para una fuerza nueva», una opinión compartida por Bersani quien también seguramente abandonará el partido.
Las condiciones que la minoría planteó a Renzi para no romper la unidad eran claras: congreso en otoño y no en primavera, como quiere el ya exsecretario, apoyo al gobierno de Gentiloni hasta 2018, ley electoral sin cabezas de lista elegidos por las jefaturas de los partidos y, sobre todo, que Renzi no se presente a la reelección como secretario. Una guerra por el poder en un partido en el que la herencia comunista y la que proviene del centrismo liberal aún no han encontrado un acuerdo, lo que se refleja en las constantes luchas intestinas que han caracterizado los apenas diez años de vida de la formación.
Una escisión en el PD pondría en peligro el gobierno de Gentiloni, que podría perder la precaria mayoría que posee, sobre todo en el Senado. Una paradoja para los críticos que siempre han querido que la legislatura continuase hasta su fin natural en 2018, frente a Renzi que ha planteado en diversas ocasiones la posibilidad de un adelanto de las elecciones para esta primavera. Los diputados pertenecientes a la minoría crítica son 40 y los senadores 21, que podrían formar un nuevo grupo parlamentario independiente. Ante esta situación el Ejecutivo tendría que pedir la confianza del Parlamento para seguir adelante, aunque el resultado positivo no estaría garantizado.
La creación de una nueva fuerza podría suponer para el PD la pérdida de votantes pasando del 30,1 % actual, al 27 %. Una lista de izquierda con Massimo D’Alema y Pier Luigi Bersani podría llegar a alcanzar el 7 % de respaldos si consigue atraerse además a los votantes de izquierda del Movimiento 5 Estrellas, descontentos con algunas decisiones de su líder Beppe Grillo.
Un conglomerado de siete familias
Una apuesta considerada en su día ilusionante por englobar a las fuerzas progresistas del país, con la fusión entre los democristianos y liberales de La Margarita y los Demócratas de Izquierdas, herederos del viejo Partido Comunista, el PD ha ido perdiendo poco a poco la aureola de sus orígenes, como consecuencia de motines e intrigas internas. Asiste ahora a los estertores del liderazgo de Renzi, incapaz de proyectar unidad tras perder el poder. Los medios de comunicación consideran de hecho al PD como un conglomerado formado por hasta siete corrientes, como «los renzianos», el «Area DEM» (encabezada por el ministro de Cultura, Dario Franceschini), «los Jóvenes Turcos», «los reformistas» y otros grupúsculos que hacen imposible la convivencia interna.