Su imagen dio la vuelta al mundo hace casi un año, cuando explicó que se sentía afortunada simplemente por seguir viva
28 dic 2016 . Actualizado a las 19:22 h.La joven Rahama Haruna, de 19 años, falleció el día 25 de diciembre. La imagen de Rahama metida en una palangana dio la vuelta al mundo a principios del 2016. Era su único medio de transporte por las consecuencias de de una extraña enfermedad que hizo que a los pocos meses de vida sus brazos y sus piernas dejasen de crecer.
Su imagen se clavó en la retina de manera desgarradora. La molesta realidad quedaba impregnada en todas y cada una de las tonalidades de una instantánea que mostraba la más miserable realidad que puebla este mundo. Mientras a este lado de la realidad, las copiosas y pantagruélicas celebraciones centran todas las miradas, la otra cara de la moneda, la que nadie quiere ver, la protagonizaban gentes como Rahama Haruna.
A sus 19 años, esta joven nigeriana, sobrevivía en una palangana. Más bien malvivía. Y a pesar de que la miseria se había pegado a su cuerpo a lo largo de toda su vida, ella se sentía «afortunada». Afortunada por estar viva. Sin mayores aspiraciones.
La incómoda instantánea la firmaba Sani Maikatanga, un fotógrafo freelance de una ciudad de Nigeria, que se topó de bruces con la cruda realidad que formaba el trasfondo de una ya de por sí triste estampa. Tras ser contactado por Alhaji Ibrahim M. Jirgi -un hombre de negocios y antiguo corresponsal de la BBC- Maikatanga se fue a cubrir un evento bastante poco habitual en esto que hacemos llamar primer mundo. Se trataba de la entrega de un regalo. Frecuente la forma, no el fondo. Y es que este presente no era más que una silla de ruedas para la pobre chica de la palangana. Un acto con el que el antiguo corresponsal de la BBC pretendía dar a conocer la historia de superación de Rahama Haruna.
Con la silla de ruedas, el hermano de la joven -de tan solo 14 años- podría mejorar su día a día, centrado en cargar sobre la cabeza el pequeño habitáculo en el que vive la joven, durante los 25 kilómetros que separaban su casa en Warawa del centro de la ciudad de Kano, donde Haruna se ganaba la vida pidiendo limosna.
Decidido a dar a conocer la historia, el fotógrafo colgó las imágenes en su cuenta de Facebook. Poco a poco comenzaron a llegar decenas de mensajes y ofertas de ciudadanos de todo el mundo dispuestos a prestar su ayuda a la olvidada Rahama. La que la medicina de aquel recóndito lugar no pudo -o no quiso curar-, y es que tras consultar con varios curanderos, la familia de la joven se vio obligada a resignarse a una vida sin cuerpo. «He aprendido a crecer sin amigos en la vida. Mi familia son los únicos amigos que tengo. Me llevó mucho tiempo comprender que no todas las personas son iguales. No me importa. Me considero afortunada de estar viva», eran las palabras con las que Rahama resumía su existencia. Una vida de penurias que terminó el día de Navidad.