El Eurogrupo concede margen a Italia para que no acometa los ajustes económicos antes de resolver la crisis política
06 dic 2016 . Actualizado a las 08:47 h.Agazapada, dormida y latente esperaba la crisis de la eurozona para volver a asomar sus garras. Italia le ha abierto la puerta de nuevo, cuando se creía derrotada. Lo hizo el domingo con un no rotundo a la reforma de su Constitución. Tras el velo de la crisis política, espera la incertidumbre económica. Reformas, ajustes y una colosal reestructuración bancaria quedan en punto muerto en el país alpino a la espera de saber quién tomará las riendas tras la renuncia de Matteo Renzi.
La UE mira hacia otro lado, como si el resultado del referendo no fuera a tener consecuencias. Trata de minimizar en público su impacto aprovechando que los mercados están curados de espanto y ya lo daban por descontado. «Hay volatilidad, pero el impacto tanto en Europa como en Italia ha sido bastante moderado», celebró el ministro de Economía, Luis de Guindos.
Bruselas niega que la bofetada de los italianos fuese en su dirección, a pesar de que es el país de la UE donde menos apoyo colecta el euro. Se desmarca de cualquier derrota: «El voto era sobre el cambio de la Constitución italiana, no sobre Europa», aseguró su portavoz, Margaritis Schinas. Sí se apunta el tanto de la victoria austríaca contra el ultraderechista Hofer: «En este caso el centro de gravedad de muchos de los debates en Austria gravitó sobre los países vinculados a Europa y el resultado habla claramente», justificó.
El mensaje se repitió de forma machacona en la sede del Consejo Europeo. Todos los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro entonaron ayer la misma canción a su llegada a la reunión del Eurogrupo: «No hay ningún motivo para hablar de una crisis del euro», zanjó el alemán, Wolfgang Schäuble.
Berlín niega la sacudida e insiste en meter a Italia en vereda. No habrá tregua para un país que deberá acometer duras reformas en el 2017. Sí habrá margen de tiempo. «En esta coyuntura es difícil que el Gobierno italiano se comprometa a tomar medidas adicionales. No queda más remedio que esperar», aseguró el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, antes de arengar al presidente italiano para que acelere los trámites para la formación de nuevo Ejecutivo.
¿Por qué tanta prisa? Nadie puede ignorar el enorme abismo que se abre ante Italia. No por el flanco político -los italianos ya están acostumbrados a lidiar con crisis-, sino por el flanco de las finanzas. Renzi dejó encarrilado el rescate por la puerta de atrás de sus principales bancos, donde esperaban como agua de mayo la inyección de capital para esconder bajo la alfombra el 16 % de créditos dudosos y los miles de millones de deuda subordinada en manos de pequeños ahorradores, el equivalente a los preferentistas en España. El sistema financiero italiano no puede sostener más sus cuentas. Si se dilata la formación de Gobierno, pueden acabar quebrando. Los miembros del Eurogrupo descartan ese escenario. No creen que Italia pueda arrastrar consigo a otros socios débiles.
El director de Eurointelligence, Wolfgang Münchau, insiste en que la UE subestima los riegos y augura «la mayor quiebra de la historia». La Comisión desacredita a los europesimistas y recuerda que ya se equivocaron al anticipar el fin del euro. Sea como fuere, asume que se avecinan duras batallas por la supervivencia del proyecto el año que viene.