Populares y socialistas ensayan una gran coalición «de facto» con grandes acuerdos para aislar a Podemos y a Ciudadanos
05 dic 2016 . Actualizado a las 08:49 h.Nos anunciaron la muerte del bipartidismo. Nos anunciaron un Gobierno débil con dependencia permanente y para todo de Ciudadanos y un PSOEirrelevante que cedería el liderazgo real de la oposición a un Podemos crecido y reforzado como única alternativa de izquierda. Pero, un año después de aquellas elecciones del 20 de diciembre que parecían marcar un fin de época, lo que tenemos, de momento, es una especie de gran coalición de facto entre el PP y el PSOE, que han negociado sin complejos todas las cuestiones relevantes de la legislatura, dejando a Ciudadanos como un convidado de piedra y a Podemos como una fuerza marginal dedicada a dar espectáculo, pero sin posibilidad alguna de participar en el juego de la negociación de las grandes cifras. Y todo ello con el PP resistiendo fuerte en las encuestas y el PSOE recuperándose, según esos mismos sondeos, del estado de postración en el que lo dejó Pedro Sánchez con su estrategia del no a todo y el acercamiento a Podemos.
Lejos de haber pasado a mejor vida, el bipartidismo contraataca y no está dispuesto a morir. Mariano Rajoy ha encontrado en el presidente de la gestora socialista, Javier Fernández, una figura que casa muy bien con su forma de entender la política. Y, si por él fuera, el asturiano sería el líder ideal del PSOE, por encima incluso de la andaluza Susana Díaz. Todo lo contario a lo que le ocurría con Pedro Sánchez, pero también con Albert Rivera, con el que, por más que lo haya necesitado para superar la investidura, no se entiende. Y del que, lo que es peor, tampoco se fía. El presidente del Gobierno no oculta su intención de ayudar a los socialistas a salir a flote. Y tanto Javier Fernández como Susana Díaz tienen claro que esa recuperación pasa por ejercer la «oposición útil» y por apuntarse tantos como la subida histórica del salario mínimo o el incremento del techo de déficit para las autonomías, a los que Rajoy no ha dudado en plegarse para reforzar el vínculo con el PSOE. Socialistas y populares forman en este momento una sociedad de intereses en la que los primeros pretenden ahogar a Podemos y los segundos bajar los humos y restar protagonismo a Ciudadanos.
Albert Rivera está demostrando su bisoñez política y aparece casi desconcertado ante el desparpajo con el que PSOE y PP cocinan a sus espaldas y solo después de tener el plato listo lo invitan a participar en el banquete. Y Pablo Iglesias comprueba que, mientras él predica, el que de momento da trigo a «la gente» es el PSOE. Este esquema de gran coalición encubierta no puede durar toda la legislatura, naturalmente, aunque Rajoy lo desearía. Pero podría muy bien sostenerse hasta dos años si Susana Díaz acaba haciéndose con el control del PSOE en el próximo congreso. Lo que, paradójicamente, convertiría al Gobierno español en el más estable de Europa, con Italia en crisis, Alemania y Francia pendientes de formar Gobierno, Austria bajo la amenaza de la ultraderecha y Gran Bretaña buscando salida a la pifia del brexit. A partir del 2018, un PSOE recuperado empezaría a volar por su cuenta. Y entonces, habrá que ver si Rivera acepta ser segundo plato de Rajoy o si este convoca elecciones.
El PP teme la locuacidad sin freno de García-Margallo
El exministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo, al que siempre resultó difícil hacer callar cuando llevaba precisamente las riendas de la diplomacia española, promete ofrecer grandes tardes ahora que se encuentra completamente libre de ataduras. De momento, Margallo se ha limitado a dar algún pellizco a Soraya Sáenz de Santamaría, su gran rival en el Ejecutivo y a la que achaca todos sus males. Pero en el PP contienen la respiración a la espera de que el que pasaba por ser uno de los mejores amigos de Rajoy en la política empiece a prodigarse contando pequeñas maldades sobre la mala convivencia entre algunos ministros, desestabilizando así al Gabinete. Al tiempo.