Hollande resiste la presión de Valls

Alexandra F. Coego PARÍS / CORRESPONSAL

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STEPHANE DE SAKUTIN | Afp

El primer ministro descarta dimitir para disputar al presidente las primarias

29 nov 2016 . Actualizado a las 07:24 h.

Fin de semana de alta tensión en la esfera más alta del Partido Socialista francés (PSF). El pasado sábado, las malas noticias para François Hollande se multiplicaron: el Partido Radical de la Izquierda (PRG) propuso una candidata propia a las presidenciales a pesar de que tres de sus miembros son ministros de Manuel Valls. Por su parte, los militantes del Partido Comunista han decidido apoyar la candidatura de Jean-Luc Mélénchon y su movimiento «La Francia Insumisa» de cara a los comicios del 2017. Hollande, que esperaba una unión de la izquierda detrás de él para enfrentarse a Marine Le Pen y al conservador François Fillon, se encontró con una izquierda aún más fragmentada. 

Por si sus problemas no fuesen pocos, Manuel Valls le clavó otro puñal por la espalda. El primer ministro lleva meses insinuando sus ambiciones presidenciales y el pasado domingo las dejó incluso más claras. En una entrevista con el periódico Le Journal du Dimanche declaró que, si bien «tiene relaciones de respeto, amistad y lealtad con el presidente», desde la publicación del libro Un presidente no debería decir eso, «el contexto ha cambiado».

La publicación a principios de octubre del libro de confidencias, algunas incluyendo secretos de defensa nacional, dañó en gran medida la popularidad del presidente, ya de por sí bajo mínimos. Según el primer ministro, «ha creado un profundo desconcierto en la izquierda» y «como jefe de la mayoría, [su] responsabilidad es tener en cuenta este clima». Las primarias del PSF, que tendrán lugar el 22 y 29 de enero, «deben dar un impulso, una esperanza», opinó Valls. «Hay que prepararse para un cara a cara; yo me preparo, estoy listo», lanzó. Una declaración de intenciones que no se quedó sin respuesta por parte de Hollande y su círculo de apoyo. 

El jefe de Estado, que volvió de un desplazamiento oficial a Madagascar pocas horas después de conocerse los resultados de las primarias de la derecha, envió un mensaje a sus hombres más cercanos: «sangre fría, calma y unidad, solo eso cuenta», confesó uno de ellos a Le Monde. «El presidente se dice que, en política, siempre es mejor ser traicionado que ser el traidor», agregaron fuentes cercanas. El lunes, el portavoz del Gobierno, Stéphane Le Foll, añadió una dosis de presión al actual primer ministro. «No habrá primarias» entre el primer ministro y el presidente, aseguró en un programa de radio. Valls tiene «absolutamente la posibilidad» de ser candidato, «pero en ese momento, ya no es primer ministro», subrayó. Ante el envite, Valls decidió evitar la crisis y no dimitir. Según Colpisa, tras la comida habitual de los lunes con el presidente, emitió un comunicado en el que dice que «no puede haber, especialmente en este momento, confrontación en el marco de unas primarias entre un presidente de la República y un primer ministro», garantizó. «Y todavía menos entre dos personalidades cuyas relaciones están basadas en la confianza», insistió el primer ministro. Según su entorno, sin embargo, se quitó la servilleta sin tener la menor idea sobre las intenciones de Hollande.

François Fillon, un liberal en lo económico y un conservador en lo social. Así quiere hacer de Francia la primera potencia europea

CHRISTIAN HARTMANN | Reuters

El de François Fillon es un programa que tiene dos caras. Por un lado, propone una reforma liberal de la economía; la más radical de los siete candidatos de las primarias y tan audaz que ni siquiera Sarkozy se atrevió a llegar tan lejos. Su principal objetivo es que Francia se convierta en 10 años en la primera potencia económica de Europa y, además, con pleno empleo. Para ello, apuesta por fomentar el sector privado en detrimento del público y reducir drásticamente el gasto público. 

Lo primero, con una reforma laboral para «aligerar» el código del trabajo. Incluiría la reducción y supresión de impuestos y cotizaciones a las empresas, el aumento de la duración legal del trabajo de 35 a 39 horas y la posibilidad de aumentarla aún más a través de contratos privados (siempre dentro del límite legal europeo de 48 horas). Asimismo, promete eliminar 500.000 empleos públicos de los 5,6 millones actuales.

Lo segundo, con la reducción de 100 millones en el gasto público [actualmente situado en el 54,6% del PIB, uno de los más altos del mundo y en consecuencia de la UE]. Un tercio lo asegurará el Estado; el 20%, las comunidades locales, y el resto, la seguridad social, retrasando la jubilación a los 65 años y reduciendo los gastos en sanidad. Fillon desea una «racionalización» de los servicios hospitalarios, con el cierre de varios establecimientos y «centrar la seguridad pública universal en las enfermedades graves o de larga duración y la sanidad privada en el resto».

Por otro lado, el programa de este hombre cercano a Putin se sitúa entre los más conservadores de los propuestos por la derecha en cuestiones de moral y de costumbres sociales. Entre sus objetivos: el aumento de las sanciones penales a las personas que practiquen o promocionen la «subrogación gestacional» (el vientre de alquiler), reescribir la ley del matrimonio homosexual para «reexaminar» las leyes de filiación y prohibir la adopción plena a las parejas homo parentales. Tan solo mantendrá la opción de la adopción simple, que no sustituye la filiación de origen. En un gesto para frenar al Frente Nacional quiere reabrir la polémica del «burkini» y vetarlo, a pesar del dictamen del Consejo de Estado, que ya se pronunció contra su prohibición.