«Colocaron las preferentes a los ahorradores porque los inversores profesionales huían de ellas»
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El periodista catalán Andreu Missé desvela los pormenores de una de las cuestiones que provocaron la crisis económica en España en su último libro
26 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La crisis financiera azotó España con virulencia hace unos años, y entre los dramas más destacados que vivió la población se encontraba el de las preferentes. La gente vio como sus ahorros se esfumaban de la noche a la mañana y los bancos se negaban a devolvérselos, ya que se habían convertido en inversores sin ser conscientes de ello. Usando como base todo este contexto, Andreu Missé (Barcelona, 1947), un veterano periodista catalán con más de 40 años a sus espaldas, muchos de ellos como redactor jefe de economía de El País, decidió que este 2016 era el momento de explicarle a la gente cómo sucedieron las cosas de una vez por todas. Todo ello lo ha plasmado en un libro de reciente publicación que ha recibido el título de La gran estafa de las preferentes, donde se tratan todos los pormenores del drama de este producto financiero que le terminó valiendo un rescate a ciertas entidades bancarias españolas.
-¿Cómo empezó todo?
-Todo empezó en el año 1998, con las primeras emisiones. Aún no estaban legalizadas en España. Los primeros fueron los del BBV -Banco Bilbao Vizcaya, antes de su fusión con Argentaria- y se empezaron hacer desde las Islas Caimán, para eludir el pago de impuestos. Esto fue descubierto por el fiscal Carlos Jiménez Villarejo en 2001, que en aquél momento era fiscal anticorrupción. Descubrió que tres cajas andaluzas, El Monte, San Fernando y Caja Sur hacían esas operaciones de preferentes a las Islas Caimán. Resultó muy extraño como esas entidades tan pequeñitas podían hacer esas operaciones de tipo internacional. Se puso a profundizar y descubrió que no sólo lo hacían esas tres cajas andaluzas, sino todo el sistema bancario español, que se estaba financiando a través de las Islas Caimán. El Santander, el BBV, La Caixa… todos. Y durante seis años no había una ley en España que regulara las preferentes. Tenían la tecnología y habían aprendido a financiarse de esa manera, lo cual demuestra que estuviera tan generalizado.
-¿A dónde iba el dinero de las preferentes?
-Los bancos necesitan un capital para poder responder de las posibles pérdidas. Es un dinero que configura sus recursos propios. Recogen dinero de los ahorradores y hacen préstamos. El capital que necesitan, un soporte mínimo, un colchón por si hay perdidas, préstamos que no se devuelven, etc. Las preferentes eran un tipo parecido de capital, un cuasi capital, que tenía mejor remuneración que los depósitos para el inversor, pero muchos más riesgos. Cuando a la gente se le ofrecían estos productos no se les explicaba los mismos, y esa es la esencia de todo el problema.
-¿Cómo se planta cara a una crisis económica?
-Cuando viene la crisis hay dos maneras de enfocarla. La primera es como hizo Estados Unidos, es decir, poner todo el dinero público que haga falta para salvar a los bancos, compañías de seguros, inmobiliarias, incluso la General Motors, etc. Nacionalizar todo lo que esté en peligro. Aquí se pensaba que los bancos estaban bien y que no hacía falta el dinero público, además había una especie de fobia a utilizarlo. Sin embargo, en España lo que se hizo fue cambiar la legislación para que las preferentes fueran un capital de máxima calidad que facilitase aún más la recapitalización de los bancos con ese producto. Se colocaron masivamente a los ahorradores, ya que la reacción de los inversores profesionales fue huir. Se dieron cuenta de que eso era muy arriesgado y desaparecieron. Por lo tanto, el engaño es doble: les vendes un producto a unas personas que no conocen los riesgos y ocultas que los que si entienden se van.
-¿Por qué huían los inversores?
-Pues porque son gente que hace cálculos. Vieron que para compensar el riesgo de que esas sociedades se hundiesen los intereses tenían que ser del 15%. Había varias emisiones en Europa y Estados Unidos en esta época que pagaban esas cantidades, pero lo máximo que pagaron aquí fueron el 7%. A veces se ha tachado a la gente de egoístas y avariciosos pero no fue así. Realmente no sabían nada de cómo funcionaba el producto que habían contratado y por si fuera poco les estaban pagando la mitad de lo que les tenían que les correspondería. Por eso los otros se fueron, porque no les intereso el negocio.
-Si se les hubieran explicado los riesgos, ¿usted cree que no hubiera ocurrido nada?
-Las preferentes de por sí no son un producto financiero que sea bueno ni malo, es un producto con un poquitín más de interés ya que tiene que compensar el riesgo más elevado. El inversor puede perder interés y capital. El dinero del cliente pasa a formar parte del capital en la entidad bancaria y forma parte del dinero con el que los bancos tienen que responder si tienen perdidas.
-¿Qué hizo la ley al respecto cuando se descubrieron a principios de los 2000?
- Llegó el momento de su legislación y, cuando pasó eso, el juez dijo «yo no puedo procesar a todos los consejeros de todos los bancos de España, lo que debería hacerse es una ley que regule todo ello». Dicha ley debería explicar qué son las preferentes, cuáles son sus características y para qué sirven, es decir, para capitalizar a los bancos. Aparece una propuesta de que no se van a poder hacer más desde paraísos fiscales, habría que pagar un 5% de impuestos y además los gastos que generasen no se podrían descontar como deducciones, y algunas condiciones más. Cuando se vino la tramitación parlamentaria todos esos requisitos se evaporaron y hubo una amnistía para todo lo que se hizo durante esos años. Así pues del 98 al 2003 se tuvieron que archivar. Se calcula que de los 18.000 millones que se captaron en paraísos fiscales no se tributaron entre 3.000 y 6.000 a Hacienda.
-¿No se hizo nada más?
-Hasta 2008 y 2009 siguen las preferentes como si no pasase nada, pero en 2011 ya no se hacen más emisiones. Estos productos van perdiendo valor y se vienen colocando sin respetar la legislación comunitaria. Estas normas exigían que cuando se quisieran colocar este tipo de productos se hicieran unos test a los clientes, llamados de conveniencia e idoneidad, que tienen como objetivo comprobar si tenían conocimiento de lo que iban a invertir. No se les decía que era una inversión a perpetuidad, sin vencimiento. Si había un mercado secundario era cuando decían «usted, si quiere, puede recuperar su dinero en 48 horas». Lo que el banco hacía era llevar el producto a otro mercado y ahí podía ocurrir que encontrasen comprador pero si eso no pasaba te quedabas con el producto y no podías recuperar el dinero.
-Antes ha comentado que sirven para capitalizar a los bancos, ¿pero cómo se produce exactamente?
-Su papel es un poco como las acciones en realidad. De por sí el nombre es un poco tramposo ya que viene de la cultura anglosajona, donde se conocen como preferred shares, acciones preferentes. Aquí se las llamó de otra manera. Si hubieran sido llamadas también acciones todo el mundo hubiera sabido que tenían un alto riesgo y hubiera sido difícil colocar el producto tan masivamente. Por ese motivo se le puso el nombre de participaciones preferentes, que es como más positivo. Además se vendían como si fuera algo exclusivo, solamente a clientes preferentes de la entidad. Por otra parte, nombrarlas como participaciones también ayudó a darles una connotación menos negativa que acciones, menos negativa en el sentido de riesgo.
-¿Por qué no devolvían el dinero a los clientes?
-Cuando empieza la crisis empiezan a bajar de valor, al 90%, al 80%, depende de según qué bancos y la crisis va castigando a las entidades financieras. Cuando los bancos recuperan el dinero para devolverlo colocan la preferente a otro, pero se la colocan a precio nominal, al 100%, aunque su valor hubiera bajado al 80%, o lo que fuera. Eso lo descubre la Comisión de Valores y, después de un largo pulso, dicen «oigan, eso no se puede hacer», no pueden vender una cosa que vale 70 a 100. A partir de noviembre de 2011 eso significó que cuando uno iba a buscar el dinero los del banco decían que la Comisión o Bruselas no les dejaban devolverlo. Realmente lo que no les dejaban hacer era vender volver a vender el producto por 100, si lo hicieran por 70 sí que les dejaban pero no les interesaba. Así que el resultado fue una especie de corralito de todos los que tenían preferentes u obligaciones subordinadas.
-¿Cómo comienza entonces a saltar el tema a los medios y a los juzgados?
-No hay ningún anuncio de la situación, ni de los bancos, ni el gobierno. Nadie salta y avisa «oiga, que aquí está pasando una cosa muy gorda». La gente empieza a protestar primero en las oficinas. Los afectados empiezan a protestar en los bancos, de manera individual en primer lugar y, poco a poco, a través de asociaciones de consumidores que toman partida en toda esa situación. En ese momento lo que el gobierno hizo fue improvisar unos arbitrajes, que al final no fueron tales, pero sí que permitieron que unos cuantos miles de personas recuperaran su dinero. Quiero decir que no fueron tales ya que eran los propios bancos los que decidían a quien se le aplicaban o no. La realidad fue que 125.000 personas quedaron excluidas del arbitraje, así que era bastante evidente ver que esto era algo que no se hizo bien. Fue entonces cuando se dio un paso más y fueron a los tribunales. Al principio los jueces fallaban a favor de los bancos porque no les entraba en la cabeza que unas entidades presuntamente serias, con juristas, economistas, etc. pudiesen hacer una tropelía de tal calado. Una tropelía que consistía, básicamente, en no haber explicado a los clientes los riesgos, no les explicaban que se podían perder no solo los intereses sino también el capital invertido. Hubiera sido tan fácil como decir «mire usted, le damos un poco más de interés pero puede perder el capital».
-¿Cómo es posible que hayan caído tantas personas?
-Lo primero, hay que conocer a esas personas. Son gente de 70 u 80 años y de un muy bajo nivel de conocimiento económico. Esa gente tenía dinero a plazo fijo o ahorros allí, en sus bancos. Entonces les decían «mira, aquí hay una cosa buena, muy segura, que va a ir muy bien y que tiene un buen rendimiento». Ponte en el pellejo de esas personas, que habían trabajado toda la vida, confiaban con esa entidad y muchas veces ni se les nombraba la palabra preferente, pensaban que era un depósito. Los bancos estaban sometidos a una presión muy fuerte para colocar ese producto como fuera. La verdad es que estas personas descubrieron que tenían preferentes el día que fueron a buscar el dinero y no se lo podían dar. También hubo muchos casos de hijos que se enteraron cuando fallecieron sus padres y han ido a buscar la herencia, la gente no tenía conciencia de ello.
-A su juicio, ¿quiénes fueron peores? ¿Bancos o cajas?
-Las cajas y los bancos fueron culpables y ofrecieron por igual. Todos los bancos y cajas de este país lo hicieron sin excepción. Lógicamente los que emitieron más fueron los más grandes, una cosa bastante proporcional al peso de cada entidad. Todos lo hicieron lo que pasa es que unos cuando vieron la crisis pudieron devolver el dinero, como el Santander o la Caixa, y otros no, que fueron los que tuvieron que ser rescatados pero una parte tuvo que ser respaldada con los poseedores de preferentes. Eso se hizo sin ninguna ley europea que lo respaldara.
-¿Y, actualmente, cómo está la legislación europea al respecto?
-La experiencia española sirvió para hacer una ley que ahora sí existe, que está en vigor desde este año y es una directiva que indica que cuando un estado quiera sanear un banco ha de pedir a los inversores, accionistas, etc. que paguen una parte de las deudas. Ahora que está vigente, Italia tiene un problema parecido pero mucho más pequeño, porque lo que ocurrió en España no pasó en ningún otro país de Europa. El gobierno italiano se niega a cumplir la normativa que establece la banca europea respecto al respaldo con dinero de los inversores. Dicen que nos les parece bien, que no es justo, etc. pero cuando nos pasó a nosotros no había ley, en 2012 y 2013, y se nos impuso. El gobierno aceptó algo que nunca debería de haber aceptado.
-¿Cuáles fueron los lugares más afectados? ¿Y Asturias?
-En Asturias ha habido sobre todo subordinadas de Cajastur, obligaciones subordinadas. En cuanto al resto del país, en Mataró, Madrid o Leganés, hubo mucha concentración. En Madrid actuó sobre todo Caja Madrid. En general fue donde todo el grupo de Bankia tiene presencia, ya que está formado por siete cajas, de las cuales las más grandes eran Caja Madrid y Bancaja, y el grupo sumaba 190.000 afectados. También la caja de Mataró, Caixa Laietana, fue una de las que más emitieron. Galicia también. Con las cajas gallegas hay pueblos en los que una parte muy importante de la población tenia preferentes. En Mataró había 15.000 casos y la población es de 125.000 personas. Bien, pues en Galicia había lugares con un 25-30% de la población tenía preferentes. En Mataró fue muy terrible porque, además de la Caixa Laietana, allí había mucha gente que también cayó en Catalunya Caixa. Ésta tenía más de 100.000 afectados, al igual que las cajas gallegas. En Valencia se juntaron los de Bancaja y también los de la CAM.
-¿Cree que hemos aprendido algo de todo esto?
-Globalmente diría que hemos aprendido, pero no lo suficiente. Por un lado lo hemos hecho porque ha habido un cambio muy importante en los jueces. Se han informado mucho y se han decantado el 95% a favor de los contribuyentes, por lo tanto hay alguna conciencia en los medios jurídicos y las asociaciones están vigilantes. Estos no nos pueden garantizar que no vaya a ocurrir de nuevo porque los bancos están en una situación muy difícil ahora mismo. Por otro lado, ahora mismo los tipos de interés son muy pequeños, a los bancos les quedan muchos créditos morosos, impagados y entonces esto les hace muy frágiles. Tal como están las condiciones financieras es muy difícil hacer banca y los bancos tienen una gran tentación de volver a las andadas y ofrecer productos con mayor remuneración, etc.
-Entonces, a aquél interesado en invertir, ¿qué le aconsejaría a día de hoy?
-Hacerlo con un interés del 0,2% ó 0,5% es lo más prudente, y conformarse con eso es lo más seguro. Los bancos lo saben. ¿Entonces qué hacen? Ofrecen bonos estructurados, etc. Son productos muy peligrosos que ofrecen un 3% y 4% de remuneración y no hay garantía para el dinero, intereses, ni nada. Si los ahorros están en una libreta o un plazo fijo tienen garantía del estado hasta 100.000 euros por cuenta y persona, pero si se trata de otros productos no tienen ninguna garantía y pueden perderlo todo.