Los expertos consideran que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no romperá tratados en vigor, pero sí dan por muertas las negociaciones con la Unión Europea
14 nov 2016 . Actualizado a las 08:44 h.¿Cuál es el país del mundo que encarna el neoliberalismo económico descarnado? Estados Unidos, ¿no?, pensarán. Pues sí, pero Donald Trump amenaza con entrar en la Casa Blanca como un elefante en una cacharrería para abrir el paraguas sobre los sectores productivos de su país e imponer una economía proteccionista, de espaldas al resto del mundo. Al presidente electo de la primera potencia del mundo se le llenó la boca en los últimos meses de promesas para romper o renegociar tratados internacionales de libre comercio para evitar la competencia de productos que llegan del exterior y frenar el proceso de deslocalización de fábricas, pero ¿puede hacerlo? Y, sobre todo, ¿qué consecuencias económicas tendrá ese aislacionismo?
Poder, puede, pero otra cosa es que se atreva, reflexionan los expertos consultados. Como Federico Steinberg, investigador principal para economía internacional del Real Instituto Elcano. En su opinión, y aunque «no sabemos bien qué va a hacer Trump, me inclino a pensar que no va a modificar ningún acuerdo en vigor, porque el coste económico para Estados Unidos sería demasiado elevado».
Ni una firma más
Harina de otra costal serán los pactos que se estaban negociando, como el tratado trasatlántico de comercio e inversiones (TTIP) con la Unión Europea. Steinberg se muestra convencido de que el Viejo Continente ya se puede ir olvidando de este acuerdo, porque «no creo que Trump firme nada nuevo».
El experto considera que esa postura aislacionista, contraria al libre comercio, por parte del nuevo inquilino de la Casa Blanca, impactará de forma negativa en el comercio mundial, sobre todo a largo plazo. En cambio, también opina que las medidas económicas internas anunciadas por Trump -bajada de impuestos y aumento del gasto público, entre otras- «no creo que generen recesión, y si Estados Unidos crece, nos vendrá bien al resto del mundo».
Hasta luego Europa
Aunque también lanza un llamamiento a la cautela, Gonzalo Gómez Bergoechea, profesor de Economía y experto en economía global y de la UE de la Universidad de Comillas, también da por muerto el TTIP, pero tanto por parte de la nueva política económica que llega de Estados Unidos, como por parte de la Unión Europea. Ese acuerdo, tan contestado en las calles, concluye, quedará guardado en un cajón, pero «deshacer lo que está hecho, va a ser complicado».
Entre otras cosas, explica Bergoechea, porque el presidente estará sometido al control de la Cámara de Representantes y muchos congresistas se resistirán a romper ese tipo de tratados internacionales que benefician a determinados sectores productivos.
Aunque esos opositores tendrán que vérselas con compañeros de filas partidarios de implantar medidas proteccionistas, pues proceden de Estados industriales que efectivamente han visto cómo grandes empresas cerraban fábricas para montarlas en países asiáticos de mano de obra barata.
Inestabilidad a la vista
El experto de la Universidad de Comillas también ve «peligro» en esa «rebelión contra la globalización» que parece querer protagonizar Donald Trump y alertó de que «traerá inestabilidad», un ingrediente del que huyen los inversores. Destacó que la «integración comercial» beneficia a los firmantes y que las más perjudicadas serán las clases sociales más bajas, que son las que compran productos importados más baratos.
Ese aislacionismo económico provocará que «todos viviremos peor», los estadounidenses incluidos, aunque «beneficiará solo a unos pocos, y durante poco tiempo», resaltó Gómez Bergoechea.
Cuatro millones de empleos menos en Estados Unidos y recesión en el 2019
A Trump no le gustan el tratado de libre comercio de Norteamérica (TLCAN) y el de asociación transpacífico (TPP). Sobre este último, firmado este año entre Estados Unidos y once naciones de la cuenca del Pacífico, dijo que es «el peor acuerdo de la historia» y prometió retirarse; y sobre el primero, que «ha destruido nuestro país», y pretende renegociarlo.
El TLCAN, sellado en 1994 bajo la presidencia de Bill Clinton, agrupa a los 530 millones de consumidores de Canadá, Estados Unidos y México. El TPP aún debe ser ratificado por el Congreso.
«El presidente tiene todas las atribuciones para renegociar o salir de los acuerdos comerciales internacionales», indicó Gary Clyde Hufbauer, investigador del centro de estudios del Peterson Institute for International Economics (PIIE).
Si Trump cumple sus promesas proteccionistas, que incluyen la imposición de un arancel del 45 % a los productos procedentes de China y un 35 % a los de México, las consecuencias serán inevitables. «Habrá represalias, sin duda. Las empresas estadounidenses tendrán problemas para vender sus productos. Habrá aviones de Boeing que no serán vendidos», dijo Hufbauer en una conferencia recogida por Efe.
El propio PIIE elaboró un estudio durante la campaña electoral en el que advertía que las propuestas comerciales de Donald Trump podrían implicar la destrucción de más de 4 millones de empleos y provocar una recesión en el 2019.
La agencia de calificación Moody’s, también destacó los efectos negativos especialmente en los sectores de automóviles, petróleo y tecnología. Sin embargo, reconoció que será positivo para industrias que han encarado una severa competencia de importaciones, como el acero y manufactureras.
Cautela entre los sindicatos
Desde los sindicatos de Estados Unidos, la reacción a la victoria de Trump ha sido cauta. «El presidente electo ha hecho promesas durante la campaña sobre comercio y revitalización del sector manufacturero. Trabajaremos para que muchas de esas promesas se hagan realidad», dijo Richard Trumka, presidente de la AFL-CIO, la principal asociación gremial de Estados Unidos. «Durante demasiado tiempo -agregó- las élites políticas han abrazado políticas que rebajan los salarios, aumentan la desigualdad, disminuyen las oportunidades y envían puestos de trabajo al extranjero».
Un acuerdo en el horno con Bruselas para eliminar aranceles en el sector ganadero
Miles de europeos salieron a la calle en los últimos años para protestar por el controvertido tratado trasatlántico de comercio e inversiones (TTIP), entre Estados Unidos y la Unión Europea, cuyas negociaciones, iniciadas en el 2013, se mantenían en secreto, y que ahora están congeladas. Se trata del acuerdo comercial más ambicioso del mundo, ya que el país norteamericano y la UE suman casi el 60 % del PIB mundial, 850 millones de consumidores y un tercio del comercio internacional de bienes y servicios. El TTIP afecta a casi todos los sectores. Sus objetivos son eliminar los aranceles a los productos de ambos bloques, pero también las «barreras no arancelarias», es decir las normas y regulaciones que limiten la actividad económica. Este es un punto controvertido, ya que la UE tiene una regulación mucho más estricta que EE.UU. en materias como la comercialización de transgénicos o el uso de hormonas de crecimiento o antibióticos en la alimentación del ganado.
La lista de sectores afectados por ese tratado, que no tiene visos de prosperar, incluye desde la seguridad alimentaria hasta sectores industriales específicos, productos químicos, cosméticos, ingeniería, productos sanitarios y farmacéuticos, plaguicidas o el sector textil y del automóvil, además del energético o el ganadero. Estos dos últimos, clave en Galicia. El objetivo es ir equiparando las regulaciones a ambos lados del Atlántico para evitar que las diferentes normativas restrinjan comercio e inversiones.