La fractura interna en el partido viene de lejos y se inició con el giro político de Zapatero poco antes de dejar el liderazgo
23 oct 2016 . Actualizado a las 10:16 h.La división con la que el PSOE afronta el comité federal de hoy no se inicia con el debate en torno a si los socialistas deben dejar gobernar o no a Mariano Rajoy. La crisis viene de lejos. Y su origen se remonta prácticamente al año 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero dio un giro radical a su discurso y sus políticas al aprobar un drástico recorte económico y luego, en el 2011, una reforma de la Constitución que establecía que la deuda pública es lo primero que debe abonar el Estado, por encima de cualquier gasto recogido en los Presupuestos. Decisiones que marcaron un declive en el apoyo ciudadano al PSOE, fracturaron al partido y provocaron la renuncia de Zapatero a la candidatura y el liderazgo de los socialistas.
Sucesión
Chacón desafía a Rubalcaba. La decisión de Carme Chacón de optar a la secretaría general, disputándole el liderazgo a Alfredo Pérez Rubalcaba en el 2012, abrió ya una grieta, que se tradujo en un ajustado resultado. El exministro de Interior ganó con solo el 51,16 % de los apoyos. El encadenamiento de derrotas electorales de toda la etapa de Rubalcaba, que ya había perdido las generales en el 2011 siendo solo candidato y con el peor resultado de la historia del PSOE, produjo una fuerte contestación a su liderazgo. Pese a la resistencia de Rubalcaba, el nuevo fracaso en las europeas del 2014, también con el peor resultado histórico (23 %), forzó una dimisión que se aplazó en el tiempo por el anuncio de abdicación de Juan Carlos I y la decisión de Rubalcaba de permanecer en el cargo para garantizar el apoyo del PSOE a la corona.
Primarias
Madina rompe el plan de Susana Díaz. Rubalcaba había diseñado su propia sucesión decantándose, aunque no oficialmente, por Eduardo Madina. Decidió adelantar las primarias pensando así que Madina tendría más tiempo para consolidarse como alternativa a Rajoy. Pero esa decisión chocó con los planes de la presidenta andaluza, Susana Díaz, que tras una fulgurante aparición como sustituta de Griñán al frente del PSOE andaluz aspiraba ya a liderar el partido a nivel nacional. Hubo ya entonces destacadas figuras y barones socialistas que apoyaron que Díaz fuera elegida por aclamación. Pero Madina no cedió, y forzó la celebración de primarias. Díaz dio entonces un paso atrás, temerosa de que una derrota la debilitara en Andalucía. Pero decidió impulsar la candidatura de Pedro Sánchez, entonces un diputado casi desconocido, pensando que podría situarlo en Ferraz como una solución de compromiso a la espera de que ella se hiciera con las riendas.
Candidatura
Sánchez quiere todo el poder. En aquellas primarias, a las que también concurrió José Antonio Pérez Tapias, de Izquierda Socialista, se impuso Sánchez gracias al apoyo de Susana Díaz, pero con menos de la mitad de los votos (48,7 %), lo que agrandó la fractura. Sánchez, una vez en la secretaría general, no asumió pacto ni deuda alguna con Díaz y, en contra de lo que esta esperaba, anunció que iría a las primarias para ser el candidato. Algo que marcó la ruptura entre ambos y provocó que a partir de ese momento la federación andaluza se mostrara siempre crítica con las decisiones de Sánchez, debilitando así su liderazgo. La severa derrota cosechada por el PSOE en el 2015, batiendo por abajo el peor resultado histórico de los socialistas y dejándolos con solo 90 escaños, empezó a marcar el fin de Sánchez. Díaz y otros barones afines, molestos con el hecho de que Sánchez no les consultara ninguna decisión, impusieron en el comité federal la prohibición de que el PSOE pactara con Podemos si no renunciaba al referendo catalán, lo que dejaba al secretario general sin opción de gobernar.
El fin de Sánchez
La vieja guardia interviene. Su decisión de no permitir que Rajoy fuera investido tras aquel 20D fue ya muy contestada en el partido. Pero, cuando tras una nueva derrota y un nuevo récord negativo el 26J (85 escaños), Sánchez se mantuvo en el no a Rajoy y sus críticos entendieron que se disponía a pactar con Podemos y los independentistas para gobernar, la vieja guardia del PSOE, con Felipe González a la cabeza, se unió a Susana Díaz para descabalgarlo de la secretaría general. Y a ese grupo se sumó, paradójicamente, Eduardo Madina, que se unía así a quien le había impedido convertirse en secretario general del PSOE solo dos años antes. La encarnizada batalla que se libró en el comité federal finalizó con el triunfo de los críticos, que desalojaron a Sánchez y que hoy impondrán con toda probabilidad la tesis de evitar unas nuevas elecciones absteniéndose en la investidura.